TURISMO
Turismo en el aire / Quito

Quito, todas las estaciones del año en un solo día

El viaje por Quito arranca a 2.850 metros por encima del mar y después de eso se sigue subiendo. Los barrios más trendy, clases de cocina con los mejores chefs, y las palabras mágicas del "más allá", que curan a los turistas.

Quito noviembre 2019
Quito. La capital de Ecuador | Quito turismo

Quito es una ciudad con la frente bien alta, 2.850 metros por encima del mar, y con algún pico nevado de los Andes siempre a la vista. En la capital de Ecuador, hay siempre doce horas de sol y todas las estaciones del año se suceden una tras otra, pero en el mismo día. Estar tan alto y tan en el centro del mundo, intimida. ¿Por dónde empezar?

Por la Plaza Grande, que es el centro neurálgico de la ciudad, en el barrio histórico, siempre repleto. Antes que nada, alce la vista, y verá no muy lejos El Panecillo, el mirador más famoso, que no es sino una escultura sui generis de la virgen María, pero a tres mil metros de altura, y contra el cono del volcán Pichincha.

Baje de nuevo la vista y la espiritualidad no le dará respiro: Quito tiene más de 26 iglesias y conventos. Así que tómeselo con calma y cuando seleccione, no deje afuera dos templos esenciales: primero, la Iglesia de la Compañía de Jesús que los jesuitas y los aborígenes tardaron 160 años en construir. Ingrese y entenderá porqué: las columnas son una copia exacta de las que había hecho Bernini en el Vaticano y todas las paredes, retablos, púlpitos encandilan con láminas de oro. La segunda iglesia, muy cerca, es la de San Francisco, de 1550, la más antigua de Quito, un mix de arabescos del mudéjar y barroco latinoamericano. Se la llamaba “El Escorial de América” y tuvo la primera cervecería artesanal del país, gracias a que un monje se plantó y dijo algo así como: “está bien con el vino, pero yo soy belga y tomo cerveza”. Y así nació una tradición que llena de olor a lúpulo todos los barrios.

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Quito tiene más de 26 iglesias y conventos. Al salir de Ronda, no pase por alto los manjares quiteños: locro de papa, ceviche jipi japa y el canelazo ardiente. O mejor entre al Mercado San Francisco, en el Barrio San Roque, que fue el primero de la ciudad. Ahí podrá almorzar por un dólar y luego, derecho al fondo, dobléguese ante los milagros.

Baje después por Bolívar y luego Guayaquil hasta la calle La Ronda. Dicen que este callejón empedrado ya estaba cuando los incas llegaron en 1480. Dicen que fue la calle de los poetas y hoy, la de los artesanos. Allí están los trompos y baleros de madera de Zabalartes, las mieles de René Gutiérrez, los juegos de hojalata de la familia Silva y las piezas únicas que una tercera generación de tejedores de manos mágicas arrancan a unas pocas pajas: los mal llamados sombreros de Panamá, que son de Ecuador. Y algún día debería hacerse justicia…


Al salir de Ronda, no pase por alto los manjares quiteños: locro de papa, ceviche jipi japa y el canelazo ardiente. O mejor entre al Mercado San Francisco, en el Barrio San Roque, que fue el primero de la ciudad. Ahí podrá almorzar por un dólar y luego, derecho al fondo, dobléguese ante los milagros. Busque los carteles que dicen “Limpias” y, rodeado por estantes de yuyos y aromas deje que alguna vidente lo desintoxique envolviéndolo en rezos y manojos de ortigas y margaritas. Cinco minutos de esta ciencia verde le costarán cinco dólares y es una tradición legal que atraviesa todas las capas sociales de los quiteños.

Cuando llegue la hora de almorzar, vaya al restaurante Altamira, a metros de otra iglesia insólita que en vez de gárgolas exhibe esculturas de animales de Galápagos. En Altamira, Edwin le dará clases magistrales de los sabores ecuatorianos. Y a la hora de la cena, podría repetir la experiencia con Francisco Larco en el barrio La Mariscal, el más trendy de Quito. Y no crea que ya está, porque al caminar bajo las arboledas en la noche fresca verá de reojo todo lo que aún le falta recorrer. Y sólo después regrese para contarlo.

Desde la Redacción del Diario Perfil, Mónica Martin para Radio Perfil

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