Tras analizar el informe de un comité de expertos en farmacodependencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó eliminar el cannabis y la resina de cannabis de la "Lista IV" de la Convención Única sobre Estupefacientes, el tratado internacional de la ONU que es la base para el régimen global de control de narcóticos.
La OMS determinó que "el cannabis y la resina de cannabis deben categorizarse a un nivel de control que evite el daño causado por el consumo y al mismo tiempo no actúe como una barrera para el acceso, la investigación y el desarrollo de preparaciones relacionadas para uso médico".
El cambio de categoría sacaría al cannabis de la lista que incluye las drogas más dañinas, como la heroína y otros derivados del opio, que se consideran especialmente peligrosas. Según la OMS, "las preparaciones de cannabis han mostrado un potencial terapéutico para el tratamiento del dolor y otras afecciones médicas, como la epilepsia y la espasticidad asociada con la esclerosis múltiple".
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El doctor Carlos Magdalena, neurólogo infantil, jefe de neurofisiología y epilepsia del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez explicó: "Si esto se aprueba significaría una noticia muy importante para seguir avanzando y profundizando los logros para la accesibilidad de variedad de productos del cannabis que hoy la gente que sufre lo necesita".
"La planta de cannabis es una farmacia en sí misma. Tiene más de 500 moléculas ya descriptas, con aplicaciones terapéuticas", añade a su turno Luis Acosta, doctor en ciencias fisiológicas. "Tiene cannabinoides, como el THC y el CBD. Existen diferentes tipos de aceites, que pueden contener solo THC, solo CBD o ambos. Dado que se absorbe muy despacio y las dosis son bajas, el aceite no produce efecto psicoactivo. Pero además la planta contiene terpenos –que le dan el olor y el sabor– y estos también tienen aplicaciones", agrega.
Situación en Argentina. La ley 27.350 –que se reglamentó en 2017– autoriza la investigación médica y científica del cannabis y sus derivados para uso medicinal. El pasado lunes 4 de febrero, con la aprobación de Patricia Bullrich, el Ministerio de Seguridad habilitó el primer centro nacional destinado a cosechar y estudiar el cannabis para dichos fines en Jujuy.
"La ley supone que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el CONICET y laboratorios públicos se iban a dedicar a la producción de cannabis pero estos están desmantelados, desfinanciados o no funcionan", se lamenta el doctor Acosta y advierte que "se están generando convenios con empresas extranjeras –como el caso de Jujuy con el hijo del gobernador Morales– donde el estado pone los terrenos y la seguridad para que se venga a obtener ganancias". Los críticos de este proyecto sostienen que el fin último no es el abastecimiento local sino la exportación lucrativa de derivados del cannabis.
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Sobre el impacto en Argentina del cambio de estatus internacional, los especialistas sostienen que debería servir para incentivar la investigación en problemas de salud no estudiados.
¿Quién queda afuera? La reglamentación de la ley restringió el acceso al programa de investigación para una sola enfermedad (la epilepsia refractaria) y únicamente para un grupo etario (niños y jóvenes adultos). Las personas que tienen otros problemas de salud –o no son niños– no tienen forma alguna de acceso legal a los derivados del cannabis ya que no pueden acceder al programa de investigación ni importar fármacos.
A pesar de las restricciones, son numerosos los casos de personas que recurren a cannabinoides de manera complementaria a los medicamentos tradicionales. Dan sus testimonios pero son reacias a salir a la luz por la persecución que temen del sistema penal. Mirta (57) fue diagnosticada con depresión y luego bipolaridad. Comenta que, después de 18 años de consumir psicofármacos que le generaban pérdidas de memoria y somnolencia, el aceite de cannabinoides le "cambió la vida y el bolsillo". Maxi (33), epiléptico luego de un accidente laboral, relata que lo creyeron bipolar y esquizofrénico y lo internaron en un neuropsiquiátrico. Después de consumir numerosos medicamentos con efectos indeseables asegura que encontró alivio en los cannabinoides. Hoy participa de una organización auto gestionada con muchos colaboradores que, a través de un grupo de Facebook, se contacta con gente que necesita la sustancia.
Mora (5) tiene autismo y epilepsia focal. Tuvo su primer episodio de convulsión a los 9 meses. Tras visitar distintos médicos para diagnosticarla y poder medicarla, los padres recurrieron también a cannabinoides como última opción luego de que su hija casi muriera asfixiada por su propio vómito. Claudia, madre de la nena, cuenta que Mora no encaja en el uso legal: "El aceite lo conseguí en Uruguay o por organizaciones locales y se administra por vía oral. Empecé con una gota y ahora toma 5 por día. Los resultados fueron muy rápidos. Mora mejoró su calidad de vida y su aprendizaje. Tiene convulsiones todavía pero con mucha menos frecuencia y no pierde el conocimiento durante el ataque".