Yo no sé si hubiera sido diferente si hubiera estado viviendo en México cuando mi bebé nació o si hubiera sido diferente si no nos hubieran tocado los eternos confinamientos por el COVID-19 que hicieron en Francia. El hubiera no existe. Lo que sí existió fue ese limbo difuminado en que yo empecé a enfrentarme con la soledad. No siempre fue así. Durante el embarazo me había sumergido en una burbuja reconfortante para hacer pausa para sentir y entender mis emociones; además, no me hubiera gustado que me estuvieran tocando la panza o que me insistieran en que revelara si sería niño o niña.
De todos modos, en esta época, ¿qué más da el género binario? El no ver a nadie y el estar lejos de mi familia y amigues había sido un momento para que yo pudiera vivir al cien este cambio que estaba por vivir.
En un espacio confinado de sesenta metros cuadrados, en una ciudad donde las únicas cuatro frases en francés que podía intercambiar en el día era cuando salía a la boulangerie, sin ninguna distracción turística o cultural para visitar o distraerme porque todo estaba cerrado, la soledad ya no se sentía como una elección y empezó a abatirme.
Una tarde, Paola -mi única constante que volvía semana a semana a acercarse virtualmente a mi espontánea vida de mamá- me habló sobre Tamara Merino, una chilena con la que estaba tomando un taller de fotografía. Su proyecto titulado “Diario de Cuarentena” es un registro del confinamiento que hizo con su madre y su bebé Ikal en su casa de Santiago de Chile en el 2020. De los pies de foto, hubo uno que resonó y me hizo compañía. Escribía así: “Mis días de cuarentena son dar pecho, dormir, cambiar pañales, jugar, amar y repetir. En el fondo siento que la cuarentena es un poco como la maternidad; emociones de soledad, aislamiento, preguntas sin respuesta, ansiedad, reflexiones, ilusiones… Entendiéndose estas emociones como un sentimiento neutro, no negativo, ni positivo… simplemente nuevo”.
La rutina de pecho, dormir, cambiar pañales, jugar, amar y repetir llega a ser abrumadora por más preparación y apoyo que tengas. No hay libro que te prepare para esos minutos de angustia cuando ya repasaste en tu cabeza la lista de pecho, dormir, cambiar pañales, jugar, amar y aun así no logras que pare de llorar. Amiga respira, sólo llora con tu bebé. Hay veces en que también es necesario. Así mientras lo tienes cargado en tus brazos en medio de la cocina, con todas las luces prendidas y la comida a punto de quemarse si no puedes descifrar el llano codificado sólo llora con tu bebé.
Porque no hay tutorial de YouTube que te prepare mentalmente para la realidad de sentir que el bebé que tienes frente a ti depende de ti en su absoluto. A menos que seas un ser de luz en un quinto plano de conciencia avanzada, pero si eres una simple mortal como yo, que apenas está empezando desde el nivel menos dos de la maternidad, concientizar eso puede ser un cachetadón en la jeta que aún te tiene en knock-out. Porque aún cuando estuviste haciendo la selección en línea de la ropita que le compraste y los diez mil accesorios que jamás imaginaste que podían existir; aún cuando preparaste con atención, detalle y todo tu amor su cuartito, esperando su llegada… Aún con toda esa dedicación, nada te preparó para tener que reconfigurar tu ser, para re-descubrirte como esta nueva versión de mujer que ahora se convierte en madre pero que también intenta decirle al mundo que no sólo es madre, sino que también sigues siendo un ser individual que no sólo se enclaustra en este papel. Y mientras la pila apestosa de pañales sigue creciendo, necesitas encontrar este momento zen para ti, para volver a entenderte y darte un tiempo para escucharte e intentar no desesperarte porque lo único que puedes hacer en el día es quedarte sentada en el sillón porque tu bebé tiene un pico de demanda y sólo se la pasa pegada a tu pezón.
Porque tus amigas asumen que necesitas tiempo para tu bebé y se alejan. Sólo que su acto respetuoso termina llevándolas demasiado lejos. Se desacomodan las amistades, incluso las más cercanas que jamás pensaste que algún evento de tu vida las trastocaría, sino al contrario, las uniría más.
