La llegada a la tumba del faraón egipcio Tutankamón, hace cien años, fue el descubrimiento del siglo y convirtió al egiptólogo Howard Carter en una celebridad mundial. El hallazgo del sarcófago de oro rodeado de tesoros milenarios despertó una egiptomanía mundial que jamás se detuvo, pero también propició el nacimiento de una legendaria "maldición de los faraones" sobre aquellos que se atrevieron a profanar la tumba.
Carter y su compañero y mecenas, George Herbert, 5° conde Carnarvon, descubrieron la tumba en el Valle de los Reyes (Luxor) el 4 de noviembre de 1922. Escribió en su diario: "A una profundidad de más de 100 pies, los trabajadores llegaron al fondo y revelaron una entrada cuidadosamente sellada con losas de piedra caliza... Mi deseo de quitar una piedra y mirar a través era casi irresistible".
El 4 de noviembre de 1922 Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón
La tumba aún estaba intacta y llena de tesoros, incluido el sarcófago que contenía a Tutankamón. Inmediatamente después comenzó a hablarse de una supuesta maldición, una historia alimentada en parte por periódicos que vincularon muertes trágicas de personas involucradas con la excavación de la tumba y una serie de eventos increíbles dieron fuerza a la superstición.
Aunque actualmente se cree que hongos o baterias mortales podrían haber crecido en las tumbas cerradas y haberse liberado cuando fueron abiertas, en aquel entonces hubo verdadera conmoción ante la posibilidad de los que exploradores hubieran enojado a los dioses egipcios. Decenas de supersticiosos desconocidos enviaron cartas a Carter, diciéndole que no debió haber profanado la tumba real.
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Pero lo más curioso de esta oscura historia es que la milenaria "maldición" podría haber surgido gracias a un comentario irónico de un arqueólogo rival de Carter que fue enviado como corresponsal del diario The Daily Mail.
La apertura de la tumba, "un verdadero circo mediático"
Carter pasó varios meses catalogando la antecámara antes de abrir la cámara funeraria y encontrar el sarcófago en febrero de 1923. La apertura de la tumba provocó un frenesí mediático sin precedentes y desencadenó el interés masivo por el rey egipcio. Los periódicos de todo el mundo enviaron corresponsales al Valle de los Reyes, ansiosos por brindar a sus lectores noticias e imágenes de los tesoros encontrados.
Salima Ikram, profesora de egiptología en la Universidad Americana de El Cairo, relató que "hubo una gran cantidad de entusiasmo y la prensa acudió en masa y cualquiera que estuviera en Egipto abandonó todos sus planes y llegó a Luxor. La boca de la tumba estaba llena de gente. Fue un verdadero circo mediático. Estaban por todas partes, lo rodeaban. Era un poco como tener buitres alrededor".
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Carter, lógicamente, estaba asustado por las multitudes que se reunieron en torno a su excavación y le preocupaba quedar como un tonto si algo salía mal o si la tumba no cumplía con las expectativas cuando se abriera. Decidido a controlar la narrativa, ofreció toda la exclusiva a The Times, el periódico más prestigioso del Reino Unido, excluyendo a decenas de otros periodistas que habían viajado a Egipto.
"Carter realmente quería continuar con el trabajo, y también estaba el estrés de ‘¿Haré esto correctamente? ¿Quién sabe qué hay ahí dentro?", dijo. Cuando concedió la exclusiva al Times, "el resto de los medios estaban realmente enojados".
El 16 de febrero de 1923, el día de la apertura de la tumba, Lord Carnarvon bajó los escalones de la cámara funeraria y bromeó diciendo que, como había tanta gente presente, podría dar un concierto musical una vez dentro. Observando el momento se encontraba Arthur Weigall, un arqueólogo rival de Carter que cubría la excavación como periodista.
"Arthur era un arqueólogo profesional y desaprobaba profundamente a Carter y Carnarvon, a quienes consideraba aficionados", dice el nieto de Arthur, Peter Weigall.
