La abuela Gloria tiene 79 años y un prontuario sorprendente. Hace dos décadas que obra de la misma manera: droga a sus víctimas con un potente ansiolítico que lo disuelve en el café y luego intenta apoderarse de sus bienes. Ya fue juzgada y condenada dos veces a tres años y nueve meses de prisión entre 2005 y 2008, y en poco tiempo deberá enfrentar un nuevo juicio por tres casos de robo más.
Gloria Aurora Panucci, también conocida como “Martha”, está presa desde octubre pasado. Pese a su avanzada edad le negaron el beneficio del arresto domiciliario y se estima que seguirá detenida hasta el juicio oral y público.
Su aspecto recuerda a “Yiya” Murano, la envenenadora de Monserrat que entre febrero y marzo de 1979 le puso cianuro al té y mató a dos amigas y una prima a las que les debía dinero, aunque Gloria -vale aclarar- no mató a nadie. De estatura media, pelo blanco y corte carré, anteojos de marco ancho y sonrisa triste, esta abuelita de 79 años buscaba a sus víctimas en los cajeros de los bancos, los bares y las plazas. Se acercaba a ellos con la excusa de ayudarlos y más tarde que temprano los invitaba a tomar un café.
Desde principios de los años 2000 Gloria opera de la misma manera. Y con la misma droga: Alprazolam, un fármaco que trata los trastornos de ansiedad y pánico.
El 20 de agosto de 2007, cuando tenía 66 años, la detuvieron en el departamento de una de sus víctimas, ubicado en la calle Muzilli al 5900. Ya tenía antecedentes y una condena en suspenso a tres años de prisión. En este caso simuló estar descompuesta cuando llegó el hijo del hombre que horas antes había conocido en un bar del barrio de Mataderos y que estaba completamente desvanecido en el piso por el efecto de la pastilla que le había puesto en la bebida.
“Tomamos algo y nos hizo mal”, le aclaró de entrada. De esa manera intentó explicar la extraña situación, pero su versión no cerró por ninguna parte. La casa estaba revuelta, la mujer había guardado en su bolso varias cosas de valor que pensaba llevarse y además escondía dos frascos con pastillas.
Por este hecho, el 26 de noviembre de 2008, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de la Ciudad de Buenos Aires la condenó a un año de prisión por el delito de robo en grado de tentativa. Como Panucci tenía una condena anterior a tres años de prisión en suspenso que había sido dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal N°12, el 14 de junio de 2005, recibió una pena única de tres años y nueve meses de cárcel.
Gloria fue asistida por una defensora oficial que recurrió la sentencia al entender que no existían en la causa “probanzas suficientes para acreditar la participación de su asistida en el hecho investigado ni la pena impuesta”. La abogada cuestionó el modo en que el tribunal valoró las evidencias y la relevancia otorgada a los dichos del hijo del damnificado frente a los de la acusada, pero como la Justicia rechazó sus argumentos, la abuela Gloria la terminó responsabilizando a ella.
El 13 de marzo de 2009 Hilario Lagos se hizo cargo de su defensa. Sin embargo, seis meses después renunció al recibir un duro escrito de su clienta que él interpretó como “violencia moral” sobre su persona.
La más odiada
Panucci es una persona “violenta y problemática”. Al menos así la recuerdan sus vecinos del edificio de la calle Ramón Falcón al 3300, en el barrio porteño de Floresta. La abuela se mudó allí en el año 2020, en plena pandemia. Se instaló en el departamento del octavo piso que supuestamente es de uno de sus nietos.
Hasta octubre pasado, cuando fue nuevamente detenida, había tenido conflictos con el encargado, propietarios, inquilinos y hasta los empleados de seguridad del edificio. Los vecinos no solo la increparon varias veces sino que además la filmaron. Aseguran que ella rayaba los autos y que no dejaba ingresar a familiares de moradores al edificio. Casi todos sabían de sus antecedentes. Y se lo hacían saber cada vez que podían.
“Soy Martha”
La abuela Gloria decía que era viuda de un marino de la Armada Argentina y que cobraba una importante pensión. Ante sus futuras víctimas se presentaba con otro nombre: “Me llamo Martha”, les decía. Los tres robos que se le imputan en la nueva causa ocurrieron entre diciembre de 2023 y agosto pasado en los barrios de Mataderos, Liniers y La Paternal.
Dos mujeres, una de 79 años y otra de 78, y un hombre de 82 fueron engañados por esta abuela que al principio parecía adorable y solidaria, pero que en realidad tenía otras intenciones.
