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OPINION

¿Un ‘new deal’ podría nacer?

 Las cadenas de producción globales están recibiendo un duro golpe, tanto por la pandemia, como ahora por la invasión de Rusia a Ucrania.
Las cadenas de producción globales están recibiendo un duro golpe, tanto por la pandemia, como ahora por la invasión de Rusia a Ucrania. | NA

Continúa de ayer: “Gemelos M&M”

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La mayoritaria aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en Diputados puede estar diciendo algo más que la derrota de los extremos de la polarización que en la columna de ayer se personificó en Mauricio Macri y Máximo Kirchner, “los gemelos M&M”, como significantes de los halcones del PRO y los “chicos” de La Cámpora (a la vez significantes de la propia Cristina Kirchner).

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También que el Big Bang político que parió la crisis de 2002, con el default de la deuda, y permitió la emergencia del kirchnerismo con su contracara en el macrismo, pueda estar simbólicamente concluyendo con un Congreso evitando ahora caer en default, y esté diciendo algo más que un cambio de visión de la mayoría de los políticos argentinos sobre lo que es bueno y malo para la sociedad.

Hay una ola que lleva hacia un mundo multipolar, sincretista en lo económico y antidogmático

Puede estar indicando algo que trasciende en mucho a la Argentina y sus dirigentes que, como bien indicaba John Maynard Keynes sobre los dirigentes de todas las épocas en todos los países, su pensamiento está siempre influido por intelectuales difuntos, autores de los libros que los dirigentes habían leído cuando eran estudiantes, cuarenta años antes de haber llegado a la posición de poder actual. Cristina Kirchner, con Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, en su época de estudiante de Derecho en la Universidad de La Plata, y Mauricio Macri con Libre para elegir, de Milton Friedman, de cuando estudiaba Ingeniería en la UCA, en ambos casos a modo solo de ejemplo, representan la configuración del mundo de los años 70 y 80 del siglo pasado, que construyeron el orden neoliberal /global y sus reactivos populares/nacionales.

El mundo construido tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a mediados del siglo XX, que germinó en la década del 70 con la Guerra Fría y la mutua disuasión atómica de un planeta con poderes bipolares, comenzó a reescribirse en los 90 con la derrota del comunismo en Rusia y China, y la supremacía del modelo capitalista occidental.

Pero esa estabilidad monocorde producto de la posición absolutamente dominantes de Estados Unidos, sumada a la creación de la Unión Europea en los años 90 tras la caída del Muro de Berlín, comenzó a resquebrajarse. Nuestro Big Bang de 2002 fue el segundo síntoma de un movimiento tectónico que ya había comenzado con la crisis del Tequila en 1995 en México, la crisis de los países asiáticos en 1998 y luego el default de Rusia. Por entonces, esos terremotos en el seno de la globalización y el capitalismo ya como único sistema económico planetario ocurrían solo en países periféricos. Hasta que en 2007, con la llamada crisis de la hipotecas o subprime, los terremotos alcanzan a Estados Unidos e Inglaterra para expandirse a todo el mundo, con excepción de China y su zona de influencia.

Como si se tratara de un proceso de aproximaciones progresivas a una crisis planetaria total, al Tequila lo siguió la crisis asiática, luego la de las hipotecas, ahora la pandemia y los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania.

No solo no existe más el mundo bipolar de la Guerra Fría, que anticuadamente siguieron representando en Argentina Cristina Kirchner y Mauricio Macri, sino tampoco el del Consenso de Washington, con Estados Unidos como única potencia dominante del orden mundial. La pandemia y la guerra en Ucrania vinieron a demostrar la falta de un orden global. Tanto un discurso pronorteamericanos como uno antinorteamericano resultan un anacronismo. Es por eso que la identificación con Cristina Kirchner o Mauricio Macri atrasa más de dos décadas. La oposición de López Murphy al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por ser poco exigente, como la de los referentes de la izquierda por lo contrario, sonaron intempestivamente anacrónicas y fuera de época. Sin llegar a tanto por el esfuerzo de disimulo con el fin de empatizar con el humor mayoritario de la sociedad, la posición antiacuerdo con el FMI tanto de Macri como de Máximo Kirchner revela ese desacople temporal que afecta a los extremos de cada coalición.

Una idea repetida por varios analistas es que los más de 200 votos en Diputados apoyando el acuerdo con el FMI significan el surgimiento de un centro potente, tanto en el oficialismo como en la oposición, un debilitamiento del kirchnerismo, potenciando las posibilidades de Alberto Fernández de ser el candidato oficialista en 2023. Pero el cuadro de situación podría tener condicionantes mucho mayores enmarcados en el fin de una “grieta” global entre neoliberalismo y estatismo/keynesianismo.

Si Juntos por el Cambio volviera a ser gobierno en diciembre del año próximo, probablemente no impondría una economía neoliberal de la misma forma que este Alberto Fernández no impone un sistema estatista. Este y el próximo gobierno no serían agentes de un eventual “new deal” sino apenas pacientes de una ola que los llevaría en su cresta hacia un mundo multipolar, económicamente sincretista y antidogmático.

Una eventual reducción de la grieta de cara a las elecciones de octubre del año próximo, como la relación que construya en nuevo gobierno con la oposición para acordar ciertas políticas de Estado, más que depender del proceso de obsolescencia de Cristina Kirchner y Macri, depende del agotamiento de la ideas dogmáticas en el mundo. La globalización está recibiendo un duro golpe tanto por la pandemia como, ahora, por la invasión de Rusia a Ucrania.

Cada vez queda más al desnudo la fragilidad de las cadenas de producción integradas globalmente. La falta de chips y hasta de commodities por las limitaciones del comercio mundial que generaron la pandemia y ahora la provisión de energía al excluirse a Rusia como proveedor, producen un regreso a la sustitución de importaciones de la época de la Primera y la Segunda Guerra Mundial en el siglo pasado, hoy rebautizada en Europa bajo el nuevo nombre de “autonomía estratégica”. 

Por la pandemia y ahora la guerra en Ucrania, vuelve la sustitución de importaciones llamada “autonomía estratégica”

Puede ser una oportunidad para que la Argentina vuelva a tener un proyecto de país que comparta tanto el oficialismo como la oposición. Así fue hasta 1975 cuando, sin importar que se sucedieran gobiernos democráticos o militares, el foco económico estaba basado siempre en el desarrollo industrial y la modernización de la producción bajo la premisa de sustitución de importaciones.

El fracaso de los dos paradigmas de la segunda mitad del siglo pasado, tanto el de la economía planificada de Estado como ahora el del neoliberalismo, quizás abran las puertas a otro “new deal” superador de la dicotomía setentista/ochentosa que dominó la escena argentina de los últimos cincuenta años.