Sin embargo, y para sorpresa de mis escasos conocimientos sobre una época que concebía como virilizada, existieron pensadoras, escritoras y cronistas que lograron criticar el funcionamiento social de la época como una contracorriente de lo que estaba surgiendo. Figuras como Alfonsina Storni, Delmira Agustini o Juana de Ibarbourou intentaron posicionarse desde sus propias perspectivas femeninas en el Cono Sur latinoamericano, siendo consideradas en la actualidad como figuras de peso en la poesía, aun cuando no fueron consideradas serias en su época.
Cube Bonifant fue un caso similar en México, una flapper que se convirtió en una cronista controversial por el simple hecho de tener una voz crítica hacia lo político, lo social y hasta el feminismo que se estaba gestando en México. Posturas que la etiquetaron bajo el apodo de “Una pequeña Marquesa de Sade”, la referencia es clara: por el morbo que generó en sus lectores, masculinos en su mayoría. Cabe recalcar que la voz de esta flapper se gestó dentro de la sociedad machista de principios del siglo XX mexicano, colmada de una virilidad postrevolucionaria, y logró destacar críticamente durante poco más de dos décadas con crónicas cargadas de un humor ácido e irónico que la ponían en boca de todos.
Bonifant se adelantó a su época al ser una voz femenina que generó ruido y podría considerarse como una contracorriente en la crónica al narrar desde la perspectiva femenina y, en especial, andrógina que la llegó a caracterizar. Sin dejar fuera la moda flapper como parte de su performance, Bonifant logró configurarse como un personaje que se colocó más allá de lo masculino y lo femenino al estar influenciada por una concepción andrógina que puede ser el influjo de Oscar Wilde en la época. Bonifant configuraba su apariencia para poner en crisis los estatutos de género fijados por el ente social. Sus crónicas contenían imágenes de una mujer de cabello corto, a veces vestida con pieles que la hacían verse más peligrosa y seductora, utilizó ropa masculina para desajustar, de igual manera, la idea de la vestimenta canónica. Quizá el combinar recursos tanto masculinos como femeninos, incluyendo su conocimiento intelectual que la caracterizó en la época, fueron las razones que llevaron a ver con morbo la producción de sus crónicas críticas y la convirtieron en una figura subversiva del momento.
“Sé mirar como Pola Negri; reír como Norma Talmadge, y llorar como Marie Prevost. Sé caminar como lo hace Clara Bow y mascar chicle como Colleen Moore”
(Cube Bonifant, El Universal Ilustrado, 13 de octubre de 1927)
La razón por la que decido darle visibilidad a esta figura mexicana es por el poco conocimiento que se tiene de ella, de lo poco que se habla y las probabilidades de que su voz pudiera perderse en algún momento de la historia de la crónica mexicana. Cabe mencionar que sólo tengo conocimiento de un libro que recopiló sus crónicas a cargo de Viviane Mahieux, titulado “Una pequeña marquesa de Sade. Crónicas selectas (1921-1948)” y que fue publicado en el 2009. Mis razones son dos: su absoluto silencio desde 1948, año de sus últimas crónicas, que ocurrió hasta su muerte en 1993; y, como se ha mencionado ya, su figura que rompe con el esquema social nacional mexicano. Se puede concebir que, como la mayor parte de las figuras femeninas de la época, su criterio intelectual la puso dentro de los parámetros de lo extraño y lo marginal, ya que, como lo plantea Mahieux, “las modas habían evolucionado sin que la sociedad y la moral se mantuvieran a la par”.
Es dentro de este contexto conservador fisurado donde Bonifant posiciona su crítica y logra leer el funcionamiento de la sociedad mexicana a principios del siglo XX. Ahora bien, la razón de su silencio repentino puede plantearse desde la opresión del ente social establecido en le época, virilizado por completo, y donde la mujer con voz pudo ser considerada como un peligro para el sistema mexicano. Sobre todo, en esos momentos donde su crítica atacaba a figuras masculinas como lo hizo en la crónica publicada en El Mundo el 26 de abril de 1923 como una respuesta a un caricaturista que la dibujó en El Excelsior:
“Has de saber, desde luego, en descargo suyo, que no se trata estrictamente de una riña de un hombre contra una mujer, puesto que el señor García puede muy bien ser conceptuado como una dama un poco histérica”.
