Más allá de las “dinastías” de jugadores de polo como Cambiaso, Novillo Astrada, Stirlingh, Castagnola, Cavanagh, Mac Donough, Zavaleta o Laprida, por citar algunas, también existen otras familias ligadas al deporte de los reyes. Se trata de las familias que se dedicaron a fabricar y proveer los elementos necesarios para que los jugadores alcancen su máximo rendimiento en la disciplina.
Si bien cada familia se dedicó a un rubro específico, los Fagliano a la elaboración de botas de polo, los Zappala a los tacos y Carquelli a las monturas, comparten las mismas características de negocio que les dan un plus por sobre los productos fabricados en serie. Participan varias generaciones, todos los elementos son artesanales y elaborados en sus talleres, poca cantidad de empleados y el “boca a boca” como estrategia publicitaria. Ademas de tener en sus listados de clientes a los mejores polistas argentinos y del mundo, estas empresas familiares también cuentan entre su clientela a distintas de celebridades internacionales. Así es como también figuran los actores Tommy Lee Jones o Will Smith, o representantes de la nobleza europea como el príncipe Harry de Inglaterra, o de países como Brunei o Malasia. Se trata de aquellos fanáticos de la disciplina que llegan a esta parte del mundo para conocer de cerca y disfrutar del mejor polo. Tal como ocurre ahora con el 126º Abierto Argentino de Polo HSBC, el campeonato internacional más importante y el quinto más antiguo del mundo.
Suela, punta y cierre. Apenas se ingresa al local de la familia Fagliano en Hurlingham, en el oeste del Gran Buenos Aires, el aroma a cuero impregna el aire. El escenario se completa con estanterías repletas de botas hechas a mano, cueros apilados en las mesas de trabajo, máquinas de costura y cientos de hormas con los talles de calzado de los mejores polistas del mundo.
“Tras la llegada de mi bisabuelo Pedro desde Italia, en 1884, luego de vivir en La Boca, se instaló en Hurlingham, donde inauguró la fábrica y el negocio en 1892”, explica Germán Fagliano, quinta generación de la familia. “Siempre mantuvimos la misma calidad de los productos, la hechura y el cosido de la suela a mano y la utilización del cierre a cremallera desde 1930”, agrega el joven artesano.
La recomendación boca a boca es la estrategia más efectiva para estos artesanos
Si bien Rodolfo (de 90 años y abuelo de Germán) pasa todos los días por el taller para controlar la calidad de los cueros utilizados o dar alguna recomendación; sus dos hijos, Héctor y Eduardo, están al frente de la empresa familiar. Además de Germán, también los acompañan Nicolás y Lucas, sus hijos. Entre todos mantienen la esencia del producto en el que la manufactura artesanal de las botas los colocó en lo más alto del rubro. “Todos hacemos de todo en el taller, pero cada uno tiene una especialidad. En mi caso, por ejemplo, además de unir las piezas de cuero, me encargo de la atención de los clientes y el manejo las redes sociales”, completa el zapatero artesanal.
Fustas y monturas. Jorge Carquelli, al frente de la talabartería La Fusta, cuenta que la fabricación de monturas para deportes ecuestres la inició su bisabuelo Raúl, en 9 de Julio. Décadas más tarde, se instaló frente al Hipódromo de San Isidro. “Además de las monturas, en nuestro taller fabricamos otros elementos como cabezadas y las cinchas para sujetarlas al caballo. En el caso de las monturas, usamos materiales livianos para la fabricación del armazón de las monturas de polo”, explica Jorge. La firma tiene dos talleres, uno de reparaciones en el propio local frente al hipódromo, y otro más grande del otro lado de la Panamericana. “En total trabajamos nueve personas, incluidos mi hijo Matías, que se sumó hace seis años, y los dos montureros. Toda la manufactura es artesanal y utilizamos cueros nacionales, que son los mejores”, señala el talabartero. Al igual que la familia Fagliano, entre sus clientes figuran polistas locales y extranjeros. “Con los abiertos, llegan jugadores de todo el mundo para llevarse equipos completos. También llegaron algunas celebridades”, afirma, sin revelar los nombres. Respecto a la estrategia de ventas, Carquelli cuenta que su abuelo Eduardo nunca lo dejó publicitar la marca. “La recomendación de los clientes es la mejor publicidad, y a la vista de los resultados, creo que no se equivocó”, dice.
Caña y cigarro. A diferencia de las empresas anteriores, en Casa Zappala solo dos generaciones de la familia, por ahora, forman la compañía. Héctor, el padre, y su hijo Jonatan. La historia comenzó en los 80, cuando Héctor continuó con la reparación de esta herramienta fundamental para el juego. “Después de aprender el oficio, seguí con la fabricación de tacos por mi cuenta”, relata. “Para diferenciarme de los demás fabricantes, comencé a usar unas cañas que traía desde Malasia. Ahora traigo desde Indonesia”. Según explica, son cañas más flexibles. Desde el taller de la empresa en General Rodríguez, explica que “el 95% del taco es artesanal y muy personal, sobre todo. No se compra en cualquier lado. Si bien hay patrones estándar, los polistas nos dan sus especificaciones para hacerlos a medida”, agrega.