A un siglo de distancia, la historia de Marcelo Torcuato de Alvear, el niño rico que tenía el futuro asegurado, pero se sentía más a gusto con la transgresión, despliega decenas de ribetes que podrían mantener en vilo a las audiencias cinematográficas más exigentes.
Era pintón, abogado y heredero de lo que en la década del 20, hace 100 años, era una inmensa fortuna, 600.000 pesos de moneda nacional.
Le gustaba el tiro, la ópera, los deportes y durante 8 años persiguió por varias ciudades del mundo a una cantante lírica portuguesa que le partía el corazón hasta que, en el Teatro Real de San Carlos de Lisboa, la tierra de Regina Isabel Luisa Pacini, la exitosa soprano salió a escena para encontrarse con un único espectador: Marcelo T de Alvear, que le dijo: “¡Hoy cantas para mí!". El político radical había comprado todas las entradas para pedirle matrimonio al final de la función. Se casaron en 1907, a pesar de que un telegrama con 500 firmas políticas había llegado desde Buenos Aires para oponerse a la boda.
La sangre noble de Marcelo Torcuato de Alvear se hundía en las raíces del Virreinato del Río de la Plata, con Don Diego de Alvear y Ponce de León, Brigadier de la Armada Española y bodeguero. Sí, las Bodegas Alvear enroscan sus sarmientos hasta los viñedos de Montilla, en la Córdoba española.
En 1774, la puja entre España y Portugal por quedarse con Colonia del Sacramento (la actual Colonia) trajo a ese primer Alvear hasta Buenos Aires. Aquí se casaría, en 1781 con una jovencita porteña María Josefa Balbastro, la madre de sus nueve hijos.
Sin embargo, hay una leyenda cada vez menos negra, que hace del primer Alvear del linaje el padre natural de, nada más ni nada menos, José de San Martín, el prócer número uno de la patria.
Aparentemente, el éxito de los Alvear con las mujeres venía de larga data y, si la historia es cierta, Don Diego de Alvear habría engendrado al Libertador de los Andes en una relación fugaz con una aborigen guaraní, Rosa Guarú, que dio su hijo al entonces gobernador de Yapeyú, Juan de San Martín, para que lo criara como propio.
Más que un chimento, esta historia alcanzó cierto crédito ya que suma un mestizo –pero no cualquiera- a la rancia genealogía patricia de los Alvear. El 4 de octubre del año 2006, del tema fue considerado “de interés” por la Cámara de Diputados de la Nación”, y aguarda su turno.
Marcelo T. de Alvear hace 100 años
Lo que nadie puso en duda es que Marcelo T. de Alvear era nieto de Carlos María de Alvear; hijo de Torcuato de Alvear, el primer intendente que tuvo Buenos Aires; y hermano de Carlos Torcuato de Alvear. Sí, derrochaba linaje, galeras y riquezas por todos los poros.
Marcelo Torcuato de Alvear nació el 4 de octubre de 1868 y estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires cuando el grito de la estudiantina le encendió la sangre que corría por sus venas azules.
Sin saber exactamente porqué siguió a Angel Gallardo, Antonio Ibarguren y otros muchos “insurrectos” hasta el histórico meeting del bar Jardín Florida, el 1 de septiembre de 1889, en donde nació la Unión Cívica de la Juventud.
Tanto se deslumbró con Leandro N. Alem –y viceversa- que puso a su disposición brazos y billetera y terminó involucrado en la Revolución del Parque que desencadenó la renuncia del entonces presidente Miguel Juárez Celman (concuñado de Julio Argentino Roca).
Más aún, nunca había experimentado nada semejante y, ya dentro de la flamante Unión Cívica y, poco después, de la Unión Cívica Radical, la bravura política de “esta nueva ola” lo enfrentó con su propia clase, que miraba con cierto desprecio su simpatía y falta de visión por vincularse con un partido popular “tan efímero”.
Marcelo T. de Alvear y la grieta
Así las cosas, le pareció protagonizar su propia película de acción ese día de 1893 en que se sintió más cerca de su ilustre antepasado, el brigadier Don Diego de Alvear y Ponce de León, y se alzó en armas contra “el Régimen” al mando de una tropilla de 75 hombres: tomaron la comisaría de Temperley y la estación, pero terminó preso.
Cada vez más próximo de Hipólito Yrigoyen, 17 años mayor, fue incluso su padrino de armas durante el duelo que el prócer radical sostuvo con Lisandro de la Torre, en 1897.
