Martín Kohan participó de una conferencia de prensa virtual organizada por los estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación de Editorial Perfil y la Universidad del Salvador (USAL). El doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires, hizo un análisis del rol que ocupa Cristina Kirchner en términos históricos, políticos y sociales: "Cristina atrae las miradas, tiene un poder de imantación muy fuerte. Produce un efecto de centro de gravedad: si la ponés en la escena, las otras figuras de la política empiezan a girar respecto de ella".
Por otro lado, el escritor cuestionó las políticas llevadas a cabo por el Gobierno durante la pandemia: "Hubo un problema, y fue seguir pensando políticas de confinamiento cuando ya estábamos circulando en las calles", sostuvo Kohan en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.
—En términos políticos, históricos, sociales, ¿qué representa para usted la figura de Cristina Fernandez de Kirchner?
—Cristina es una marca fuertísima, no se puede pensar esta época histórica sin ella. Me parece que, en un recorrido desde el restablecimiento de la democracia hasta acá, es ineludible: Alfonsin, Menem y ella. Una parte de lo que llamamos Néstor, es efecto de ella, de lo que ella hizo en los años anteriores. Me parece una figura fuertísima, tanto como para que se discuta qué lugar ocupa con respecto a Alberto Fernández y la sensación de que incide. Yo no sé cuánto incide y qué grado de autonomía tiene Alberto Fernández en las decisiones, no tengo idea si ella lo maneja o lo asesora. Pero en el análisis de la circulación de discursos, sí, porque lo que pasa en la Casa Rosada yo no lo conozco, pero los discursos que circulan los leo. Mi impresión es que a Cristina la extrañan los que la aman y los que la detestan. Extrañan detestarla, la quieren presente. Durante el gobierno de Macri, el presidente podía aparecer nombrado en la séptima u octava página del diario Clarín, mientras que en todas las anteriores era nombrada la actual vicepresidenta. Incluso esta semana compré el Clarín y las primeras ocho páginas y la tapa, hablan de Cristina. Creo que atrae las miradas, tiene un poder de imantación muy fuerte. Mi impresión es que produce un efecto de centro de gravedad: si la ponés en la escena y las otras figuras de la política empiezan a girar respecto de ella.
—¿Qué piensa sobre las denuncias de corrupción que caen sobre la vicepresidenta?
—No digo que Cristina no esté maniobrando los movimientos de fiscales y jueces, eso ya lleva un análisis netamente político que yo no estoy capacitado para hacer, pero análisis de discurso, sí. A mi manera de ver, el hecho de que gran parte de la oposición política a Cristina Kirchner haya transcurrido sobre discusiones sobre corrupción, que no las desestimo, no digo que sean menores, pero han sido discusiones sobre casos de corrupción o bien, sobre animadversiones personales, mi impresión es que en algún punto la discusión estrictamente política e ideológica quedó en mucho casos debilitada. No se agota en la corrupción el debate de un proyecto político y a mi criterio no siempre la discusión del proyecto político avanzó respecto de la figura de Cristina tanto como habría sido necesario porque la detestan o la aman.
—¿Cuál es su opinión acerca de las causas de corrupción que afrontan diferentes políticos a lo largo de la historia argentina?
—No tengo una posición laxa con respecto a la corrupción pero uno no puede menos que fijarse cómo es el dedo de quien le levanta el dedo a la corrupción. Me pareció percibir en más de un caso que la sensibilidad con la corrupción tiende a generarse con la corrupción ajena. Elisa Carrio, se autoasigna el rol de fiscal moral de la Nación y garantía de la lucha contra la corrupción, y dice que no va a hablar de la fortuna de los Macri. Ella dijo: "yo sé cosas, por eso no voy a hablar". Por eso insisto, ¿cuál es el dedo que se levanta para hablar de corrupción? Y también hay un juego hipócrita. Porque los políticos no son todos corruptos como se suele esgrimir, hay políticos que son irreprochables, perfectamente honestos y no tienen un caudal mayoritario de voto. Por eso cuando aparecen los temas que más preocupan a los argentinos, la inseguridad y la corrupción, yo me pregunto, si hay candidatos no corruptos, ¿por qué no los votan? Me permito dudar si la preocupación por la corrupción es tan genuina o es solamente el fastidio que provoca la corrupción del antagonista.
—¿Cree que el peronismo es el único partido que puede representar las ideas de izquierda en Argentina?
—Creo que no. No al menos en el grado que yo, por mis convicciones y mi posición política, pretendería como ciudadano. No digo que no haya izquierda en el peronismo y que no haya un peronismo de izquierda, porque lo hay y ciertamente no cesa de afrontar tensiones, conflictos, límites. Pero lo que yo entiendo por izquierda, no es una instancia que el peronismo haya tocado, nisiquiera en los períodos más vehementes de izquierda peronista en su historia. Y de hecho, incluso en los momentos más cercanos, creo que de todas maneras, no podría encuadrarse más que como progresismo. Alberto Fernández dijo en algún momento, que él pensaba en un capitalismo en el que nadie perdiera, para mí eso es imposible, porque contradice por definición la lógica propia del capitalismo, su fundamento en la desigualdad y en la explotación. Las mayorías pierden en el capitalismo.
