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testimonio

Olores, disparos, bombas

El autor está en la capital ucraniana, Kiev, cubriendo la guerra y comparte sus impresiones en primera persona.

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¿Quién está detrás de Zelenski? | Pablo Temes

El horror de la guerra se cruzó en mi camino desde el mismo momento en que llegué a la frontera entre Polonia y Ucrania, hace exactamente ocho días. La experiencia en un centro de refugiados es terrible. Uno ve gente bajando de los micros con caras tristes, aunque sin tiempo para darles lugar a la tristeza y la amargura. Todos tratan de resguardar lo poco que llevan sin pensar en lo mucho que han dejado en sus casas; sus muebles, su ropa, sus fotos, sus recuerdos, su vida. El rostro de los que emigran refleja esa realidad. Chicos que ya casi no lloran porque lo han hecho amargamente al despedirse de sus papás, que han tenido que quedarse para luchar en el frente. La expresión de los niños que corren con sus familias para ponerse a resguardo es una postal que jamás voy a olvidar.

Los olores son muy fuertes, hay gente de distintas nacionalidades que cocina para los demás y para muchos esos aromas son la única vivencia, por fuera de sus recuerdos, que los devuelve a la sensación de normalidad. La solidaridad de la gente es conmovedora. La precariedad y el desamparo se hacen carne en la frontera. Hay miles de almas a la buena de Dios.

Todos tratan de resguardar lo poco que llevan, sin pensar en lo mucho que dejaron en sus casas

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Ya dentro de Ucrania, las ciudades se ven transformadas en fortalezas. Confieso que, luego de unos días, parece algo fantasmagórico pero, para muchos, es casi normal. Algunos de los habitantes han optado por no ir más a los refugios, lo que representa un peligro abismal. Los que optan por resguardarse también atraviesan una situación de incertidumbre total. Primero, porque cuando suenan las sirenas deben dejar inmediatamente todo lo que están haciendo y correr a ponerse a salvo. En segundo lugar, porque una vez dentro de los búnkeres nadie tiene noción de lo que está pasando en la superficie. Pueden arreciar los bombardeos o puede ocurrir que los ataques entren en pausa o sucedan a una distancia prudente del lugar donde permanecen los refugiados. Solo se puede esperar. Las casas que han quedado en pie están en juego. Un habitante de la ciudad me dijo: “Nos tenemos a nosotros mismos. Estamos unidos con el deseo de salvar nuestra vida, pero también está la incógnita de saber cuál será la suerte que correrá nuestro patrimonio,  aquello que hemos construido con el esfuerzo de toda la vida. Esto es muy injusto”, resaltó con angustia.

Poder llegar a Kiev no fue fácil. Kilómetros y kilómetros de gente intentando salir. Viajamos en grupo junto a otros colegas y la sensación de ir a contramano del resto no deja de acompañarnos en ningún momento. El viaje en tren fue toda una aventura. Antes de salir debimos hacer los cálculos del horario de llegada porque, de arribar en horas de toque de queda, tendríamos que pasar la noche en la estación. Así fue; luego de un breve descanso dejamos la terminal central a las 7 de la mañana para adentrarnos en el centro de Kiev, camino al Hotel Nacional, que nos serviría de morada. Había estado en esta ciudad hace tres años, cuando llegué para la cobertura de Chernóbil. La ciudad fantástica que conocí con alternancia mobiliaria y urbana que mezcla lo antiguo con lo moderno ya no es igual.

 

El escenario en Kiev es impactante. Calles semidesiertas con defensas, refugios y barricadas

 

El escenario es impactante. Calles semidesiertas con defensas y refugios que se parecen más a la escenografía montada para una película que a la propia realidad. Los negocios de las avenidas principales están tapiados, a excepción de los rubros destinados a la venta de alimentos. Las barricadas se suceden una tras otra, la gente camina errante pero con una única convicción: “Vamos a ganar la guerra. No nos vamos a someter al régimen de Vladimir Putin”, exclaman con bravura. Todos y cada uno de ellos. Su pensamiento es unánime. Es algo que me impacta pero que augura una solución difícil para una salida del conflicto con una Rusia que parecería tener un arsenal infinito para sostener su invasión. Ucrania sufre, la guerra se siente. Olores, disparos y bombardeos. La guerra, lamentablemente, está presente a cada paso que damos.