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“Patriotismo sin palabras” en la Argentina: reflexionando con Juan B. Justo

Para el histórico fundador del Partido Socialista argentino, ser patriota significaba ser solidario con su propia nación. Juan B. Justo, señala el historiador español autor de este artículo, también tenía una particular mirada sobre los héroes nacionales: el senador y periodista creía que debían ser recordados con honor, pero, sobre todo por sus “actividades fundamentales”.

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Juan B. Justo, histórico fundador del Partido Socialista argentino. | CEDOC

Juan B. Justo proponía que la escuela enseñara sobre “las fuerzas intencionales y conscientes que obran por encima de los instintos, y que son las fuerzas propiamente históricas”.

Los materiales del pasado ofrecen en nuestro presente sugerentes contribuciones que invitan a la reflexión y aportan fundamentos para poder no sólo entender el presente, sino, sobre todo, plantear futuros distintos. La Historia, como hemos defendido siempre, es también un factor de transformación, un conocimiento para plantear proyectos de futuro. 

En esta línea nos acercamos a las reflexiones de un socialista fundamental en Argentina y en la propia Historia, con mayúsculas, de la República. Estamos hablando de Juan Bautista Justo (1865-1928), del doctor, periodista, político y fundador del Partido Socialista, así como de La Vanguardia y de la fundamental cooperativa El Hogar Obrero.

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Estas reflexiones tienen que ver con lo que pensaba en 1916 sobre la Historia que deberían aprender los alumnos y alumnas de primaria en Argentina, según una entrevista que le realizó una directora de una Escuela Superior de Buenos Aires en ese momento.

La cuestión gravitaba sobre el patriotismo. La directora aspiraba a que se formaran niños patriotas. En principio, parece que el socialismo no casa muy bien con el concepto de patriotismo, pero fíjese el lector que Justo afirmaba que debía ser un patriotismo en el “mejor sentido de la palabra”.

Patriotismo es solidaridad

El destacado socialista consideraba que el patriota era toda persona solidaria con la propia nación. Y aquí estaría la interpretación que nos atreveríamos a calificar del socialismo argentino en relación con el patriotismo, dentro de los parámetros del socialismo internacional. Así es, esa obra solidaria para con el propio pueblo se cumplía por parte de la mayoría de las personas en el ámbito de las “actividades ordinariamente fecundas y tranquilas”, es decir, el patriotismo estaría entre las madres, los obreros, los inventores y los organizadores de la economía.

Lo más significativo de todo ello, lo que era su gran virtud, según nuestro protagonista, residía en el hecho de que todos esos patriotas no sabían que lo eran. Pensemos, por nuestra parte, en quienes en Argentina o en cualquier otro país occidental siempre se han hecho gala de patriotismo manifestándolo públicamente.

La cuestión gravitaba sobre el patriotismo. La directora aspiraba a que se formaran niños patriotas. En principio, parece que el socialismo no casa muy bien con el concepto de patriotismo, pero fíjese el lector que Justo afirmaba que debía ser un patriotismo en el “mejor sentido de la palabra”.

Así pues, los niños en la escuela debían ser patriotas sin saberlo, en línea con la interpretación socialista que Justo realizaba del patriotismo. Debían dedicarse a sus estudios con el fin de que pudieran ganarse la vida de forma honesta e inteligente, trabajando por su propio bien y por el de la comunidad. En consecuencia, la enseñanza de la Historia en la escuela debía contribuir a dar ese “patriotismo sin palabras”.

Justo era consciente de la dificultad para que los alumnos alcanzasen un concepto completo de la Historia de la humanidad y de la Argentina, porque eran todavía niños, pero sí podían conocer las “fuerzas intencionales y conscientes que obran por encima de los instintos, y que son las fuerzas propiamente históricas”.

Enseñar otra historia

La más fundamental de estas fuerzas era la técnica productiva y la organización de los hombres para la producción y el cambio, y eso podrían conocerlo si se enseñaba bien, con láminas, proyecciones y presentación de objetos para hacer experimentos. Estamos viendo, por lo tanto, como Justo defendía que había que enseñar otra Historia, alejada de la tradicional sobre gestas y batallas. Por otro lado, parece interesante su apunte sobre una didáctica más moderna en aquellos momentos.

Parecía muy importante que los niños conociesen los primitivos modos de trabajar, precisamente en ese momento cuando se había descubierto que en la Argentina había una población autóctona, “indígenas” en el vocabulario de la época.

Este trabajo con “los indígenas” sería muy instructivo para poder comparar la técnica de los “aborígenes” con la de los españoles y portugueses del tiempo de la conquista. Además, podría ser muy beneficioso que conocieran las formas sociales de solidaridad entre los indios y entre sus dominadores blancos. Todo eso serviría para que los niños argentinos conocieran la guerra de la conquista, con la superioridad que dieron a los conquistadores el caballo y las armas de fuego.

Un tema complicado para enseñar era el de la política, con sus partidos y conflictos, aunque creía que la época de la independencia argentina era un episodio “transparente y sencillo”, y podía ser fácilmente comprendido por los niños en su “motivo esencial” que, según nuestro intelectual, era la aspiración a la libertad de comercio.
También podía ser muy formativo el estudio comparativo de la religión de los “indígenas” con la de los europeos.

Humanizar a los héroes

¿Y qué ocurría con los héroes? Justo creía que debían ser recordados con honor, pero, sobre todo los de las “actividades fundamentales”, es decir, los introductores en el país de las especies animales que después se habían criado, así como de los vegetales que se cultivaban, los hombres que habían revolucionado los transportes, los que habían “aclimatado” en Argentina las prácticas del comercio moderno, es decir, los que habrían colaborado en la obra nacional.

Sí debían recordarse a los héroes del gobierno y de la milicia, pero, por lo que vemos, en función de los otros, por el trabajo que hubieran realizado para preparar el terreno para la “acción decisiva de los otros”. Además, a los niños había que presentar a los héroes bajo su aspecto verdadero y humano.

Como vemos, se planteaba otra forma de enseñar Historia, y con un sentido distinto del tradicional en relación con el patriotismo. En estos tiempos de resurgimiento en Occidente del concepto tradicional de la patria conviene, curiosamente, acudir a la Historia para encontrar referentes críticos y alternativas.

Publicado originalmente en La Vanguardia Digital