En el barrio de Almagro están los únicos guerreros shaolin argentinos. Daniel Vera (46) y Yamila Melillo (41) protegen una cultura china que tiene más de 1.500 años, en su escuela Quan Fa Guan, donde “enseñan una filosofía de vida” y es la sede de la Asociación Sudamericana de Shaolin, la cual Vera preside.
Ellos son pareja hace 15 años, tienen una hija de 4 años y desde 2011 son discípulos de Shi De Yang, uno de los 200 monjes que viven permanentemente en el templo de la provincia de Henan, y que tiene la misión de propagar la cultura oriental por el mundo. “La gente está muy interesada en China y ellos están recorriendo el planeta para darse a conocer; todos tenemos un chino atendiendo un supermercado en la cuadra de nuestra casa”, dijo Vera a PERFIL al hablar sobre una cultura en permanente expansión y que el pasado fin de semana celebró su Año Nuevo y recibió a más de 800 mil personas, en Belgrano.
Símbolo. Vera y Melillo están sentados con las piernas cruzadas y los dos están vestidos con el uniforme shaolin: una camisa y pantalón sueltos de color naranja. Vera tiene la cabeza rapada. “Es el símbolo del despojo material”, según explicó. “Cuando el alumno se recibe, se tiene que afeitar”, agrega. “Cuando se hace el ritual, se entiende el sufrimiento por el apego a determinados elementos y encontramos el equilibrio espiritual”, explica Melillo, quien se rapó en su graduación y hoy luce un enrulado pelo rubio hasta los hombros.
“El shaolin es una filosofía que fusiona la meditación con las artes marciales y se enfoca en la salud, la serenidad y el respeto hacia los demás”, cuenta Vera sobre un estilo de vida milenario que nació en las montañas chinas que dominaban los emperadores. A lo largo del tiempo, los monjes se perfeccionaron como guerreros y participaron en campañas militares de la dinastía Tang.
Sin embargo, “hay que tener un corazón compasivo como Buda y el combate se transformó en una técnica más de yoga”, afirma Melillo. “Para los chinos, las artes marciales son como el fútbol para nosotros”, dice Vera sobre los torneos que se organizan en varias regiones; ellos participaron de algunos en sus viajes al templo de Henan, en 2012 y 2016. La última vez que estuvieron en los montes chinos fue con un grupo de 24 alumnos, donde “durante un mes nos levantamos a las 6 de la mañana para entrenar”, cuenta la “pareja shaolin” sobre una rutina en la que corrían por la montaña, meditaban y ejercitaban hasta entrada la noche. “Lo más complicado es acostumbrarse a la comida, allá se desayuna arroz con verduras”, recuerda Vera.
Diplomacia cultural. Pero su historia shaolin nació hace tiempo. Vera cuenta que practica hace más de treinta años y Melillo hace 18, cuando Vera fue su primer maestro. En 2009 se propusieron ser discípulos de Shi De Yang y lo lograron en 2011, luego de una ceremonia en la que debieron recitar de memoria 72 versos en chino. Junto a ellos, también fue iniciado el español Bruno Tombolato, quien también difunde esta expresión cultural por Europa.
De aquella experiencia, se forjó la Asociación de Shaolin en Sudamérica, de la que forma parte Fernando Huanacuni, actual canciller de Bolivia. La sede central de la asociación se encuentra en la escuela de Vera y Melillo. Allí ellos ilustran a más de cien alumnos sobre las costumbres orientales, no solo del Kung Fu y la meditación, sino también confeccionan las ropas típicas shaolin, escuchan sus canciones y toman té. El próximo agosto, la escuela también recibirá por primera vez a varios monjes Shaolin que vendrán al primer festival con asistencia oficial.