Esta semana, el espejo del examen internacional conocido como PISA devolvió una pálida imagen de la educación argentina. Más allá de consignas y eslóganes, ¿por qué se dio semejante resultado, con Argentina en el puesto 59 sobre 65 países? Y mejor, ¿cómo se revierte?
En primer lugar, lo que salta a la vista es que en promedio no se evalúa lo mismo, como se puede ver en los ejemplos colocados en esta misma página. “Las preguntas PISA evalúan saberes complejos, algo muy lejano a lo que la escuela argentina enseña en la actualidad; PISA muestra lo que debería hacerse pero no se hace”, dice Melina Furman, investigadora del Conicet en la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. “Incluso son cosas que están en las currículas, pero por diversas razones no se cumple”.
Entre esas razones, la falta de actualización de los profesores, que siguen en muchos casos el modelo de educación del siglo XX, en el que predomina la memoria. Sigue Furman: “Lo que deberían poder hacer los chicos es evaluar análisis de datos, ver los problemas y sacar conclusiones muchas veces a lo largo de la escolaridad. En toda América latina se sigue la vieja tendencia memorística con poco razonamiento complejo”. Ella trabaja en el entrenamiento de docentes, que tampoco fueron formados para educar bien a los chicos.
Lo hace en el programa Escuelas del Bicentenario, y el entusiasmo los gana a todos porque tampoco es tan difícil y es tanto más divertido. “Existe una formación muy enciclopedista. Si no enseñan qué es un vertebrado, las categorías, creen que no están enseñando. El tema es que el pensamiento científico no es contenido sino una manera de pensar, pero es antiintuitivo para ellos.”
Cómo revertir. Para cambiar la tendencia también se puede recurrir a neuroestrategias, en las que se aproveche la gran cantidad de información que se genera –también en la Argentina– sobre cómo aprende el cerebro. Por ejemplo, se podría aplicar lo que comprobaron Fabricio Ballarini y el equipo del laboratorio de memoria de la Facultad de Medicina de la UBA con el que trabaja: “Es notable que docentes y directivos creen que el problema son los chicos, su falta de atención y de estímulos, que el colegio no los divierte, que aprenden por otros medios, que las computadoras... Eso existe, sin duda, pero se pueden elaborar estrategias para modificarlo”, dice. Ballarini trabaja a partir de la novedad: sacar a los chicos de la rutina y de los contextos hace que ciertos conceptos se fijen más en la memoria; ya probaron que funciona en chicos de primaria, secundaria y universidad (y en realidad para cualquiera, ¿o no recuerdan todos qué estaban haciendo el 11 de septiembre de 2001?).
Como Furman, genera mucho entusiasmo en los docentes: el miércoles pasado, la jornada Educando al Cerebro tuvo 400 cupos agotados y apoyo del Conicet. El trabajo innovador de Ballarini fue publicado en una revista científica internacional y no sólo tuvo repercusiones en este diario, sino en la BBC y otros medios europeos, algo que no debería desaprovecharse. “No es que los chicos argentinos sean malos o estemos ante una mala generación, sino que simplemente les estamos enseñando otras cosas, rinden sobre
la base de lo que se les enseña”, completa.