Antes que en el imaginario colectivo reconozcamos rápidamente los apellidos Barreda, Robledo Puch, Puccio, Murano y los relacionamos inmediatamente con el rótulo de “asesinos”, hubo dos hombres que fueron considerados los pioneros en el país en dejar, con sus aberrantes crímenes, la huella del horror. Uno se llamaba Domingo Cayetano Grossi y el otro, Cayetano Santos Godino (conocido popularmente como el Petiso Orejudo). Los dos eligieron como víctimas a niños inocentes.
Cuatro años antes de que comience el siglo XX, en un basural de Buenos Aires en cercanías de una fábrica, la aparición de una bolsa con el brazo de una criatura recién nacida alarmó a las autoridades, las cuales ordenaron una inspección ocular en el lugar y lograron hallar un cráneo destrozado, piernas, y el brazo restante de la víctima. La autopsia determinó que la muerte de ese bebé fue por fractura de cráneo. La investigación no arrojó resultados positivos y el crimen quedó por entonces sin resolver. Este hecho conmocionó a la prensa de la época y, por lo misterioso que resultaba, ocupó los principales titulares durante un prolongado tiempo.
"Ese crimen quedó impune, al menos por un tiempo, y fue furor en la prensa porteña. Todos los días se contaba cómo buscaban mujeres embarazadas de quienes después no se supo el destino de los bebés que tuvieron. Asimismo relataban cómo el jefe de Policía contrató a una vidente para poder dar con un asesino, todo esto aparece en el diario La Prensa", relata el licenciado en Historia, Leonel Contreras.
Dos años después en el mismo sitio, se encontró el cadáver de otro recién nacido también con el cráneo destrozado y en avanzado estado de descomposición. Este segundo caso fue el que permitió, mediante un arduo trabajo, encontrar al responsable.
En la investigación, que partió desde las telas entre las que fue hallado el último cuerpo -una arpillera y trozos de un casimir negro usado -se detectó al revisar detalladamente que el pedazo de saco tenía con numerosos remiendos hechos con género de luto tenían un notable desgaste y que en sus bolsillos había granos de anís, lo que hizo considerar a las autoridades la posibilidad de que su dueño fuese español o calabrés, ya que ellos solían tener el hábito de las semillas de anís. Fue así como con esta pista, llegaron a una casa ubicada en el barrio de Retiro, donde justamente la familia que allí residía vestía siempre de luto.
La casa del horror. La citada familia estaba compuesta por Domingo Cayetano Grossi, de nacionalidad italiana, su mujer de nombre Rosa; las hijas de ésta -Clara y Catalina- y tres hijos en común de la pareja (éstos últimos menores de edad). Por el testimonio de los vecinos, los investigadores supieron que el hombre mantenía relaciones íntimas con sus hijastras, algunos hablaban de violaciones, y además, que una de ellas había sido vista embarazada aunque se desconocía qué había ocurrido con el bebé. Luego de contar con una orden, se logró ingresar a revisar el lugar y lo que allí se encontró fue macabro: debajo de una de las camas había una lata que contenía el cadáver de un recién nacido envuelto en trapos.
Versiones. En un primer momento Grossi negó haber mantenido relaciones sexuales con sus hijastras, aunque presionado por las pruebas luego confesó haber matado a la niña hallada en 1896 e incinerado a varios bebés más. Sin embargo, en posteriores interrogatorios admitió haber estrangulado a tres de los hijos que tuvo con Catalina y cuatro con Clara, pero sostuvo que los dos restantes fueron incinerados por su concubina y sus hijas. Las hermanas y su madre por su parte, aceptaron los crímenes pero culparon a Cayetano de las muertes de los recién nacidos. El hombre fue ejecutado el 6 de abril de 1900 en la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras. Se convirtió en el primer asesino serial de la Argentina, aunque muchos crean que ese puesto lo ocupa otro asesino: Ceyetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo.