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"Arthur Weigall es una persona muy interesante. Tiene credenciales como egiptólogo. Cambió de rumbo, en cierto sentido, y se convirtió en periodista", relató Bob Bianchi, un experto en la historia de la maldición de Tutankamón. "Estaba trabajando para el Daily Mail, que era un rival del Times, y no podía obtener la información científica de Carter todos los días porque el Times tenía la exclusiva, por lo que tenía que poder decirle a sus lectores una historia paralela".
"Arthur se horrorizó cuando vio a Carter y Carnarvon corriendo alrededor de la tumba riéndose", relató. "No le gustó el hecho de que le habían dado los derechos exclusivos de la historia al Times, aunque él mismo tenía un contrato similar con el Daily Mail". "Creo que lo que Weigall estaba sugiriendo era que Carnarvon estaba demasiado feliz, tal vez un poco de arrogancia de su parte, y supuestamente dijo: 'Si Lord Carnarvon entra en la tumba con ese espíritu, estará muerto dentro de seis semanas'", relató Bianchi.
Y seis semanas después, el 5 de abril de 1923, Lord Carnarvon murió en el Hotel Continental-Savoy de El Cairo, a causa de una neumonía y envenenamiento de la sangre causado por la picadura de un mosquito infectado en el rostro. Se cortó la picadura cuando se afeitaba y se le infectó. Curiosamente, la autopsia de Tutankamón encontró una lesión en la mejilla izquierda del faraón, en el lugar exacto donde el mosquito había picado a Carnarvon.
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Aunque impactado, Carter se mostró escéptico ante tales malos augurios, pero informó en su diario un relato "extraño" de que en mayo de 1926 vio chacales del mismo tipo que el Anubis, el guardián de la tumba, por primera vez en más de treinta y cinco años de trabajo en el desierto. También dijo que una cobra, el símbolo de la monarquía egipcia, irrumpió en su jaula de pájaros y su canario murió en sus fauces.
La novelista Mari Corelli había advertido públicamente sobre la apertura de la tumba y el renombrado creyente sobrenatural Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, apoyó la teoría de la maldición del faraón, diciendo que había sido causada por "elementos" creados por los sacerdotes de Tutankamón para proteger la tumba real.
La fiebre por la "maldición de los faraones" fue tan masiva que hasta el supersticioso Benito Mussolini, que recientemente se había convertido en líder de Italia, ordenó el retiro inmediato de una momia egipcia del Palazzo Chigi en Roma.
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"Maldito sea el que mueva mi cuerpo. A él vendrán fuego, agua y pestilencia"
A las seis semanas de la muerte del conde Carnarvon, otro visitante de la tumba, el financiero George Jay Gould, falleció de una infección pulmonar similar. Un año después, Hugh Evelyn White, un egiptólogo que había asistido a la apertura de la tumba, se quitó la vida y dejó una nota que decía que había "sucumbido a una maldición".
En 1924, Archibald Douglas Reid se enfermó el día después de tomar una radiografía de la momia de Tutankamón y murió tres días después. Dos años más tarde, Aaron Ember, un egiptólogo estadounidense que estuvo presente cuando se abrió la tumba, murió en un incendio en su casa. Arthur Cruttenden Mace, miembro del equipo de excavación de Carter, murió en abril de 1928, después de haber sufrido pleuresía y neumonía en sus últimos años.
Después un desafortunado incidente le sucedió al amigo de Carter, Sir Bruce Ingram, después de que le regalaran un pisapapeles compuesto por una mano momificada con la muñeca adornada con un brazalete de escarabajo marcado con "Maldito sea el que mueva mi cuerpo. A él vendrán fuego, agua y pestilencia". Poco después de recibir el regalo, la casa de Ingram se incendió y se inundó poco después de ser reconstruida.
Richard Bethell, el secretario de Lord Carnarvon y la primera persona detrás de Carter en entrar a la tumba, murió en circunstancias sospechosas en 1929. Pese a todo, Howard Carter siempre se mostró completamente escéptico sobre la Maldición de los Faraones y vivió hasta 1939, cuando murió de linfoma a la edad de 64 años.