—¿La izquierda argentina representa sus principios ideológicos?
—Sí, los representa como ciudadano porque no soy más que eso. No tengo recorrido de militancia política. Lo que me gustaría es poder definir formas de intervención y desarrollo político que permitieran ampliar el campo de incidencia de la izquierda en términos electorales, justamente porque considero que los enfoques y posicionamientos son adecuados, tal como yo entiendo que es preciso plantearlos. Que la incidencia efectiva en el campo electoral, sea por lo pronto relativamente reducida, claro que me frustra. Pero insisto, no planteo esa frustración como un reclamo a los representantes de izquierda o a quienes militan en la izquierda. ¿Por qué reclamaría yo en vez de involucrarme, o tratar de aportar algo? Efectivamente estoy convencido de que la izquierda, con todos los defectos y limitaciones que podemos tener, es efectivamente la fuerza política que pelea por las condiciones que yo creo socialmente más justas y que defiende los intereses de las mayorías y de los explotados.
—¿Cómo vivió este año de casi confinamiento total?
—Primero, yo no considero que haya habido un año de confinamiento total. Yo vivo en Buenos Aires y a partir de ciertas aperturas entre mayo y junio, surgieron las posibilidades de salir a la calle, a los parques, a andar en bicicleta. En un comienzo sentí mucho la pérdida del espacio público, a título personal. Porque a lo largo de mi vida, mis días transcurren en la calle, en los cafés, en las plazas, en los espacios públicos. Siempre me resultó más grato estar en el espacio de la ciudad que dentro de mi casa. Y de hecho, hasta esta pandemia no recuerdo haber pasado un día entero adentro de mi casa, excepto que estuviera enfermo. En términos más generales y fuera de la preocupación que tiene que ver con una sensibilidad y un interés social (la situación sanitaria, la situación económica, la gente que perdió el trabajo), yo la pasé muy bien este año.
—¿Cómo evaluá la gestión que hizo el Gobierno en la cuarentena?
—Hubo un problema en el que incurrió el Gobierno y es que declaró el paso de confinamiento a distanciamiento hace dos semanas, cuando, al menos en Buenos Aires y Gran Buenos Aires, pasamos de manera generalizada del confinamiento al distanciamiento hace mucho. No estuvimos nueve meses confinados. Hubo un problema, y fue seguir pensando políticas de confinamiento cuando ya estábamos circulando en las calles. Desde junio se fueron transformando los modos de cuidarse y cuidar a los demás. Ya no estábamos en la premisa inicial de que dentro de casa estamos seguros y de la puerta para afuera corremos riesgo.
—¿Cómo fue su proceso de producción intelectual en medio de la pandemia?
—Fue un año muy intenso. Se publicaron dos libros que yo escribí. Por suerte tuvieron mucha repercusión y eso me tiene muy feliz. A la vez fue un año de repliegue, mucho tiempo para mi, menos requerimientos de salidas, circulación, viajes. Los viajes son instancias que yo valoro porque son formas de reconocimiento, son estimulantes y los disfruto, pero también fatigan. Y este año fue el primero en 25 años que no viajo por trabajo. Eso me devolvió bastante serenidad, estuve con un ritmo tranquilo. Los nervios los puse solamente yo.
—¿Qué opinión tiene acerca de la movilización de escritores en reclamo de la creación de un Instituto Nacional del Libro y de medidas de protección hacia el autor?
—Me convocaron y adherí porque estoy suficientemente al tanto de lo necesaria que es esa situación, de la ley del libro que se impulsa. Muchas veces se habla de propiedad intelectual, pero yo no lo pondría en esos términos. La idea de propiedad intelectual pone al autor en lugar de al propietario que defiende su propiedad y yo no lo veo así. La protección del derecho de autor es una reivindicación de que el trabajo sea pagado, remunerado. Habría que hablar efectivamente de cuales son las condiciones de remuneración de ese trabajo que hacemos, cuáles son los porcentajes que recibimos, como se nos pagan esos derechos. A ese trabajo, como cualquier otro, corresponde pagarlo. Esto no impide en absoluto que uno ceda derechos en cantidad de situaciones, así como uno accede a dar conferencias, cursos de manera gratuita. Estoy absolutamente a favor de todo aquello que promueva y facilite la divulgación, difusión y circulación de la literatura. Ahora bien, una cosa es que uno ceda el trabajo, y otra es que se lo agarren y no te lo paguen. Yo no veo propiedad privada en el autor, pero veo apropiación del trabajo ajeno. A mi me entusiasma mucho la idea de una sociedad en la que se comparta y haya cooperación. Me parece tan extraordinario que yo propondría que se haga en todos los rubros. No sé porque nos lo piden solo a los escritores, cineastas y músicos, porque el resto de las profesiones te cobran y está muy bien.
—Agradecemos su participación en el Ciclo de Entrevistas y lo invitamos a realizar un comentario final que quiera hacer para cerrar el reportaje.
—Solamente agradecer y disculparme por mi verborragia. Espero haberles aportado algo, agradezco que me hayan convocado y quedo a disposición de todos ustedes.
Por Natalia Alvarez y Camila Graciano
Estudiantes de Periodismo