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Entrevista exclusiva

Joseph Nye: "Trump es el problema más grande para Estados Unidos"

El profesor de Harvard, elegido en una encuesta el internacionalista más influyente, afirma que el presidente amenaza más a su país que Beijing. Su mirada sobre la elección del BID, la pandemia y Argentina

Joseph Nye
Joseph Nye | Bloomberg

Joseph Nye no necesita ninguna introducción en el mundo de las Relaciones Internacionales. El profesor de la Universidad de Harvard es una de las voces más influyentes en la academia y en la política exterior de Estados Unidos. Ex funcionario en los gobiernos de Jimmy Carter y Bill Clinton y asesor del Departamento de Estado y de Defensa durante la administración de Barack Obama, Nye escribió 18 libros y más de doscientos artículos, en los que estudió y definió el poder como nadie.

En 2008 fue elegido por más de 2.700 internacionalistas como el académico con más impacto en la política exterior estadounidense en los últimos veinte años. Foreign Policy lo catalogó en 2011 como uno de los 100 pensadores globales más importantes, y creó conceptos claves como poder blando -la capacidad que tiene un país de influir en las preferencias de otros a través de su cultura y sus valores-; poder inteligente, la habilidad de combinar poder duro –militar y económico- con poder blando; e interdependencia compleja, en coautoría con Robert Keohane. A diferencia de los que creen que Estados Unidos y China desacoplarán sus economías y podrían ir a la guerra, Nye sostiene que puede haber conflicto y cooperación al mismo tiempo.

En su último libro, Do morals matter? Presidents and foreign policy from FDR to Trump, analiza las motivaciones, medios y fines de las políticas exteriores de Estados Unidos desde la creación del orden internacional liberal. Allí, se define como un liberal realista, en un esfuerzo por explicar una parte de la realidad y, también, por cerrar la grieta teórica de las Relaciones Internacionales. “La prudencia es en muchos sentidos un valor moral en la arena internacional. En medicina hay un juramento hipocrático, que dice que en primer lugar no hay que hacer daño. Creo que debería haber un juramento hipocrático en política exterior: “primero no hagas daño”. Pero luego cuando logres eso, tendrías que buscar otros valores también”, afirma en una entrevista exclusiva con PERFIL, en la que explica cómo la pandemia afecta la distribución de poder, por qué es importante ganar la carrera por la vacuna, qué dinámica tendrá la rivalidad entre China y Estados, y qué debería, en su opinión, suceder con la elección en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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¿Quién perdió y quién ganó más poder con la pandemia: Estados Unidos o China?

—Los dos lo han gestionado bastante mal y han perdido mucho poder. La reacción inicial de Xi Jinping fue sorprendentemente parecida a la de Donald Trump. Empezaron negándolo, trataron de cubrirlo y culpar a otros. Eso ha dañado la reputación de ambos países.

Los Estados más poderosos se lanzaron a la carrera por la vacuna. Sólo Xi Jinping y Emmanuel Macron afirmaron que sería un bien público global. ¿Por qué es tan importante ganar esa carrera?

—Los países quieren ganar la carrera por la vacuna por dos razones. La primera está dada en términos de la capacidad de proteger a sus ciudadanos. Pero la otra es reputacional. El país que sea mejor en desarrollar una vacuna tendrá una reputación de competencia y eso aumentará su poder blando. Agregaría un tercer punto: el país que, además de eso, prometa compartir la vacuna con otros, en particular con países pobres, también mejorará enormemente su poder blando.

"Hay alrededor de un 30%, quizás un 40%, de la opinión pública estadounidense que tienen una mirada muy acotada y nativista".

En una reciente entrevista, John Mearsheimer me dijo que “es posible una guerra con China en 2021”. ¿Qué opina usted? ¿Cree que habrá una guerra entre Washington y Beijing?

—Personalmente no lo clasificaría con una alta probabilidad. Creo que tanto Estados Unidos como China confían en cuánto tendrían ambos para perder sin importar quién ganase. Creo que habrá un alto grado de prudencia. Por otro lado, los humanos siempre cometen errores. Y uno no puede descartar errores de juicio en algún momento. No lo consideraría como algo altamente probable, pero tampoco lo puedo excluir como una posibilidad.

¿Qué cambios tendrían que suceder para que Estados Unidos y China cooperen en los temas que usted destaca en su libro: cambio climático, pandemias, y otras amenazas transnacionales?

—Estados Unidos tiene que darse cuenta que la relación con China no es la de una Guerra Fría, sino lo que llamo una rivalidad cooperativa. Hay algunas áreas donde habrá una intensa competición: por ejemplo, la libertad de navegación en el Mar del Sur de China, donde la armada estadounidense patrulla y rechaza que China pueda crear una isla artificial en el mar. Eso será tenso. Por otra parte, hay temas como el cambio climático o las pandemias que ningún país puede resolver por sí solo. China es la segunda economía más grande del mundo y Estados Unidos tendrá que aprender a trabajar con ella en esas áreas, al mismo tiempo que compite en otras cuestiones como el Mar del Sur de China.