El criminal que se convirtió en leyenda. Dieciséis años tenía Santos Godino cuando fue detenido y confesó el asesinato de cuatro niños. Hijo de un matrimonio de inmigrantes calabreses de clase baja, quienes instalados en Argentina vivían en conventillos de la zona de Parque Patricios, llegó al mundo en 1896, el mismo años en que descubrieron el cuerpo de la primera víctima de Grossi. Con una infancia marcada por los maltratos de su padre, solía pasar más tiempo en las calles que en cualquier otro sitio.
Con la corta edad de 7 años le propinó una paliza a un niño de tan solo dos que se salvó gracias a la intervención de un policía que vio lo que sucedía; intentó ahogar a otro menor pero no lo logró; también le quemó los párpados a un recién nacido y huyó de la escena del crimen antes de ser descubierto. Además, fue sospechoso de iniciar varios incendios en la zona y de quemar a una niña de 5 años que murió como consecuencia de las heridas.
"Se creó la figura del gran asesino serial que mataba niños y no era tan así. Sucede que se usó por mucho tiempo su figura para decirles a los chicos que no salgan a las calles. Se lo considera un asesino serial aunque en realidad tiene pocas víctimas, no porque no las quisiera tener sino porque en muchos casos no le salían o no podía concretar los asesinatos. El hecho de que fuera menor de edad tiene que ver con la leyenda que surge de este personaje", sostiene Contreras, autor del libro La Leyenda Del Petiso Orejudo: Cayetano Santos Godino.
Asimismo, el historiador recuerda: "Me crié en Parque Patricios y mi abuela me contaba la historia porque es un poco el barrio donde comienza la leyenda del gran asesino serial que mataba a los nenes". De allí fue que se despertó su interés por conocer más sobre la vida de este joven asesino. En ese sentido, sostiene que existe una división en la vida de Godino que ocurre cuando sus padres, cansados de lidiar con sus problemas de conducta, lo entregan a la Policía y él es llevado a la Colonia de Menores de Marcos Paz, donde pasa tres años. "Antes de ir es 'el nene malo que hace travesuras terribles', pero el que sale es un adolescente que capta a un nene, lo lleva a un baldío, lo estrangula con el piolín del cinturón", relata.
"Entre noviembre y diciembre de 1912 intenta cuatro asesinatos con nenes pero sólo logra cometer el de Gesualdo Giordano, de por entonces tres años, a quien con la promesa de comprarle caramelos, lo engaña y lo lleva a un galpón (donde en la actualidad se encuentra el Instituto Bernasconi). En ese lugar lo golpea salvajemente hasta dejarlo inconsciente y luego le introduce un clavo en el cráneo. Todo lo que él hizo el día de ese crimen quedó en la memoria colectiva como que ese era su modus operandi y se construye la figura del asesino serial", añade Contreras.
Condena. Detenido por el crimen de Giordano, Godino confesó cuatro homicidios y numerosas tentativas de asesinatos. En noviembre de 1914 fue internado en el Hospicio de las Mercedes, donde atacó a dos pacientes e intentó huir. Luego de este episodio fue trasladado a la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras. Diez años después fue llevado al Penal de Ushuaia, en Tierra del Fuego. Los médicos que lo trataron creían que en las orejas radicaba su maldad, por lo que le practicaron una cirugía estética para reducir su tamaño.
Muerte. "En Ushuaia cuentan a quienes visitan el Museo Marítimo y del Presidio, donde funcionó hasta 1947 la cárcel, que el Petiso mató un gato y los presos en venganza lo matan. Pero otra versión dice que los reos terminaron con su vida por ser 'buchón' de los carceleros. La causa de muerte oficial es por una hemorragia interna provocada por un proceso ulceroso gastroduodenal. Eso dice su partida de defunción", manifiesta el escritor sobre las diferentes versiones en torno al deceso del criminal.
Asesinos en territorio argentino. "Godino es argentino y Grossi no. Si decimos el primer asesino serial argentino, ese es Godino. Ahora, el primer asesino serial de la Argentina es Grossi. Una similitud en sus historias es que la familia del Petiso proviene de un lugar cercano de Italia de donde nació el primero", concluye el profesional al referirse a la vida de los dos hombres que, con sus actos, comenzaron a escribir las primeras páginas de la historia criminal del país.