El “síndrome de burnout” es un término que se usa desde hace tiempo. E implica un extendido nivel de estrés que termina cronificándose y causa un estado de agotamiento físico y mental que termina impactando sobre la calidad de vida. Esta situación psicológica solía estar exclusivamente asociada con las exigencias del mundo laboral, pero en los últimos tiempos, y especialmente durante el aislamiento y la pandemia, el burnout parece haberse extendido al rubro parental. Así, los profesionales de la salud mental refieren que reciben cada vez más consultas psicológicas generadas por las prácticas de maternidad. Infinidad de situaciones cotidianas simples que pueden terminar generando un elevado nivel de ansiedad y de estrés. En otras palabras, en ocasiones el proceso de crianza puede comenzar a experimentarse de forma poco saludable y causar un verdadero burnout maternal.
Una publicación reciente de la asociación ONU Mujeres Argentina pone números al fenómeno: “Entre el 20% y el 40% de las mujeres de países en desarrollo sufre depresión durante el embarazo o posparto”. Y agrega: “Debido a la carga desproporcionada de trabajo doméstico y de cuidados, a nivel global, la pandemia tuvo un mayor impacto en la salud mental de las mujeres”.
Estas estadísticas, que muestran un lado B de la maternidad y la parentalidad, se ven corroboradas en la práctica profesional. “En los últimos tiempos hemos notado un incremento significativo de problemas asociados al estrés. Y en Argentina los expertos en salud mental registramos un aumento importante de consultas y tratamos cada vez a más mujeres, y adolescentes, que llegan con síntomas y trastornos asociados al estrés”, le dijo a PERFIL la psicóloga Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudio Especializado en Trastornos de Ansiedad (Ceeta).
Según Martínez Castro, un grupo que aumentó particularmente sus visitas terapéuticas son las madres. “En parte se explica porque la mujer es ‘multitarea’ y –con los cambios sociales–, además de seguir ocupando un rol central en el cuidado familiar, también se le sumó afrontar rutinas laborales exigentes”.
"Hoy se habla de burnout parental que muchas madres, y padres, expresan como un agotamiento generalizado causado por la crianza"
Algo similar comentó la psicóloga María Fernanda Rivas, especializada en niñez y adolescencia, y asesora del equipo de pareja y familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Históricamente, en los procesos de crianza siempre se experimentó algo de estrés. Y, obviamente, la que más lo sentía era la madre”, le dijo Rivas a este diario. “Pero lo cierto es que décadas atrás las mamás no se daban ‘permiso’ para reflexionar o hablar de las dificultades inherentes a la crianza. Hoy eso cambió y se suman preguntas, quejas, incertidumbres y hasta se habla del burnout parental que muchas madres, y algunos padres, expresan como un agotamiento generalizado causado por la crianza”.
Rivas también recordó que, si bien actualmente los roles de la parentalidad están más repartidos en la pareja, “lo cierto es que todavía hoy la carga mayor –y el estrés– recae en las mamás. En la vida familiar muchísimos ítems siguen asociándose a lo femenino. Sobre todo las tareas de organización y planificación de la vida de los chicos, las reuniones escolares, los turnos médicos, el revisar cuadernos y supervisar su tarea”.
Según estas profesionales, es cierto que se percibe el cambio de roles y que la figura masculina en la familia ha ido cambiando, pero esta evolución no es, todavía, generalizada: “Sigue habiendo muchísimos hogares –de todas las clases sociales– donde la estructura continúa teniendo rasgos machistas y las mujeres siguen soportando el grueso de la carga de las tareas hogareñas y educativas”.
Síntomas
Padecer estrés crónico suele generar una sintomatología específica. Y entre los signos de alerta se suman estos: disminución en la atención y la concentración; fallas de memoria; síntomas físicos, que incluyen dificultad para respirar y sensación de ahogo; problemas gastrointestinales, dolor de cabeza y bajas del sistema inmunológico; contracturas y mareos; ataques de pánico; insomnio y mucha irritabilidad.
Pese a que la pandemia quedó atrás y la situación social se ha ido normalizando, cuando un cuadro de estrés se agrava y no se trata, es normal que el problema se cronifique. “Así, sus manifestaciones seguirán volviendo y afectando la vida cotidiana, incluso aunque el factor estresor disminuya o desaparezca”. Y Castro concluyó: “En muchos casos esas situaciones ya dejaron su impronta y, si no se abordan, el estrés crónico puede seguir afectando la calidad de vida de la mujer y de su familia”.
Qué hacer para estar mejor
Las opciones son varias. Para Martínez Castro, si los síntomas del estrés son intensos y no se logra controlarlos, un tratamiento breve y focalizado puede enseñar estrategias eficaces para manejarlos. “La terapia cognitivo-conductual se focaliza en el problema, da herramientas y tareas para hacer dentro y fuera de las sesiones y facilita recuperar calidad de vida. Se puede hacer meditación y mindfulness, respiración consciente y otras opciones”. Para Rivas, “lo mínimo para salir adelante es empezar percibiendo el sobre-esfuerzo familiar”. Sugirió darse tiempos de descanso con los chicos sin hacer algo productivo y tiempo de calidad, “que es fundamental”. También explicó que “no hay que mostrarse derrumbadas, porque podrían invertirse las funciones y el hijo volverse cuidador”. También explicó que “las mamás que sienten agotamiento deberían tratar de no actuarlo. Y recordar que, muchas veces, la agresividad de los chicos se pone al servicio de su crecimiento.