Las hijas del artista Carlos Páez Vilaró denunciaron ante Interpol esta semana que habían desaparecido cuadros que su padre tenía en el taller ubicado en la localidad de Tigre. Según trascendió, el descubrimiento del faltante de las obras se produjo durante el cotejo del inventario de los bienes del artista uruguayo, fallecido el 24 de febrero pasado. “Papá era muy ordenado con este tipo de cosas. Tenía todo guardado en un pendrive”, contó a PERFIL Mercedes Páez Vilaró, una de las hijas, que vive en Montevideo.
Según pudo saber este diario, con el correr de los días las obras faltantes pasaron de 100 a ser 48 –al cierre de esta edición–, aunque el número exacto aún no se conoce. Tanto Mercedes como su hermana Agó pudieron entrar al taller recién a fines de noviembre.
Hasta entonces, ninguna de ellas había sido autorizada a hacerlo por Annette Deussen, la tercera y última mujer del pintor. Ahora pudieron hacer el inventario y viajar a Buenos Aires. “Sólo pudimos pasar al taller. Cuando fuimos a constatar la existencia de esos cuadros, ya no estaban más”, explicó Mercedes. Resulta hoy un enigma saber quién pudo haber sido el autor del robo. A pesar de la mala relación que ellas tienen con Annette, ni Mercedes ni Agó ponen un manto de sospecha sobre “la viuda”, tal como la llaman. Se sabe que en la casa de Tigre de Vilaró viven todo el año Sebastián, uno de los tres hijos que el artista tuvo con Annette, un casero y una secretaria. PERFIL dejó mensajes a Annette y a su abogado, sin tener respuesta alguna.
¿A cuánto asciende la cifra en cuestión de los cuadros que desaparecieron? Agó dice que es difícil calcularlo. “Hay obras de 5 mil dólares y algunas de 50 mil. Depende del tamaño y de la época en que se hayan hecho”, explicó Agó. “No sólo es una cuestión de dinero –prosiguió–, hay un valor afectivo, se trata de un pincel que ya no pinta”.
Diferencias. El episodio del robo se da en medio de una interna familiar que separa a Annette de los hijos mayores de Vilaró: Mercedes, Agó y Carlos. Los problemas en la familia se intensificaron luego de la muerte del artista. “Nosotras somos muy distintas, –dice Agó–, tenemos esa mentalidad uruguaya, más tranquila y rioplatense, y la viuda es todo lo contrario”.
Casapueblo resulta hoy uno de los ejes del conflicto. “Es como si de golpe nos hubiesen puesto el Muro de Berlín”, grafica Mercedes en relación con cómo tuvieron que reacomodarse frente a ese paraíso turístico emblemático del Uruguay. “Antes de que muriera papá era una casa de arte, llena de calidez; ahora es fría, está llena de números y negocios”, agrega Mercedes.
Es que Casapueblo antes pertenecía a una sola persona, y ahora son siete los que tienen que ponerse de acuerdo para todo: los tres hijos mayores, Annette y sus tres hijos. Mercedes hace su análisis. “Annette es la tercera mujer de papá y tiene cierto recelo con nosotras, sobre todo con Agó, que es quien continúa el legado artístico”. Y el cruce de generaciones es un tema. “Pensá que los hijos de la viuda tienen la edad de mis nietos. Yo ya soy una mujer grande, voy a cumplir 60. Es complicado, ellos no vivieron la época de lucha de papá cuando hizo Casapueblo y, naturalmente, no le dan el mismo valor que nosotros”, finaliza Agó.