El 18 de diciembre invitó a tomar un café a la confitería Ocaña de la avenida Juan Bautista Alberdi a una mujer que estaba haciendo un trámite en un banco de la zona. Le puso un somnífero en la bebida pero no pudo robarle dinero porque lo había escondido en una media.
La víctima se desvaneció en el local y fue llevada de urgencia al Hospital Santojanni, donde los médicos corroboraron que tenía un “deterioro sensorial por intoxicación medicamentosa”, por lo que fue sometida a un lavado de estómago.
Panucci fue identificada por los videos de la cámaras de seguridad de la confitería, en la que incluso se alcanza a ver el momento en el que disuelve una pastilla en uno de los vasos de café.
El 7 de julio pasado se acercó a un hombre viudo que conoció en la Iglesia Santa Rita del barrio de Floresta. Fueron juntos hasta Molina, el café y panadería de la calle Elpidio González 2806. Se sentaron en una mesa de la vereda y el anciano se desvaneció. Cuando despertó advirtió que le faltaba plata de su billetera y las llaves de su departamento.
Rápida, la abuela Gloria ingresó a su propiedad pero cuando había conseguido apoderarse de 155 mil pesos y unos pocos dólares y euros fue demorada por agentes de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires gracias al llamado de un vecino que la vio cuando estaba abriendo la puerta.
Panucci dijo que era la empleada doméstica. Pero no supo decir para quién trabajaba. En su cartera llevaba 33 pastillas de color blanco, otras cuatro fragmentadas en cuartos y dos en medios.
Pese a que esa fue su segunda imputación en el término de siete meses, la jubilada no fue a la cárcel y pocas semanas después volvió a caer por un nuevo golpe. En este caso fue en el barrio de Liniers. El 20 de agosto le tocó el timbre a una mujer de 78 años que conocía del barrio. “Hola soy Martha, ¿no me convidaría un café?”, le preguntó.La dueña, confiada, le abrió la puerta de su departamento del segundo piso.
Se sentaron en la mesa y minutos después la anfitriona se descompensó repentinamente. Panucci la acompañó hasta la habitación. Eran cerca de las 12 del mediodía. Recién al otro día, a eso de las 16, la mujer despertó. Había dormido 28 horas. Su perro también había sido drogado.
Enseguida advirtió que le habían robado. Faltaban 100 mil pesos, una cadena de oro de 18 kilates con un dije, una gargantilla con engarces de plata, cinco frascos de perfume (dos Christian Dior, un Paco Rabanne y un Carolina Herrera), y hasta una horma de queso y otra de jamón.
Panucci escapó pero siguió dando vueltas por el barrio hasta que un día la víctima se la cruzó y dio aviso a la comisaría 9B de la Ciudad. Por tercera vez fue detenida y liberada. Sin embargo, el 16 de octubre pasado la jueza Elizabeth Paisan ordenó su detención, le dictó el procesamiento con prisión preventiva y la dejó a un paso de un nuevo juicio en su contra.
"Me dijo que iba a tomar viagra"
Gloria Panucci nunca reconoció sus fechorías ni pidió perdón. Ni cuando fue condenada hace 19 años ni ahora que fue nuevamente acusada por una serie de robos.
En la causa que investiga la fiscal en lo Criminal y Correccional N°41, Silvana Russi, la anciana solo declaró al ser indagada por el caso que tuvo como víctima al viudo de 82 años, en un hecho ocurrido el 7 de julio pasado en la iglesia Santa Rita del barrio de Floresta.
Panucci aseguró que había conocido al hombre hacía tres meses. Dijo que aquel día él le dio las llaves para que fuera a su casa y lo esperara. A los vecinos que la vieron en el edificio y le preguntaron quién era, Gloria les dijo que era “una amiga” porque supuestamente al hombre no le gustaba que supieran que tenía parejas. “Yo no le di ninguna pastilla, lo que sí recuerdo es que él tomó una pastilla para la descompostura cuando tomamos el café y me había dicho que iba a tomar viagra […] Niego terminantemente el hecho que se me imputa”, declaró.
Sin embargo, la fiscal entendió en el requerimiento que su versión “no encuentra respaldo en ninguna de las pruebas recolectadas durante la investigación”, y recordó que el propio damnificado, al declarar, señaló que “apenas conocía a la imputada, que jamás había ido a su domicilio y que nunca le había entrado las llaves de su vivienda”. Para Russi está acreditado que “la imputada ejerció violencia sobre los damnificados con el fin de desapoderarlos de sus pertenencias”.