¿Cree que China superará a Estados Unidos como la superpotencia global?

—Eso depende de qué período de tiempo estemos hablando. En las próximas dos décadas no creo que eso suceda. Estados Unidos tiene ciertos activos que no van a deteriorarse rápidamente. Si me preguntas qué sucederá al final del siglo, no tengo idea. No estaremos aquí para verlo. Y no creo que nadie pueda hacer predicciones de largo plazo de ese tipo. Pero en el corto plazo, me refiero a un par de décadas, China tiene varios problemas: demográficos; de energía; relacionados a la naturaleza de su modelo económico, que está muy dominado por empresas estatales. Por otro lado, Estados Unidos tiene ventajas como su geografía, su buena situación demográfica y energética, 15 de las 20 mejores universidades del mundo son estadounidenses, medidas por los chinos. No creo que China esté por superar a Estados Unidos en las dos próximas décadas, pero al final del siglo no lo sé.

¿Cuán importante es estar a la vanguardia de las últimas tecnologías, por ejemplo Inteligencia Artificial y 5G, para ser una superpotencia global?

—El liderazgo tecnológico es una fuente muy importante de poder. Tiene efectos no sólo en tu economía, sino también en tu poder militar. Y también afecta tu reputación en términos del poder blando y de tu habilidad de atraer a otros. El liderazgo tecnológico es muy importante y esa es una de las razones por las que pienso que sería un error que Estados Unidos permita a China que Huawei construya la red de telecomunicaciones de 5G, que será la base de la Internet de las Cosas. Hay muchas áreas en las que comerciar y trabajar con China es bueno, pero permitir que determine los estándares y también que apague ciertas cosas en tiempos de conflicto, sería una gran amenaza a nuestra seguridad. Hay que mantener un ojo en estas tecnologías. Lo que me preocupa a mí es que a veces dicen que si nos desacoplamos en algunas áreas, como 5G o telecomunicaciones, nos deberíamos desacoplar globalmente. Eso es una falacia.

Académicos realistas sostienen que el orden internacional liberal está en crisis. En su libro, usted sostiene que estamos ante un cambio de poder horizontal, entre Estados, y otro cambio de poder en sentido vertical, de Estados a actores no estatales. ¿Vamos en camino hacia un orden bipolar con entropía, es decir, con un poder diseminado en varias manos?

—Creo que el problema con los conceptos tradicionales de bipolaridad, multipolaridad, etcétera, es que se refieren a un mundo simplificado. Por ejemplo, yo diría que en el poder militar, el mundo es unipolar, pero que en el económico el mundo es multipolar, con EE.UU, China y Europa. Si miras las relaciones transnacionales que cruzan fronteras más allá del control de los Estados el mundo es entrópico, como vos decís. Es caótico, no hay polaridad en el cambio climático, las pandemias o ese tipo de cosas. Los viejos conceptos tienen un uso limitado. Tiene sentido llamar a la política mundial multicéntrica, pero la vieja idea de si es bipolar, multipolar o unipolar no captura la naturaleza del mundo en que vivimos hoy.

¿Qué amenaza más el poder de Estados Unidos: el ascenso de China o la reelección de Donald Trump?

—Trump es el más grande problema para Estados Unidos. El básicamente ha debilitado el sistema de alianzas estadounidense y socavado el sistema de instituciones multilaterales que han sido construidas en los últimos 75 años. En mi libro, Why morals matter, analizo a los catorce presidentes desde 1945. Todos los anteriores a Trump han puesto mucho énfasis en crear alianzas e instituciones multilaterales. Trump es el primero que esencialmente está retirándose de ese multilateralismo. Esa es una mayor amenaza. Creo que podemos gestionar el ascenso de China. Pero no podemos manejar la autodestrucción que está creando Trump.

Más allá de esas críticas, ¿qué hizo bien Trump en política exterior?

—Creo que será visto por los historiadores en décadas como alguien que tuvo dos aspectos positivos en su política exterior. Una es que fue relativamente cauteloso con el uso de la fuerza, no se involucró en guerras como Vietnam o Irak. Y la otra cosa es que, aunque lo hizo de una forma torpe, le dijo a China que la manera en que ha explotado la Organización Mundial de Comercio y los tratados internacionales es inaceptable y tendrán que haber cambios en su comportamiento. Esas dos cosas estarían en el lado positivo de su política exterior.

"Estados Unidos tiene que darse cuenta que la relación con China no la de una Guerra Fría, sino lo que llamo una rivalidad cooperativa".

¿Qué desafíos tendrá el próximo presidente de Estados Unidos?

