El 3 de junio de 1922, el presidente Hipólito Yrigoyen fundó Yacimientos Petrolíferos Fiscales, YPF. Pero la historia del petróleo en Argentina había comenzado 15 años antes, cuando los buscadores de petróleo encontraron el primer yacimiento, en la desolada Comodoro Rivadavia, el 13 de diciembre de 1907.
YPF tenía que buscar, extraer, refinar, destilar y transportar petróleo desde las bocas de tierra y mar en donde ese barro negro brotaba a borbotones.
El presidente Marcelo T. de Alvear puso a Enrique Mosconi al frente de YPF. Era militar con grado de militar, sí, pero también era ingeniero. Enrique Mosconi construyó la enorme destilería de La Plata, aun en funcionamiento. Con esa usina platense, la producción de petróleo se triplicó. Por entonces, YPF sola producía solita tantos hidrocarburos como todo el resto de las empresas privadas que operaban aquí. Durante la década infame, en cambio, la producción petrolera se estancó.
Juan Domingo Perón quiso hacer un acuerdo con la estadounidense Standard Oil, pero sin el apoyo de los sindicatos ni de su partido, la idea se frustró.
YPF era el futuro
El 24 de julio de 1958 el presidente Arturo Frondizi anunció la “Batalla del Petróleo” y el crudo pasó a ser la copa que derramaba la abundancia. De importar el 70% de lo que se consumía, Argentina logró autoabastecerse en poco más de tres años. La producción de gas y petróleo nacional se triplicó.
El presidente Arturo Illia anuló algunos de los contratos existentes porque no los consideró beneficios para los intereses argentinos, pero el estocazo lo dio Juan Carlos Onganía, presidente de facto, cuando dispuso que, si bien el petróleo argentino seguiría siendo estatal, YPF ya no tendría el monopolio.
Y así quedó. En 1991, el presidente Carlos Saúl Menem la privatizó y en 1999, la empresa española Repsol compró el 97,81% de las acciones de YPF a través de la Oferta Pública de Adquisición. Pagó por ello US$ 15.000 millones que intentó recuperar –multiplicados- cuando la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner envió al Congreso su proyecto de expropiar y nacionalizar el 51% del capital accionario de Repson YPF, cosa que se logró en mayo del año 2012.
Hoy sigue así, como empresa mixta: el estado argentino es dueño del 51% de las acciones de YPF y el resto se reparte en paquetes accionarios que cotizan en las Bolsas de Buenos Aires y Nueva York. El grupo Petersen posee 25,46%; Repsol, 6,45% y otros, 17,09%.
Hace dos años, Forbes Global 2000, le otorgó el puesto 1360 en el listado de las mayores empresas del mundo. No es el cuadro de honor, pero tampoco hay que desmerecer una logística de 92 bloques productivos y 48 bloques exploratorios diseminados por la patria, que emplean a alrededor de 72.000 personas.
YPF parte I: energía fósil
La energía de Argentina está atada a los recursos fósiles, un 90% de nuestro consumo energético se sostiene con gas y petróleo. En 1999 había un 25% más de petróleo y casi un 100% más de gas de las reservas con las que el país cuenta ahora.
¿Qué pasó? Se siguió consumiendo sin producir lo que se consumía. La vaca tiene leche, pero no se sabe cómo sacarla. O mejor dicho, los yacimientos se secan y hay que buscar el tesoro escondido en otros o bien incursionar en energías alternativas a las fósiles, como hidroeléctrica, solar, nuclear y biomasa).
En el mapa actual, sólo nos quedan reservas de petróleo para 10 años y de gas, para 8, según datos brindados por YPF. El país tiene identificadas 19 cuencas petrolíferas, pero sólo cinco son operables: Noroeste, Cuyana, Neuquina, Golfo San Jorge y Austral. En todas ellas hay 374 millones de metros cúbicos de petróleo y 315.000 millones de metros cúbicos de gas.
