Expuestos, agotados y angustiados: así se sienten, según los resultados preliminares de un estudio del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo y la Universidad de Toronto, siete de cada diez periodistas cuyo trabajo diario involucra, desde que estalló la pandemia de coronavirus en el mundo, la cobertura de esos temas en forma constante.
Un número significativo de los periodistas encargados de informar sobre el COVID-19 muestra signos de ansiedad y depresión, según los primeros resultados de la encuesta, que indagó sobre el estado actual del bienestar emocional de los periodistas y les pidió información sobre su trabajo, salud mental y preocupaciones en junio de 2020, durante un período en el que la pandemia afectaba a todos los países de alguna forma.
El informe, reproducido por el Laboratorio de Periodismo de la Fundación Luca de Tena, revela que el 70% padece ciertos niveles de angustia psicológica. Las respuestas de los 73 periodistas encuestados, que trabajan en medios de todo el mundo y cubren la pandemia, sugieren también que el 26% tiene ansiedad clínica compatible con el diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada, con síntomas como preocupación, insomnio, falta de concentración y fatiga.
Ansiedad y depresión, los riesgos de volver a una cuarentena más dura
Un 11% de los encuestados informan síntomas de trastorno de estrés postraumático, que incluyen pensamientos y recuerdos intrusivos recurrentes de un evento traumático relacionado con COVID-19, un deseo de evitar recuerdos de lo sucedido y sentimientos de culpa, miedo, ira, horror y vergüenza. “Los hallazgos son tan sorprendentes que creemos que es importante disminuir la presión bajo la cual están trabajando muchos periodistas”, detallaron los autores del trabajo, Anthony Feinstein, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Toronto y neuropsiquiatra; y Meera Selva, directora del Programa de Becas de Periodistas de Reuters.
Otro hecho llamativo es que existe una relación negativa entre la cobertura de la pandemia y la edad: cuanto más edad tenían los periodistas, menos chances de cubrir notas relacionadas con el COVID-19. En ese sentido, destacan los investigadores, “se nota que los medios para los cuales trabajan tuvieron la intención de cuidarlos”, dicen.
Pero la falta de apoyo psicológico y de contención profesional -sólo el 52% dijo que sus empleadores se lo ofrecieron- y los análisis preliminares de los resultados del estudio determinan que ante la falta de esa contención, esos periodistas están mucho más afectados -incluso con síntomas de estrés postraumático- que sus colegas.
En promedio, los encuestados otorgan a su medio de comunicación una puntuación de 6 sobre 10, donde 10 fue muy solidario y 0 no lo fue en absoluto. El análisis preliminar sugiere que la angustia psicológica se correlaciona también significativamente con la ausencia de asesoramiento, por lo que los periodistas que no recibieron asesoramiento desde el comienzo de la pandemia están más angustiados.
Estrés y peligro latente. Si bien solo uno de los periodistas encuestados dio positivo por COVID-19, el 45 por ciento de la muestra conoce a un periodista que había enfermado. Dos encuestados dijeron que conocían a un periodista que había muerto por el virus. Algunas respuestas apuntaron a que la mayor fuente de estrés se debía a la falta de fuentes confiables y el miedo a que la información publicada no fuera veraz.
Entraron a Salta, dieron "falsos positivos" de coronavirus y sospechan que el resultado fue truchado
Para otros, la causa mayor de estrés fue la dificultad de informar sobre una historia determinada, en un momento en que la confianza en los medios está disminuyendo en todo el mundo: “Encontrar cosas para documentar que informen al público es extremadamente difícil con la desconfianza hacia los medios en su punto más alto. Las reuniones pueden volverse hostiles contra nosotros en un instante y la idea de que los medios de comunicación tienen otra agenda que no sea simplemente documentar este momento en nuestra historia colectiva es generalizada", explican los expertos.
“Esta tensión de tener que seguir un ritmo nuevo y complejo combinadas con un cambio dramático en los patrones de trabajo puede haber contribuido directamente a los altos niveles de angustia mental y ansiedad”, agrega la investigación.
CP