Cube Bonifant en “Correspondencia Privada”.
La riña entre ambas figuras denotaba el disgusto masculino por el surgimiento de una figura andrógina que rompía con los lineamientos genéricos, pero la flapper mexicana, la encantadora e irónica Cube, logra demostrar con las varias crónicas que respondieron a esta riña, que podía moverse de manera inteligente en el mundo periodístico sin temor alguno.
De igual manera, Bonifant generó una crítica hacia el funcionamiento del gobierno mexicano en su búsqueda por la nacionalización, dando pie a un discurso que, si lo pensamos después de los hechos ocurridos hace unos años, recordará a cierto ser rubio que prefiero omitir su nombre:
“Pero nosotros no seremos mexicanistas a medias, sino por entero, es decir, trataremos de igual modo a los chinos que son débiles, que a los norteamericanos, que son fuertes, a lo que no se atreven los nacionalistas gubernamentales. […] Abajo las bombillas, que son traídas de afuera. ¡Alumbrémonos con ocote, porque ese sí es mexicano! […] ¿Qué harán los diputados sin pistola? Porque no siendo este artículo nacional, debe prohibirse su uso. ¿Con qué defenderán, en adelante, el sufragio efectivo?”.
“… no soy feminista ni antifeminista. No me gusta la revolución, pero tampoco la placidez sosa del hogar. ¿Saben lo que soy? Pues un término medio entre los toros y la ópera”.
(Cube Bonifant, “Feminismo a toda vela”)
La búsqueda de una nacionalización, situación dada por la ideología modernista que planteaban los pensadores de la época, fue objeto de burla por parte de esta flapper que, desde el uso de una ironía que me parece divertida, de igual manera pudo ser recibida en su momento desde la incomodidad del diván donde los lectores la leían con morbo. Bonifant propuso en este caso en deshacerse de todo producto que no fuera mexicano, en pocas palabras, el sacar del mercado de usos y costumbres un sinfín de elementos que perjudican la idea principal del movimiento ideológico del momento.
De igual forma, el uso del humor es un elemento que no se puede dejar pasar en una cronista como Bonifant, ya que le ayudó a poner en crisis las estructuras establecidas para denotar sus incoherencias y la manera en que se relacionaban de manera negativa con la nueva moda que estaba permitiendo la liberación femenina en los veinte del siglo pasado. El silencio de su voz, después de varias décadas como cronista puede plantearse, parafraseando a Maheux, como una decisión propia. Este elemento que terminó con su vida pública en el medio periodístico, puede leerse como otra forma de romper con los esquemas, es decir, utilizar sus propias decisiones para establecer un alto a su escritura.
Finalmente, desde lo que he percibido al leer y caer enganchado de las crónicas de Cube, puedo plantear que la cronista mexicana, la flapper que escribió y alzó la voz en contra del sistema mexicano, debe ser reconocida como un contraflujo del modernismo mexicano. Mientras la sociedad nacionalista y virilizada se encontraba en la búsqueda de su propia identidad, surgió una escritora que logró hacer ver desde la subversión la inestabilidad de esa configuración conservadora por parte de la sociedad mexicana. Bonifant debería ser un ícono nacional al poner en juego su persona dentro de un mundo marcado por el machismo y una misoginia que marginaba a las mujeres con pensamiento crítico, situación que me gustaría desmentir en la actualidad, pero que sigue ocurriendo.
Este breve escrito es para darle visibilidad con un grano de arena a una cronista que, si no fuera por Maheux, es probable que siguiera pasando desapercibida por parte de los ojos de lectores que pueden entender su lucha planteada desde un performance andrógino.
Publicado originalmente en la revista La Desvelada