Dejando a un lado Vaca Muerta –que no es un yacimiento sino una formación sedimentaria depositada en un mar de jurásico-, hallada en la Cuenca Neuquina en 1931, el último gran descubrimiento de petróleo Había sucedido en El Trapial, en Neuquén, hace 31 años.
Si pensamos en gas, hay que ir más atrás todavía, cuando en 1978 asomó Loma de la Lata, también en Neuquén. A todas luces, la cuenca neuquina sigue siendo la más productiva.
YPF "Volver al futuro, parte II"
Y tiene un enorme horizonte de futuro por delante. La reciente explotación de recursos no convencionales de gas y petróleo de esquisto (shale gas y shale oil), cambió el mapa energético del mundo y también el nuestro, aunque por ahora hay más esperanzas que barriles y dólares.
Es que la necesidad es hereje y, sobre todo un buen motor. Los precios exorbitantes y siempre en alza de los miembros de la OPEP –hoy 13 países, entre los cuales sólo Venezuela y Ecuador “representan” a América- hicieron que los que se quedaron afuera, buscaran otros surtidores.
Los miembros de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tienen en sus casas el 79,4% de la producción mundial de hidrocarburos. En 2016, la familia se agrandó y sumó a otros 10 países a la alianza. Si bien no son miembros, ni votan ni están obligados a cumplir lo que la OPEP decida, participan de la mesa de negociaciones.
Son la OPEP+ y, aunque su nombre suene a streaming, hacen temblar al resto de la tribuna en vivo y en directo. Son Rusia, México, Kazajstán, Azerbaiyán, Baréin, Brunéi, Malasia, Omán, Sudán y Sudán del Sur.
Pensemos solamente en el caos energético que causó la invasión de Rusia a Ucrania y comprenderemos en qué estado se encuentra el sistema nervioso del mundo global.
“No existe capacidad en el mundo para reemplazar los 7 millones de barriles diarios de Rusia", se quejó Mohammed Barkindo, secretario general de la OPEP, cuando el conflicto bélico continuaba en vez de detenerse.
Y Argentina y el resto de los países que se quedaron afuera, veíamos pasar la pelota a un lado y otro de la red.
YPF II parte: volver al futuro con shales
El shail oil no es un invento nuevo. Ya a fines del siglo XVI se extraía aceite y brea de las rocas sedimentarias situadas a gran profundidad (lutitas) no sólo porque les atribuían efectos curativos sino también como energía del alumbrado público en Modena, Italia, por caso.
Hace 25 años, Argentina ni asomaba la nariz entre los 10 países con mayores reservas de hidrocarburos, pero este nuevo panorama nos posiciona en el cuarto puesto mundial del shale oil, con 27.000 millones de preciosos barriles, detrás de Rusia, Estados Unidos y China (Fuente Inter Press Service).
En shale gas, nadie nos pararía y hasta podríamos recuperar el famoso copete argentino: detrás de China, iríamos segundos con 802 billones de metros cúbicos esperando que los vayamos a buscar.
YPF, cuenca neuquina y futuro reconquistado
Estos recursos se encuentran fundamentalmente en la cuenca Neuquina, en la que se destaca Vaca Muerta, que es una de las formaciones de shale más promisorias del mundo. El desarrollo completo de estos recursos permitiría multiplicar las actuales reservas de petróleo por nueve y las de gas, por treinta. Esto le aseguraría al país el autoabastecimiento de hidrocarburos que alguna vez soñó.
Según una publicación del periódico británico The Guardian, YPF es responsable del 0,15% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Se trata de un promedio elaborado a partir de lo producido industrialmente entre los años 1988 y 2015.
La carrera por el shale es energéticamente ventajosa, pero cara y también contaminante. Se explota con fracking (fractura hidráulica), un procedimiento hidráulico muy costoso, que requiere mucho consumo de agua y un movimiento de suelos muy intenso, que no se sabe aún en qué podría terminar.
Pero hacia allá va el mundo. YPF, la empresa petrolera número uno del país y, la quinta en el Cono Sur, lo sabe. Y ya está grande para los pantalones largos.
