Cuenta la leyenda (en realidad lo dice un historiador del blues, Ray Topping) que Elmore James conoció personalmente a Robert Johnson en algún momento de fines de los ‘30.
Al fin y al cabo los dos eran músicos de la zona del delta del Mississippi, originarios de ese estado e interpretaban el mismo género. Johnson, nacido en mayo de 1911 en Hazlehurst, era unos pocos años mayor que James, llegado al mundo en enero de 1918 apenas sesenta y cinco kilómetros más al norte por la Ruta 55, en Richland. Es fácil imaginar a un Elmore ansioso por escuchar y aprender de Robert, que ya era un artista que vendía miles de discos y comenzaba a disfrutar del aura de un músico mágico. O algo peor.
Porque otra leyenda, que no está confirmada por ningún historiador del blues, dice que Johnson era apenas un pendenciero mujeriego hasta que se acercó al cruce de las rutas 49 y 61, siempre en Mississippi y donde, al parecer, atendía el Diablo. Robert hizo allí un trato con el demonio: su alma a cambio de tocar muy bien en la guitarra los mejores blues.
(Esa historia está retratada en el simpático filme “Crossroads”, de 1986, dirigida por Walter Hill. Sí, esa con Ralph Macchio, el pibe de “Karate Kid”, como improbable protagonista).
¿Le habrá pedido Elmore a Robert un poco de ese hechizo para tocar el blues y hacerse famoso? La cuestión es que la canción que hizo inmortal a James, “Dust My Broom”, es una versión de “I Believe I’ll Dust My Broom”, que Johnson registró en 1936, dos años antes de su muerte, para el sello Vocalion. La primera versión que grabó el guitarrista de Richland, con el nombre Elmo James, fue un 78 RPM de 1951 para Trumpet. Y volvió a los estudios para nuevas versiones, más eléctricas, más Chicago, a fines de los ‘50 y principios de los ‘60 con los sellos Fire y Enjoy, recreando una joya con la que revolucionó el blues y plantó el eslabón decisivo con el rock.
El riff de “Dust My Broom”, tocado por James -a diferencia de Johnson- con guitarra slide o bottleneck, pasó con el tiempo a convertirse en regla de oro para cualquier artista o banda de blues o rock. Y allí están las incontables versiones para demostrarlo, desde Ike con Tina Turner y Etta James a los Fleetwood Mac y Johnny Winter, pasando por Freddie y BB King, los Dr. Feelgood y los ZZ Top.
“Desde mediados de la década de 1960 -explicó alguna vez Jas Obrecht, editor de Guitar Player-, dominar este lick y el posterior solo del tema interpretado por Elmore James ha sido un rito de iniciación” para los aspirantes a estrellas del blues. “Sónicamente, es el acompañamiento perfecto para el mensaje lírico de la canción, que en sus encarnaciones posteriores se refiere a la insatisfacción de un hombre con su mujer”, precisó el crítico.
Aunque parezca tener una insinuación erótica, “Dust My Broom”, una expresión difícil de traducir al español, que sería algo así como “desempolvar mi escoba”, parece estar en otra categoría semántica. James canta “I’m gon’ get up in the morning / I believe I’ll dust my broom”. Y luego: “I quit the best girl I’m lovin’, now my friends can get my room”. El hombre se marcha apurado, renuncia a su chica y deja la habitación disponible para sus amigos. Según Obrecht, la expresión “dust my broom” se remonta al 1800 en Estados Unidos y significa “salir corriendo” o a toda prisa, con un sentido que no se diferencia mucho de “poner pies en polvorosa”, la antigua frase española que describe a alguien que huye tan precipitadamente que hace revolotear la tierra al correr.
El final, tanto en la versión de Johnson como en la de James, tiene un tono triste que, aunque parezca estar escrito en tono romántico, presagia la vida de los dos músicos. “I believe, I believe my time ain’t long”, dice una de las últimas estrofas según Elmore. “Creo que mi tiempo no es muy largo”. La grabación de Robert, por su lado, entona: “I believe, I believe I’ll go back home / You can mistreat me here babe / But you can’t when I go home”. O “creo que me vuelvo a casa: me puedes maltratar aquí, pero no puedes cuando estoy en mi hogar”.
Johnson murió en Greenwood, Mississippi, a los 27 años. James tampoco llegó a viejo: falleció en 1963, a los 45 años, en Chicago. ¿Habrá sido ese el precio del pacto con el Diablo?