El analista político ecuatoriano y asesor estrella del oficialismo, Jaime Duran Barba, rompió el silencio: visitó la Escuela de Comunicación y habló frente a los estudiantes de Periodismo de Editorial Perfil sobre la polarización entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner con la mira puesta en 2019. Además, evaluó como "extraordinariamente buena" la cumbre del G20 en Buenos Aires, opinó sobre el llanto del Presidente en el teatro Colón, y analizó la influencia de las redes sociales en el surgimiento de líderes antipolíticos como Donald Trump y Jair Bolsonaro. En el cierre de la materia Ciclo de Entrevistas, Durán Barba hasta dio su punto de vista sobre la pena de muerte.
-¿Cuál es su evaluación del G20?
-Salió extraordinariamente bien. A veces no nos damos cuenta de que existe un mundo afuera: según datos del Banco Mundial, por ejemplo, está desapareciendo el trabajo tal como lo conocemos, y probablemente dentro de unos 40 años el humano pueda controlar la inmortalidad. Todo eso no se remedia cerrando a la Argentina para que no lleguen los avances. Hay que repensar todo esto a fondo.
-Usted estaba en el teatro Colón cuando Macri comenzó a llorar. ¿Qué pensó de ese momento?
- En parte es un alivio de estrés y en parte tiene que ver con el modelo de dirigente que es Mauricio y que al círculo rojo normalmente le disgusta: la gente antes elegía estatuas y ahora quiere elegir seres humanos. El Presidente siempre ha sido un tipo que expresa lo que siente, que incluso mete la pata y se equivoca. Pero la gente quiere que los políticos sean seres humanos y que se equivoquen también, como todos. Esa idea del Presidente ideal que estaba momificado no tiene salida.
- ¿Cómo está viviendo el Gobierno internamente la crisis económica?
- A nivel político fue un año muy movido. Macri podría hacer lo que algunos pidieron: un gobierno de concentración nacional donde estén todos los que estuvieron con Menem, después con Duhalde y luego con Cristina. Un gobierno que siga haciendo lo que siempre se hizo. Pero la vocación de Mauricio desde el principio fue cambiar. Esos intentos de cambios son complejos. Hubo que tomar medidas que no son siempre agradables. También vimos una sequía como no se veía desde hace años. El mundo también se ha vuelto complejo. Donald Trump es bastante más impredecible que sus antecesores y la bolsa también. En la actualidad no se puede controlar nada. Por otro lado, el equipo de Gobierno no había vivido crisis políticas complejas y les impactó más esta. Pero Mauricio tiene una característica muy especial, que es su tenacidad. Es un tipo muy tenaz que se pone un objetivo y lo sigue pase lo que pase. Es un tipo con una mentalidad muy obsesiva. Siempre ha empezado las campañas desde abajo. Pero la situación económica no está mejor que en el gobierno de Cristina Kirchner.
- ¿Considera que Cristina Fernández intentará “duranbarbarizarse” de cara a las elecciones de 2019, como hizo en el 2017?
- Hubo un primer momento en que sí, pero cuando Cristina trató de ser como es Mauricio le salió mal. No hay que fingir lo que no se es. Lejos de lo que algunos creían con el escándalo de los cuadernos, ella sigue con muchísima fuerza, y los problemas que hubo este año terminaron endureciendo a la gente que la sigue. En el lado de Macri también se produjo una cierta fanatización que no había antes, y ahora ambos tienen un 30% en los dos polos. Va a decidirse por Macri o por Cristina dependiendo de lo que pase. Se ha creado la leyenda de que algún sector del Gobierno, en el que me ponen a mí, ha hecho algo para que Cristina Fernández siga existiendo y eso es absurdo. Ella representa una forma de ser y de ver el mundo numerosa e importante. La gente la escoge a ella porque ella expresa esta falta de apego a la ley, la anomia social, que es grande y existe en toda América Latina.
- ¿A qué atribuye el surgimiento de figuras como Bolsonaro o Trump?
- Hay una falta total de confianza en las instituciones desde hace diez años en todos los países, y una actitud negativa de la gente frente a los líderes y los partidos políticos. La gente está en contra de todo. Lo que está ocurriendo desde el 2007 es que se potenciaron las redes sociales y la gente está conversando a mayor velocidad todo el tiempo. Esto produce una anarquización de la sociedad. El mundo está cambiando a una velocidad absolutamente descomunal, y ese cambio existe y lo vive la gente sin procesarlo racionalmente. Normalmente lo que llamamos "el círculo rojo" es el que está apolillado con viejas teorías e ideas que no le permiten acercarse a un mundo que, en la práctica, nos está llevando a las nuevas formas de ser como seres humanos, de comunicarnos, de hacer política, de todo.
- A principios de año usted afirmó que “la inmensa mayoría de la gente quiere la pena de muerte”. ¿Cuál es su postura personal?
Yo soy liberal y no creo en la pena de muerte ni que con la represión se solucione la inseguridad. Debe haber firmeza en las autoridades pero debe entenderse que los problemas sociales son más complejos que poner policías con palos en las esquinas. No existe ni la maldad ni la bondad, sino las circunstancias y el contexto de cada uno. La gente tiene actitudes violentas contra los delincuentes pero, al mismo tiempo, cree que la delincuencia es fruto de la injusticia social. Tenemos sensaciones contradictorias siempre.
- Hace poco le colocaron un marcapasos. ¿Cómo sigue la recuperación?
Me demoré mucho porque es la primera vez que entro en un hospital y eso me traumatizó. De pronto terminé en cuidados intensivos. He tenido una salud férrea propia de gente que ha tenido una vida compleja, he comido cualquier cosa en cualquier país del mundo. Eso te inmuniza, pero esto que pasó este año casi me mata. Recuperarme físicamente fue parte del lío, pero sobre todo lo más difícil fue recuperarme psicológicamente. Me pegué tal susto que me quedé tonto un mes.
José Bertoldi - Daiana Castro - Martín Fernández - Nicolás Napoli
(Alumnos de Primer Año de Periodismo - Escuela de Comunicación de Editorial Perfil)