Gimena Macri está sentada en las escaleras de uno de los bares con más onda en Punta del Este. Tiene cara de aburrida y no para de comerse las uñas y tocarse el pelo. De una mesa cercana la llaman. Ella se levanta sin pensarlo, saca su anotador y toma el pedido: una caipirinha y un sándwich de jamón crudo y rúcula. Gimena, la hija de Mauricio, el jefe de Gobierno porteño, es camarera en Punta del Este.
La joven Macri entra a trabajar entre las 21 y las 21.30 y se queda hasta que cierra el bar. Su estilo es cuidadamente desaliñado. En los pies suele usar zapatillas Nike vintage o botitas Pony. Para trabajar, siempre luce unos jeans gastados, bolsos grandotes de tela, remeras simples, saquitos de colores para protegerse del frío de la noche esteña y el reglamentario delantal negro de camarera. En la mano sostiene su anotador y una birome barata que nunca suelta. Al verla, nadie sospecharía que se trata de la hija de Mauricio y nieta de Franco Macri.
Artista joven, camarera durante el verano y reacia al exhibicionismo del clan, Gimena Macri llegó a Punta del Este con un plan insólito: trabajar cuando hasta su propio padre pelea por descansar.
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