—Asumiendo que el presidente cambie y que sea Joe Biden, lo primero que tendrá que hacer es reparar el daño que Trump ha inflingido. Una de las cosas que podría hacer inmediatamente es reintegrarse al Acuerdo Climático de París, detener la salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), asegurar la continuidad del estratégico Tratado de Limitación de Armas con Rusia. Si Trump es reelecto y no hace esas cosas, será muy dañino para Estados Unidos como para el resto del mundo. Pero después de esas cuestiones inmediatas que mencionaba, Biden tendrá que restaurar la fe en las garantías y alianzas de Estados Unidos. Trump socavó mucha de la confianza en Estados Unidos. Y la confianza se recupera no solo con palabras, sino con hechos. Biden tendrá que trabajar duro para reconstruir esas alianzas y esas instituciones multilaterales.

Al final de su libro, usted advierte sobre el peligro que plantea el nativismo en la opinión pública de Estados Unidos. Si Trump pierde, ¿esta amenaza continuará?

—Hay alrededor de un 30%, quizás un 40%, de la opinión pública estadounidense que tienen una mirada muy acotada y nativista. Por otro lado, si miras las recientes encuestas del Chicago Council on Global Affairs que le preguntan a la gente qué quieren: una política exterior acotada o un amplio compromiso con el mundo, 70% quiere un amplio compromiso. Hay un 30% que estará ahí, siempre lo ha estado. Trump ha sido capaz de movilizarlo y fue electo al elevarlo al 46% en 2016. Creo que en el futuro Biden tendrá que ser consciente de que esa opinión está ahí, pero todavía hay una amplia mayoría para los tipos de cambios que he mencionado.

"Argentina, como cualquier otro país, debería buscar su propio interés y decidir cuáles de las políticas impulsadas por Estados Unidos y China están en línea con su interés de largo plazo"

Si Biden gana, ¿mejorará la relación con América Latina?

—Sí, creo que sí. Trump tiene una mirada muy estrecha de los intereses estadounidenses. Biden tendrá una mirada más amplia. Trump siempre dice America First y, como digo en mi libro, no es que un líder político no deba defender primero los intereses nacionales de su país, sino que lo que hace una diferencia moral es cómo los define. Trump lo hace de una forma muy limitada, cortoplacista y transaccional. Biden lo haría más ampliamente, de una forma que sería buena para Estados Unidos y para otros países al mismo tiempo.

Hay una gran controversia sobre la elección del presidente del BID. Trump impulsa la candidatura de Mauricio Claver-Carone, mientras que algunos países, entre ellos Argentina, proponen posponer la elección para 2021. ¿Cuál es el objetivo de Trump en quedarse con la presidencia del BID? ¿Y qué deberían hacer otros estados de América Latina?

—Trump nunca confió en ninguna institucional multilateral. Es un transaccionalista muy corto de miras. Quiere tener el control de cualquier institución de la que forme parte. Creo que el BID debería ser dirigido por un latinoamericano. La idea de tratar de demorar o postergar la elección probablemente tenga sentido.

¿Qué aconseja a los políticos argentinos para lidiar con la rivalidad entre Estados Unidos y China?

—Argentina, como cualquier otro país, debería buscar su propio interés y decidir cuáles de las políticas impulsadas por Estados Unidos y China están en línea con su interés de largo plazo. Eso significa estar dispuesto a renunciar a rebajas de corto plazo en las ventas de tecnología o cerciorarse que ciertos préstamos no vengan acompañados por condiciones que no quieran. Pero en el largo plazo, deben preguntarse cuál es el interés de Argentina. En algunos casos, les servirá trabajar con China, en otros con EE.UU. Pero, en definitiva, cuando la cuestión sea sobre los valores, creo que Argentina descubrirá que comparte mucho más con EE.UU. y con Europa que con China, que es un país muy autoritario.

Joseph Nye
"Asumiendo que el presidente cambie y que sea Joe Biden, lo primero que tendrá que hacer es reparar el daño que Trump ha inflingido", dice Nye. (Foto: Cedoc)


Por qué se define como un liberal realista

Joseph Nye es una de las mentes más agudas del liberalismo en las Relaciones Internacionales. Pero prefiere no encasillarse con una teoría en particular al intentar explicar el mundo. Por eso, se define a sí mismo como un liberal realista.

“La discusión de si uno es un realista o un liberal simplifica demasiado la situación. Cuando se trata de una cuestión de supervivencia, uno tiene que ser realista, un líder debe proteger la supervivencia de su gente”, afirma a PERFIL.

“Pero esa no es la única cuestión. Hay un montón de otros valores, como la prosperidad y los derechos humanos, que son importantes. Deberíamos siempre empezar una política exterior preguntándonos cuestiones sobre el realismo. Mi problema con los llamados realistas es que muchas veces se detienen ahí, justo donde empezaron y nunca progresan en otros valores que son importantes para los seres humanos y los países. Lo que yo digo es empecemos con el realismo, pero no paremos ahí. Por eso me llamo un liberal realista”.