Porque tus prioridades cambian y se vuelven un gran contraste con las prioridades de los demás. Mientras tú sólo deseas dormir en cuanto el bodoque cierre los ojos a las ocho de la noche y esperas que haga una noche de más de tres horas dormido, tus amigos están en el precopeo o en el Netflix and chill. Mientras tú estás limpiando caca amarilla del lactante, tus amigas aprovechan los descuentos de las aerolíneas para hacer un viaje a la playa. Y la verdad es que no es su obligación estar al tanto de si el nene tiene reflujo o los cólicos no lo dejan dormir. Los intereses ya no son los mismos y nueve meses después, ahora lo único que comparten son los recuerdos del pasado. Y es que también no hay que forzarla: no todas quieren ser mamás. No todos quieren ser papás. Y está bien. No todos quieren ser astronautas, no todas quieren ser doctoras. Tampoco a todos les interesa saber sobre los bebés.
La comparación que hace Tamara Merino de la cuarentena con la maternidad, la viví exactamente en el orden de su listado: soledad, aislamiento y miles de preguntas que no dejaban de aparecer: ¿está respirando? ¿Está muy caliente el agua? ¿Todavía tendrá hambre? ¿Si lo dejo llorar un minuto en la cuna voy a causarle traumas emocionales? ¿Ese golpe en la cabeza le hará alguna secuela? ¿Y si lo vuelvo a pellizcar sin querer cuando le corto las micro uñas? ¿Qué ejercicios le hago para que no tenga cólicos? Y sólo escribí las preguntas normales que vienen de un miedo positivo que ayuda la supervivencia del bebé, pero luego hay otras preguntas que empiezan desde lo simple hasta lo complejo: ¿ya me bañé? ¿Dónde está el celular? ¿Qué día es hoy? ¿Y si no encuentro trabajo cómo voy a aportar un ingreso? ¿Y si no soy suficiente? Si una le pone demasiada atención, la tortura continua. Eres suficiente.
Recuerda que cada día hacemos el esfuerzo de cambiar, de ser mejores
Y no es que ser mamá sea solitario. Es que ser mamá es ser vulnerable. Porque estamos en un sentir constante de insuficiencia. Porque nos encontramos entrando a una zona desconocida en la que cualquier elección que hagamos lloverá sobre nosotras.
Vivimos en la fragilidad: al borde de romper en llanto porque… quien sabe por qué, sólo porque sí y está bien. Vivimos al borde de doblarnos de fatiga y cansancio; vivimos al borde de quebrarnos con el peso idealizado sobre lo que es ser una buena madre; vivimos en un estado vulnerable porque tememos por la pequeña vida que vemos hipnotizadas. Como lo diría Brené Brown: “más miedo, más vulnerabilidad, más miedo”.
El puerperio solitario
El origen etimológico viene del latín: puer (niño), peri (alrededor de) y hay distintos tipos de puerperio. El puerperio inmediato abarca las primeras 24 horas después del parto. El puerperio mediato va desde las 24 horas hasta los siguientes 10 días. El puerperio alejado abarca hasta el día 40. El puerperio tardío se extiende hasta 364 días después del parto. Durante esta etapa hay un protagonista importante en la vida de la madre, y no es el bebé, es su estado emocional. Debido a que hay de-ma-sia-dos cambios, hay de-ma-sia-das emociones también.
Yo me permití aceptar mi tristeza cuando leí “Las madres no” de Katixa Agirre. En esta novela que converge el thriller con el ensayo y la crónica llega a apuntar a esa sombra de la madre, la que nadie le gustaría permitirse pensar que podría existir porque la madre sólo debería ser abnegada. Katixa crea el personaje de una escritora que se acaba de convertir en madre y que se obsesiona con una vieja conocida del pasado que ahoga a sus gemelos. La autora hace un viaje reflexivo sobre lo que debería de ser una madre, sus preocupaciones y si la madre puede llegar a convertirse en Jade; escribe sobre la culpa, la autoexigencia, sobre el ideal de ser madre y de la identidad que rasca con ganas por mantener o reformar.
Es fácil identificarse con la narradora del libro porque nunca se dice su nombre y en el momento en que yo lo leí, me asumí como ella. Parecía que todas sus preguntas y sus miedos eran los míos. En algún momento dice: “La identidad de madre había terminado por devorar todas las demás y había mandado a todos mis yos pasados al exilio más remoto”. Y es que el puerperio fue mi reajuste de cuentas. No sólo fue un periodo de adaptación del bebé en casa. Fui yo como mamá adaptándose a ser mamá. La mujer mamá adaptándose en una nueva dinámica con su pareja. La mujer mamá adaptando su sexualidad con el reflujo en la blusa. La mujer mamá buscando ser otra versión de mujer que le haga espacio al bebé, intentando lograr esto sin tanta culpa.
