Pese al rechazo generalizado de todo el arco opositor, el jueves pasado la Legislatura porteña aprobó los nuevos códigos Urbanístico y de Edificación para la Ciudad de Buenos Aires. Con mayoría absoluta en el recinto, el oficialismo aprobó las normativas que, según estiman desde el Ejecutivo, serán una herramienta fundamental para determinar cómo crecerá la Ciudad en los próximos años. Cuáles serán los lineamientos sobre cuánto y dónde construir, y los materiales de construcción.
Consultados por PERFIL acerca de los pros y contras que ofrece la nueva normativa, tres especialistas en urbanismo y una ONG ambientalista dan su opinión al respecto.
“Era una asignatura pendiente modernizar los códigos, sobre todo porque eran viejos y había que replantearse la Ciudad desde otra óptica. De todos modos tengo mis reservas. Más allá del negocio, me hubiese gustado que se contemple la posibilidad de contar con más alturas en diferentes lugares de la Ciudad. Que no quede acotado a determinadas zonas”, asegura Pablo Manes Marzano, consultor en Real Estate. “No me gusta que la Ciudad sea uniforme, y solo las torres pueden romper con esas estructuras de uniformidad urbana”, agrega.
Para Roberto Converti, director de la carrera de Arquitectura de la UADE, la sanción de estas leyes “es una correcta actualización sobre la normativa urbanística y de edificación de la Ciudad tratada en el marco de consensos con vecinos, instituciones académicas, expertos y organizaciones comunales”.
No me gusta que la Ciudad sea uniforme, y solo las torres pueden romper con esas estructuras de uniformidad urbana”, agrega.
Y agrega que “las actualizaciones de códigos son necesarias en tanto respondan y solucionen las condiciones de evolución de usos y comportamientos ocurridos en las ciudades. Nada es igual en la vida ciudadana con el paso del tiempo. La planificación de la forma y función de las ciudades debe recoger esas transformaciones”.
Por su parte, Guillermo Tella, arquitecto y doctor en urbanismo, señala que el nuevo código reemplaza al de Planeamiento Urbano “a través de distintos instrumentos de participación que aseguran la formulación conjunta y la adecuación de las normas a las expectativas de los habitantes. Para ello se reconoce la ciudad construida, su forma, sus áreas identitarias y las futuras expansiones urbanas que consoliden su diversidad sociocultural”.
También sostiene que “el completamiento del tejido disgregado y la jerarquización de esquinas hoy deprimidas son directrices también consideradas, que poco a poco irán orientando el crecimiento de la Ciudad. Su regulación desde criterios morfológicos es la clave para homogeneizar la forma que adquiera cada uno de los barrios”.
Críticas. Desde el Observatorio del Derecho a la Ciudad expresaron su rechazo a las nuevas normativas. Entre diferentes puntos, la organización ambientalista destaca que “el debate se inicia con una planificación de la Ciudad desactualizada, sesgada y careciente de un modelo territorial”.
Y que “tanto el Código Urbanístico como el de Edificación fueron formulados con y para los desarrolladores inmobiliarios”. Para la ONG “el blanqueo inmobiliario y el aumento de la capacidad constructiva que promueven el Código Urbanístico induce al aumento estimativo de la población de la Ciudad a seis millones de residentes y, al mismo tiempo, no generará que disminuya el precio de las viviendas”.