SOCIEDAD
Revelaciones del informe de Unicef

Desigualdad en el interior de la pobreza

Prácticamente la mitad de los chicos de Argentina son pobres. Y el panorama se agrava mucho más si los jefes de familia tienen empleos informales.

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Hambre. El sobrepeso es un tema que está ligado a la situación económica de vulnerabilidad. | Cedoc Perfil

La cifra dolorosa de 5.6 millones de niños pobres en la Argentina, que reveló el último informe de Unicef, se agrava todavía más cuando la mirada se sumerge en las desigualdades hacia el interior de la pobreza. Sebastián Waisgrais, especialista en monitoreo y evaluación de programas de Unicef, y Jorge Paz, investigador del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde) enfatizaron que al repasar las cifras “lo primero que uno percibe son también diferencias entre pobres”.

En aquellos hogares monoparentales o con padres desocupados la pobreza llega casi al 85% de los niños. Una tendencia que también continúa en aquellos en los que los padres son cuentapropistas o no cuentan con un trabajo en blanco”. Otro elemento a tener en cuenta es que “la educación primaria de la jefa o jefe de hogar es uno de los indicadores que determinan el nivel de pobreza durante la infancia y la adolescencia. Una niña o un niño que vive al cuidado de un jefe o jefa de hogar que no ha completado la educación primaria, tiene un nivel de pobreza monetaria 4 veces más elevado que aquel cuyo adulto a cargo tiene secundaria completa o más”. Datos, todos, que debieran servir de orientación a la hora de formular políticas públicas. Con un resultado que se desprende del análisis: más allá de los métodos utilizados para medir la pobreza, especialmente como cuando sucede en este caso, que es por ingresos, siguiendo al Encuesta de Permanentemente de Hogares, para el último trimestre de 2016, “la existencia de transferencias económicas puede marcar o no que alguien esté de un lado u otro de la línea que delimita la diferencia”.<

Hay que señalar que todo el informe se apoya en datos del Indec. “La idea -explica Waisgrais- fue ver qué había atrás de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares. Cuando vemos los datos, vemos que del 30% de pobres de la población, se va a un 47% para niñez y adolescencia. Son 18 puntos más. Hay que pensar que en total hay unos 13 nillones de chicos. En tema de pobreza extrema, incluso, la proporción aumenta más. Los niños en la pobreza extrema son casi un 11% del total”. Paz agrega que “se puede suponer que estos números aumentarían aún más si se toman ciertas poblaciones rurales, que no llegan a la encuesta”.

Diferencias entre pobres. En informe divide por edades a los niños pobres y llega a la siguiente conclusión: “si se segmenta la población de niños en tres grandes grupos de edad se observa que la incidencia mayor de la pobreza se verifica para el grupo de 13 a 17 años (51%), seguido por el grupo de 5-12 (48%) y 0 a 4 años (45%). Las disparidades entre sexos son menores si se observa la pobreza general, pero si el acento se pone sobre la pobreza extrema, son los varones los que tienen tasas de pobreza más elevadas, excepto en el grupo de 0 a 4 años de edad, donde hay una clara desventaja por parte de las niñas”.

Los investigadores subrayaron las fuertes disparidades en el interior de los hogares más pobres. Si bien la pobreza afecta al 47,7% de los niños, niñas y adolescentes, la tasa aumenta al 85% cuando el niño reside en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado, al 64% cuando es inactivo, y al 65% cuando es un asalariado informal. La pobreza infantil también es mayor en hogares donde la jefa es mujer (55,3%), el jefe o jefa tiene un bajo nivel educativo (72,5%) o es menor de 25 años (51,6%)”.

Existe además una gran concentración de los niños pobres en los estratos de ingresos más bajos. Así, el ingreso promedio del 20% más pobre de la población es de $ 7.800 y por debajo de ese ingreso familiar se encuentra el 96% de los niños que están en la pobreza extrema. Esto conduce a predecir que cualquier modificación positiva respecto de la línea de pobreza extrema (por aumento en los ingresos o reducción del valor de la canasta) provocaría una gran reducción, debido a lo empinado de la distribución en torno a ese punto.

Precisamente, el informe culmina con algunas sugerencias de políticas públicas. Transferencias como las de la AUH siguen estableciendo diferencias significativas: “Por ejemplo, las transferencias que perciben los grupos en mayor riesgo o vulnerabilidad (madres jóvenes, con bajo nivel educativo y problemas de inserción laboral) reducen la pobreza extrema en valores que oscilan entre un 32% y un 36%, mientras que las transferencias que perciben personas también pobres, pero con ingresos más altos que los anteriores, tienen un efecto menor sobre los niveles de pobreza, que oscilan entre un 9% y un 10%. En cualquier caso, y teniendo en cuenta el actual espacio fiscal, podría analizarse cuál es el incremento necesario en las asignaciones monetarias para reducir la pobreza extrema”, dice el informe.

La idea de pobreza tiende a complejizarse, y a su vez hace aún más complejas las soluciones posibles. Una mirada multidimensional permitiría establecer política con efectos aún más eficaces: “hay consenso a nivel internacional -dice el informe - sobre que, si bien las mediciones de la pobreza basadas en el ingreso de los hogares son relevantes, es necesario también incluir en el análisis dimensiones que trascienden los aspectos monetarios del bienestar, como la vivienda, el saneamiento básico, vivir en un entorno de protección y otros aspectos de la vida de las personas. Por ello es tan importante avanzar en la medición multidimensional de la pobreza infantil y generar políticas que consideren su estructura y los múltiples factores que la determinan”.