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El centro del centro

La continua y progresiva caída de la máscara de la armonía en cada una de las coaliciones por la obligatoria definición parlamentaria sobre el acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional generó consternación en los partidarios de cada una de ellas.

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Cristina y Macri. Los duros ahora en minoría. | cedoc

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La continua y progresiva caída de la máscara de la armonía en cada una de las coaliciones por la obligatoria definición parlamentaria sobre el acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional generó consternación en los partidarios de cada una de ellas. El Gobierno y las posibilidades de la oposición de volver a ser gobierno no tendrían futuro si en el seno de cada coalición reina la división, es la lectura pesimista que se termina irradiando al conjunto de la política y la Argentina toda: “un país enredado y sin futuro”.

Pero también se podría conjeturar que los choques tectónicos que produjo el debate sobre la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en ambas coaliciones pueden estar desanudando el corsé que la máscara de la armonía había cosido. 

Como escribió el presidente de la Asociación de Consultores Políticos, Carlos Fara, hay aspectos positivos para analizar. A saber: 

  • “Logramos –a la fuerza– un gran consenso nacional político y social sobre la necesidad de arreglar con el FMI y evitar el default. Dista mucho de ser la Moncloa (sueño que debe ser desterrado), pero muchas veces los consensos no se logran por voluntad política explícita de los actores involucrados, firmando un papel sobre una mesa a la luz pública. La Argentina tuvo en su momento un gran consenso sobre la convertibilidad. Tanto, que fue una política de Estado implícita, no tanto por convencimiento, sino por temor y falta de ideas alternativas.”
  • “Se contaron las costillas, como decimos en política. Quién tiene cuánto en los bloques oficialistas a la hora de la verdad, ya está sobre la mesa. Cristina operó en contra, en la política contemporánea pocos secretos permanecen ocultos muchas horas, y no pudo complicar a Alberto más de la cuenta.” 
  • “El espanto puso de acuerdo a los moderados de ambos bandos. Los halcones –que siempre juegan a que gane la furia del otro lado– quedaron en minoría.   

Es sintomático, y merece que se le preste atención, cómo tanto los moderados del PRO, en lugar de confrontar con los halcones, hacen esfuerzos por sostener a Macri atemperando las posiciones extremas del ex presidente (“nunca quiso que se votara en contra del acuerdo con el FMI”, por ejemplo), mostrándolo no halcón para mantener la unidad de la coalición. Lo mismo hacían los moderados del Frente de Todos con Cristina y Máximo Kirchner disimulando la gravedad de las diferencias (“es lógico que tengan una posición diferente con el FMI”, “somos una coalición y no pensamos todos igual”) con idéntico fin: desdramatizar las diferencias y los riesgos de un quiebre de la coalición.

Por el acuerdo con el FMI asistimos a la caída de la máscara de la armonía en ambas coaliciones

Al mismo tiempo, ambas coaliciones coinciden en dramatizar las diferencias de la coalición opuesta y también coinciden en sobrevalorar la importancia y el poder del sector más extremo de otro. Así, para los del Frente de Todos, Macri es el verdadero amo de Juntos por el Cambio y Horacio Rodríguez Larreta su esclavo. Mientras que para los de Juntos por el Cambio Cristina Kirchner es soberana absoluta del Frente de Todos y Alberto Fernández un mero títere al arbitrio de sus caprichos.

Si resaltar el sector extremo de la coalición adversaria es útil para dañarla, implica un reconocimiento de que la mayoría de la sociedad se ubica en el centro de cada coalición. Implica también que el núcleo duro del kirchnerismo y del macrismo se fue achicando desde 2019, cuando era el socio dominante dentro de cada coalición, hasta hoy, que terminaron siendo minoritarios. 

Al acertado descubrimiento de la oposición sobre la repetida chicana del kirchnerismo del “Ah, pero Macri” le corresponde en Juntos por el Cambio el “Ah, pero Cristina”.

Cuesta creer que alguien que se pasa varios meses de vacaciones y después de un mes en Buenos Aires inicia dos viajes al exterior que en suma lo volverán a alejar de centro político nacional por varias semanas más (y uno de los motivos sea un torneo de bridge y el sorteo del Mundial de Fútbol) sea realmente quien conduce la oposición, como quiere pintar el Frente de Todos y lo sostiene Sergio Massa en el reportaje largo de esta edición de PERFIL, ninguneando a Rodríguez Larreta. Igualmente cuesta creer que se visualice a Cristina Kirchner como la dueña del Frente de Todos después de tantas señales de carencia de poder.

Demostrando que el emisor emite más significado que el contenido de su mensaje (la vulgata sobre que “el medio es el mensaje”), el año pasado las cartas de la vicepresidenta fueron interpretadas como órdenes al Presidente, cuando con el paso del paso del tiempo se comenzaron a vislumbrar como reclamos frente a la insatisfacción de no ser atendida. Los videos sobre las piedras a su despacho en lugar de lo más importante, que era la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario, fue un silencio que grita impotencia confirmada con la cantidad de diputados y senadores del Frente de Todos que votaron en contra de su voluntad.

Algo importante pasó con las dos votaciones a favor del acuerdo con el FMI tanto en Diputados como en Senadores. Algo que va más allá del tema de la deuda y su forma de financiamiento e indica que la sociedad argentina es de centro y ambas coaliciones, si quieren ser electoralmente competitivas, tendrán que tender hacia él. Por último, que las pociones extremas de Cristina y Máximo Kirchner, como en menor medida las de Macri, son sustentables en la medida en que hayan otros a cargo: Alberto Fernández o Rodríguez Larreta en cada caso, como aquello que se rebela a la mano que lo sostiene.

Lo que es visto como un problema para la política puede ser el comienzo de algunas soluciones

La aprobación legislativa del acuerdo con el FMI evidenció la existencia de un centro mayoritario tanto en la sociedad como en sus representantes políticos. Puede germinar o frustrarse, pero abre una nueva oportunidad para el país y sus dirigentes.