Avezado tirador (cofundó el Tiro Federal Argentino), también era esgrimista, nadaba en los Bosques de Palermo y montaba (co-fundó el Jockey Club). Fierrero, ganó en la segunda largada de la primera carrera de autos que se corrió en Argentina, el 16 de noviembre de 1901, compitiendo en el Hipódromo Argentino contra un único contrincante, el barón de Anchorena.
Pero ese asunto de las armas, parecía serio. Tanto, que Yrigoyen, ya presidente, lo quería para Ministro de Guerra, pero Alvear prefirió una banca de diputado y finalmente, la Embajada en Francia (1917-1922), jugando un papel que lo terminó distanciando de Yrigoyen, quien bregaba por la neutralidad argentina durante La Primera Guerra Mundial, mientras Alvear insistía con que si el país no se involucraba, quedaría fuera del futuro orden mundial.
Marcelo T. de Alvear inauguró su Presidencia
Yrigoyen lo convenció de que lo sucediera en el sillón de Rivadavia, y sin haber tenido que hacer una campaña presidencial para que lo votaran, dejó París sin escalas hacia la Casa de Gobierno, elegido por el voto popular de los hombres argentinos, los únicos votantes de entonces. Yrigoyen lo había palmeado suponienndo que su delfín sería su manera de seguir en el poder, pero se llevó una sorpresa.
Lejos del “Alvear administra e Yrigoyen dirige la política”, llegó al gobierno dentro de un partido político popular, pero despolitizó su gabinete y se alejó del Yrigoyenismo. Se rodeó de 8 ministros que eran materias grises en lo suyo y los dejó hacer, en las antípodas de su padre político, que nunca había dado un discurso ni confiaba demasiado en su entorno.
Dicen algunos analistas, que con Marcelo T. de Alvear comenzó la grieta argentina que volvió a hacerse contundente durante la presidencia de Mauricio Macri, que llegó al poder en el año 2015, liderando Cambiemos, una alianza electoral mayoritariamente integrada por la Coalición Cívica ARI, la Propuesta Republicana y la Unión Cívica Radical.
La grieta política que inauguró Alvear
Marcelo T. de Alvear “alvearizó” el radicalismo que él mismo ayudó a fundar aplaudiendo a Leandro N. Alem en el amanecer del siglo XX, generando una grieta entre los seguidores de su padre político, los Yrigoyenistas “personalistas”, y su propia hueste, los “antipersonalistas”.
Yrigoyen había llegado a la presidencia porque representaba a muchos: radicales, populares, clase media desgajada e incluso a las clases altas.
Alvear, en cambio había llegado con el respaldo de su mentor político, pero no representaba a todos, no podía dejar de ser el niño bien que había llegado a la presidencia de la mano de un partido popular cuando disfrutó sintiéndose antioligárquico.
Sin embargo, Alvear no dudó en distanciarse de sus mentores, al menos durante unos años, rematados por la torpeza de haber apoyado inicialmente, desde Francia, el golpe institucional de 1930. Un corte que inició Marcelo T. de Alvear y agrietó al país desde hace exactamente un siglo. No pasó mucho tiempo y a él también se le vino en contra.
La bonanza de Alvear
Alvear arrancó sin dolores de cabeza gracias a la bonanza económica de la Argentina de los ganados y las mieses, el modelo agroexportador que había demostrado su eficacia en el mundo postbélico. Su gestión no se salpicó con la crisis social que debió soportar Yirgoyen y se benefició de la flamante YPF, creada por Yrigoyen para soñar con un futuro de Argentina-potencia energética.
Dejó un país que había trepado al sexto puesto mundial en renta per cápita y, durante su gestión, no quiso estatizar el petróleo.
En 1931 regresó al país para rearmar a los radicales; terminó perseguido y preso en la Isla Martín García. Dos veces más intentó ser presidente, ese mismo año y en 1937. Entre los herederos de Alem se hacían oír nuevas voces, futuras promesas: Ricardo Balbín, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), Arturo Frondizi, etc.
Salpicado también por el escándalo de corrupción en las empresas eléctricas europeas CHADE-CADE, que tenían concesiones energéticas en Buenos Aires, Alvear sólo logró ser presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical durante 11 años, hasta 1942, año en que falleció su esposa. Un año más tarde, la seguiría Alvear, cuando ya casi nadie se acordaba de que él también había sido un representante popular.
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