“Me mandó sola al sótano debajo de la cocina para limpiarlo. Un rato después, apareció por detrás de mí diciéndome que era una de sus preferidas y me quería proteger. Hasta que en un momento, se me abalanzó y me quiso tocar”, relató al borde de las lágrimas la ex monja Sandra Migliore, que sufrió esa situación cuando tenía sólo 16 años y estaba estudiando para ser religiosa en una congregación radicada en San Lorenzo (Santa Fe) llamada Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey.
Es que las palabras del Papa Francisco generaron un gran revuelo dentro de la Iglesia tras admitir por primera vez que curas y obispos abusaron sexualmente de monjas. Sin embargo, no sólo recibió un revés de las religiosas que esperaron tanto tiempo esta confesión de Bergoglio, sino que también lo cuestionaron las víctimas que vivieron la otra cara: sufrir los abusos de las monjas.
Entre esos estremecedores relatos, surge el de Sandra Migliore, que contó a PERFIL los abusos que sufrió a los 16 años de parte de la hermana Viviana Fleitas mientras estudiaba para ser religiosa. Su historia la llevó a escribir el libro “Raza de Víboras” en el que cuenta sus experiencias de maltratos, abusos sexuales y torturas físicas.
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“Luego de que se me abalanzó, me la saqué de encima porque tengo un carácter fuerte, le dije que la iba a acusar y me dejó en paz, pero sé que a otras compañeras les pasó lo mismo y fueron abusadas. Como no nos permitían hablar entre nosotras, no nos enterábamos de que los abusos eran sistemáticos. En su momento, pensé que lo que me había pasado había sido un momento de debilidad de la superiora”, señaló Sandra. Aunque aclaró que si decidían acusar a las formadoras, recibían castigos de todo tipo.
En ese sentido, contó algunos de los castigos que recibían por parte de las monjas y recordó los tormentos que sufrieron las fieles en el convento de Carmelitas Descalzas de Nogoyá, Entre Ríos. La investigación periodística de Daniel Enz para Análisis publicada hace tres años provocó que el propio Francisco tomara la decisión de bajar del cargo de superiora a la madre del convento, Luisa Toledo.
El crudo relato de una monja argentina abusada por un cura
Los relatos de las dos víctimas que recogió la investigación periodística y se animaron a llevar los hechos al plano judicial son estremecedores: Todas las semanas las monjas debían golpearse en las nalgas con un látigo que tenía puntas metálicas; usar un cilicio en las piernas, incluso durante varios días; llevar una mordaza en la boca hasta por 24 horas para cumplir el voto de silencio; y también las castigaban con una dieta de pan y agua durante una semana, por lo que hubo casos de desnutrición.
“En mi congregación también sucedía lo de usar cilicio en las piernas y caderas. Es como un cinturón con pinches, que va pegado a la carne para limpiar los pecados. Incluso la propia madre Viviana Fleitas solía usarlo”, expresó Sandra Migliore.
El Papa Francisco admite que curas y obispos abusaron sexualmente de monjas
Todos estos “sacrificios en nombre de Dios” terminaron con varias de las exmonjas con tratamientos psicológicos por las secuelas. La causa investiga si existió la posible comisión del delito de privación ilegítima de la libertad agravada contra las monjas de clausura que vivían en el claustro de Entre Ríos.
“Es una vida de tanta soledad que no es normal; a nivel físico, psíquico y moral no es normal, no se puede encontrar a alguien equilibrado en un estado así. Es una vida de sacrificios y todo a nombre de Dios”, explicó Sandra a este medio.