El 30 de mayo de 2020, mientras cursábamos la cuarta versión de la cuarentena de quince días en Argentina, era el covid-19 y no el conflicto militar en Europa del Este lo que tenía en vilo al mundo. Ese día, Jorge Fontevecchia publicó una columna en este mismo diario que comenzaba con la siguiente oración: “Dos distopías igualmente aterradoras se adueñan de los pensamientos de no pocos argentinos”.
Esas dos distopías eran, por un lado, el caos social pos-cuarentena. Con protestas, vandalismo y violencia en las calles. Por otro lado, el lento consumo de nuestro stock de capital y ahorro para asistir a la creciente cantidad de pobres que el país no dejaría de producir.
Ese día, en medio de tanta incertidumbre, nació la Asamblea del Futuro como una especie de remedio antidistopías pensando en aquel momento “cuando regrese plenamente la nueva normalidad y la lucha contra el coronavirus no sea el principal problema”.
Hoy, dos años después, no estamos libres de ninguna de estas distopías que mencionamos e incluso podríamos agregarle –al menos– dos distopías más. Al muy ochentoso apocalipsis tecnológico que está teniendo un nuevo reverdecer en la posición Black Mirror podemos sumarle el muy sesentero apocalipsis nuclear que también ha despertado nuevas preocupaciones en estas semanas. La historia no se repetirá… pero rima. Decía Mark Twain.
La Asamblea del Futuro, como grupo diverso y multidisciplinario de jóvenes profesionales, al que tengo el gusto de pertenecer, se reunió mensualmente durante casi dos años para intentar echar algo de luz sobre un futuro tan incierto. El año 2022 se erige como refundacional en la Asamblea del Futuro. El tiempo que anticipamos, la tantas veces enunciada nueva normalidad, parece estar emergiendo, con cada vez más sorpresas. Esto nos obliga a dar un paso más como grupo y asumir el rol para el que esta institución fue pensada hace casi 24 meses. Hoy está integrada por Alejandro Biondi, Ana Laura Diedrichs, Diego Fernández Slesak, Mora Matassi, Catalina Muller, David Trejo Pizzo, Prem Zalzman, Esteban Actis, Edgar Altszyler, Jorge Dotto, Elina Welchen y Micaela Mantegna.
La espuma de la pandemia está bajando lentamente y en la orilla vemos desencanto social, crisis económica, ausencia de acuerdos y –especialmente– una mirada desangelada y preocupada sobre el futuro.
Ante esta situación, la Asamblea del Futuro se ve obligada a resignificar su rol y salir a la calle, profundizando su vinculación con distintos actores sociales y tomando todo lo aprendido y reflexionado sobre estos dos años para llevarlo a la compleja realidad social argentina.
“Hasta ahora, los filósofos han intentado explicar el mundo. Se trata de cambiarlo”. Esta frase de Karl Marx en su tesis sobre Feuerbach tiene un sentido histórico y práctico. Entender, analizar y reflexionar sobre el futuro del trabajo, el ascenso de la inteligencia artificial, las redes sociales y su impacto social, el futuro de las finanzas o las protestas sociales en tiempos de Twitter es fundamental.
Pero la reflexión y la contemplación en tiempos de crisis no pueden ser solo un fin en sí mismo sino un instrumento de transformación. La Asamblea del Futuro está llamada a ser un remedio antidistopías. Y, como dice una maldición china, nos ha tocado un tiempo interesante para esta tarea.
*Coordinador general de la Asamblea del Futuro.