En una entrevista con El País, Agirre habla sobre la ambivalencia de la maternidad: “Vivimos en el pensamiento simple, en el blanco y negro, en la opinión rotunda y sin matices, y entonces sufres porque lo que tú sientes es gris. Yo no me identifico con el mito de la mater amantísima ni con esa nueva maternidad cínica que disfruta hablando perrerías de los hijos y lo esclavo que es todo. Sí, quiero con locura a mis hijos, pero ahora mismo lo único que necesito es alejarme de ellos un rato. Sí, qué ganas tenía de salir a tomar algo con esta amiga, y sin embargo no dejo de pensar si los niños estarán bien. Preferimos las certezas absolutas, los sentimientos infalibles. Cuando nos damos cuenta de que todo es más inestable de lo que parece, da miedo”.
Otro de los temas importantes de ‘Las madres no’ es el de las patologías en el posparto ya que habla extensamente sobre la depresión, los trastornos de ansiedad o la psicosis. La autora catalana se hacía una pregunta que se vio reflejada en su libro: ¿cómo una madre va a deprimirse si ya ha cumplido su máxima aspiración de la vida?
Y aunque yo no lo veía como mi máxima aspiración cumplida o como lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, sí me corroían otras preguntas: ¿Cómo puedes sentirte sola si estás todo el día con tu bebé? ¿Cómo puedes sentirte vulnerable si tu familia está siempre al pendiente de ti? ¿Cómo puedes sentirte cansada si tu pareja es responsable de su paternidad? Básicamente, cómo puedes sentir cualquier emoción que pueda ser considerada negativa. La sociedad asume que la maternidad es de cierta manera y queramos o no, crecemos viendo patrones o estereotipos que por mucho que queramos sacudírnoslos, a veces se quedan en nuestras células.
Empecé a permitirme poco a poco a sentirme triste, a sentirme agobiada y a dejar que esas sensaciones me invadieran y mejor eso que a estarlas reprimiendo para tratar de mantenerme fuerte porque debía de ser fuerte. ¿Según quién? Una vez que las acepté y me permití caer, sentí una tonelada menos en el alma. Me di cuenta a partir de la lectura (y de mi experiencia) que el tema de la salud mental gracias a la pandemia empezó a ser un tema que salió a flote y qué bueno. Pero aún sigue quedando en la esquina el tema de la salud mental de la madre, que es de suma importancia y del cual no se escucha demasiado porque es un tabú que una madre no sea feliz. La madre se convierte en un oxímoron.
El 80% de las madres atraviesa la tristeza (¿o la tristeza atraviesa a la madre?) debido a los cambios hormonales, sociales y psicológicos. Hay una diferencia entre la depresión y la tristeza posparto (baby blues). “El término tristeza posparto (baby blues) se usa para describir cambios leves en el estado de ánimo, así como sentimientos de preocupación, infelicidad y agotamiento que muchas mujeres pueden experimentar durante las primeras dos semanas después de dar a luz. Los bebés recién nacidos requieren atención las 24 horas, por lo que es normal que las madres se sientan cansadas e incluso abrumadas a veces. Si los cambios en el estado de ánimo y los sentimientos de ansiedad o infelicidad son muy fuertes, o si duran más de dos semanas, es posible que la mujer tenga depresión posparto”. Si los sentimientos de tristeza, ansiedad y fatiga comienzan desde el embarazo, es depresión perinatal y esta afectación es el resultado de una combinación de factores ambientales, sociales y genéticos. Es importante saber que la depresión no es un defecto ni una debilidad.
Si sientes melancolía, ganas de llorar, si sientes que se te encoje el pecho y que nada de lo que haces está bien. Para un momento. Recuerda que cada día estamos haciendo el esfuerzo en cambiar, en ser mejor que ayer. Busca una red de apoyo. Busca hablar con alguna amiga o amigo sobre cómo te sientes. Habla con tu pareja. Busca ayuda profesional. Recuerda que eres una diosa que acaba de dar vida a un ser humano; no hay nada más cabrón que atravesar una metamorfosis corporal y emocional y mírate, sigues de pie. Está bien sentir. Busca ayuda.
Agradezco infinitamente el cariño, la paciencia, la comprensión y el apoyo emocional de J. cuando yo ya me andaba derrumbando en lágrimas junto a los peluches de la cama. Te amo en esta vida y todas.
Publicado originalmente en La Desvelada