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CóRDOBA
Historia de un reencuentro

El campeón y su camiseta, otra vez juntos

Ángel Cortés ascendió con Belgrano en 1991 y no volvió a jugar al fútbol. 27 años después volvió a adueñarse de la “4” que vistió en aquella final.

Ángel Cortés
En España. Cortés y su camiseta en Brunete, a 28 kilómetros de Madrid. | CEDOC PERFIL

Ángel Clemente Cortés fue uno de los protagonistas del primer ascenso de Belgrano a la máxima divisional del fútbol argentino. Lució el número “4” en el partido que el Celeste le ganó 4-0 a Banfield el 28 de julio de 1991, en la final del Reducido del Nacional B. Aquella consagración en el Chateau fue “el sueño del pibe” para él, que años atrás, todavía siendo jugador de Las Palmas, alentaba a la “B” desde la tribuna de Los Piratas. 

“La Chuza”, como lo llaman sus íntimos, era uno de los más jóvenes de un plantel que, dirigido por Jorge Guyón y José Trignani, tenía como figuras a Luis Sosa, Enrique Nieto, Víctor Heredia, Daniel Alonso, Javier Sodero, Gustavo Spallina y Roberto Monserrat. Subir a Primera fue tocar el cielo con las manos para Belgrano y Cortés lo vivió como un hincha más.

Tras los festejos, el defensor cumplió promesas y regaló las dos camisetas que utilizó aquella tarde: una fue para un hincha y otra quedó en manos de Antonio Mamondes, fotó- grafo de la revista “Panorama Match” y excompañero de su padre en la Fábrica Militar de Aviones. Sin saberlo, el “4” acababa de entregar los últimos “trofeos” de su carrera profesional.

De futbolista a constructor

Cortés nunca pudo jugar con Belgrano en la máxima divisional de la AFA. Una hernia de disco lo marginó de la pretemporada previa al Apertura 1991 y dos operaciones fallidas, más la libertad de acción que le firmó el expresidente belgranense Gregorio Ledesma a pesar de estar lesionado, precipitaron su decisión de “colgar los botines”. “Jugué ese partido contra Banfield y no jugué más. Tuve que dejar el fútbol a los 23 años”, le comentó el exdefensor a PERFIL CORDOBA desde España, donde reside.

Su vínculo con la redonda se prolongó por un par de años como ayudante técnico de Aníbal García en Las Palmas, por una gestión de Guyón. “Fue de caradura nomás, porque nunca me gustó dirigir”, aclara “la Chuza”. Cortés vive en Brunete, ciudad ubicada a 28 kilómetros de Madrid y se dedica a la construcción.

“En España hay laburo y te podés mantener. Con lo que ganás en un día, comés tres semanas. Aquí también hay problemas pero es un país más previsible que Argentina. Yo volví tras 10 años (estuvo entre 2002 y 2008) y una lata de gaseosa sigue costando 1,20 euros. No hay aprovechamiento. Allá, en cambio, es sálvese quien pueda”, refiere.

Del juicio laboral que provocó aquel ilegal despido cuenta que lo cobró 17 años después y en cuotas, ya durante el gerenciamiento de Armando Pé- rez, y recuerda al Belgrano de 1990/1991 como “un buen grupo humano, muy unido”. “Viví varios años en Mina Clavero, donde atendía un almacén y allí se formó la Filial Traslasierra, donde nos juntamos con varios excompañeros a fines de 2016”, añade.

“Además de haber jugado en Belgrano, soy hincha ‘perro’ del club. Soy socio y mis hijos -Brian (26), Kevin (23) y Enzo (20)- también. Siempre escucho los partidos por radio, aunque a veces aquí sea de madrugada”, dice Cortés (51), quien en España juega algunos torneos de veteranos con un equipo que él y sus amigos bautizaron como “Córdoba, la Docta”.

Un largo periplo

5 de marzo de 2018. A la hora señalada, la cita es en “Café del Alba”. De allí hasta la casa de Juan Del Campillo, dueño del café literario y responsable del área de Cultura del Club Atlético Belgrano. Los otros protagonistas son Kevin, el hijo de Cortés, y quien escribe, el segundo custodio de aquella camiseta que alguna vez también integró la colección personal de otro periodista: Mariano Saravia.

Juan abre el placar donde guarda sus “tesoros”, una veintena de remeras “piratas” de todos los tiempos, y saca la “4” de “la Chuza”. Tras un corto y fructífero rastreo, y gracias a la buena predisposición de todos, el traje de campeón por fin vuelve a su dueño. 27 años, 7 meses y 2 semanas después de aquel ascenso ante Banfield.

Las postales del reencuentro viajan enseguida hacia Brunete, seguidas de un llamado telefónico que, por obra y gracia del altavoz, deja las emociones al descubierto. “Me han hecho emocionar. ¡Gracias por tu generosidad, Juan! Sé lo difícil que, en tu caso, debe ser desprenderte de la camiseta”.

“Gracias a vos, Chuza, que me regalaste uno de los ascensos más deseados de mi vida. Esta era muy importante en mi colección, pero yo creo que las camisetas son de los jugadores, de los que la defendieron en la cancha”, responde Del Campillo. “Mirá, hermano, no sé si fui buen jugador o si fui un ‘picapiedras’, pero te puedo asegurar que a esa siempre la transpiré”, replica el exlateral. “Mirá viejo que a esta me la quedo yo, ¿eh?”, apunta Kevin con picardía. Pura emoción. A los pocos días, el campeón y la camiseta se reencontraron. Ya están otra vez juntos.