En un flamante libro que pone la lupa en la base biológica del comportamiento animal de los máximos líderes políticos de Argentina y el mundo, Mario Russo, docente de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA, profesor en Ciencia Política y magíster en Análisis y Marketing Político (UCES), sostiene que la conducta y los hábitos de los líderes alfa de nuestro escenario político coinciden con los de un simio. Pero no cualquier simio, sino con los de machos -y hembras- superiores que luchan por perpetuar su especie.
“No puede ser de otra manera, teniendo en cuenta que la lucha por el poder y el cortejo son el denominador común entre los simios, definición zoológica que incluye al Homo sapiens y en la que se destacan jerárquicamente los animales políticos”, arranca el autor, Mario Russo.
En una investigación sesuda de varios años, Russo, especialista en etología y comunicación no verbal, suma la perspectiva evolucionista y el enfoque cultural para decodificar y ayudarnos a comprender porqué nuestros políticos y los que manejan el tablero mundial se comportan como lo hacen. Y hay una sola respuesta, encriptada a lo largo de 252 páginas: porque son simios.
Igual que nosotros o, mejor dicho, más que nosotros, porque los machos alfa de la política son quienes toman las grandes decisiones en nuestro país y en el mundo. “Ellos luchan por algo más que la subsistencia, luchan por el poder, como animales”, reza el texto que en días ya estará en venta.
En la lucha por el poder, siempre hay triunfos y derrotas, pero los animales políticos son los únicos que logran mantenerse en su territorio, ahuyentar a los rivales e incluso retener a las hembras. Su posición es más ventajosa que la de cualquier otro mono de la manada.
Los animales políticos mandan ejércitos, promulgan decretos, saben cosas que nadie sabe, urden, intrigan, vociferan desde el balcón o detrás del micrófono, apaciguan y vuelven a ponerse en guardia.
“Los animales políticos que rigen el destino de los países del mundo, son herederos de un sistema en el que los machos se esfuerzan por dominar, ya que ellos aseguran el desigual acceso a los alimentos, la seguridad, las hembras y, consecuentemente, la perpetuación de los genes”, explica el analista.
Desde luego, a nadie le gusta que lo comparen con un mono, pero las similitudes bio-culturales se imponen por su propio peso.
A lo largo de Animales políticos, el autor se apoya en la biogramática para analizar la imagen que comunican los líderes políticos.
Desde el look con el que se presentan hasta el apretón de manos con otros líderes –amigos o rivales-, pasando por la osadía con que se apropian del espacio, las expresiones faciales, los movimientos corporales, la coreografía de las manos, la intensidad de la voz y muchos rasgos más, todo lo que los animales políticos sienten lo muestran.
Y por más que las perlas y los trajes refinados distraigan –o refuercen, ya veremos-, el mono vestido de seda sigue siendo mono. Y los líderes alfa de la manada continúan comunicándose como solían hacerlo sus ancestros paleo-mamíferos.
Mario Russo, que también es consultor político y fue –según su propia definición- el “estratega jefe de la campaña” electoral de Javier Milei en las recientes PASO 2021, menciona el famoso debate televisado entre John F. Kennedy y Richard Nixon del 26 de septiembre de 1960, durante la campaña presidencial en Estados Unidos, como el hito que sentó las bases de la impronta de las apariencias en el éxito político.
Desde el bronceado hasta el largo del pelo, la marca del reloj y la cantidad de maquillaje, todo comunica.
Esas son algunas de las unidades que saca a relucir la biogramática para analizar el impacto social de la conducta de los individuos. Son reglas básicas que rigen el comportamiento bio-social de los primates, pero sobre todo en la lucha por el cortejo y el poder.
Gracias a la evolución, el hombre también comparte esos posibles comportamientos de los simios antropomórficos, nuestros antepasados comunes según Charles Darwin, autor de la teoría científica evolucionista del siglo XIX que hasta ahora no pudo ser refutada.
Hembras alfa
En su rol político, hay una diferencia sustancial entre el animal político macho y el animal político hembra. El autor cita un estudio del año 2011 que contabilizó un total de 1.941 gobernantes de países independientes en todo el siglo XX. Entre todos ellos, sólo había 27 mujeres y la mitad de ellas llegaron a la cima de la escala zoopolítica cuando eran viudas o hijas de un líder varón.
En el total, menos del 1% de las mujeres habían llegado al poder por propia iniciativa. Y la razón no es cultural sino biológica, según el primatólogo holandés Frans de Waal, que cita Mario Russo: “Puesto que los varones no tienen una preferencia especial por las mujeres poderosas, el rango elevado no beneficia a las mujeres en el dominio sexual. Una destacada política francesa comparó una vez el poder con la repostería: le encantaba, aunque sabía que no era bueno para ella”.
En un notable trabajo de fuentes, Mario Russo cita a David Buss, el prof. De la Universidad de Texas que estudió durante cinco años qué tipo de hombre les gustaba a 10 mil mujeres de 37 culturas de diversas partes del mundo. En todas ellas, las mujeres contaron que les atraía más un hombre de buen pasar y con estatus social que uno atractivo. A la inversa, los machos alfa priorizan la juventud, la belleza y la fecundidad.
La hembra “empática”
Para la biogramática, María Eugenia Vidal “presenta displays faciales de comunicación de auxilio” para proteger a su cría: une y eleva el extremo interno de las cejas y adopta “una paralingüística que se caracteriza por tonos bajos de voz y una velocidad media en la enunciación de las palabras; una kinésica corporal poco expansiva y una apariencia despojada”. En la ex gobernadora no hay sofisticación, hay amparo y confiabilidad en la manada.
“Su biogramática puede definirse como “empática”, palabra tan de moda para los escritores de manuales de autoayuda”, opina Mario Russo. Además, la candidata a diputada por la Ciudad de Buenos Aires también emite señales no verbales de apaciguamiento, que en la evolución fueron propias de las hembras, “porque son físicamente más débiles, y también menos veloces que los machos. En tiempos donde no había leyes, era mejor apaciguar que sufrir las consecuencias”, define el autor de Animales políticos.
Cristina, simio hegemónico
Si en la Argentina hay un animal político que incide sobre el comportamiento de toda la fauna de simios humanos que pugnan por el poder, ese ejemplar es Cristina Fernández. “Cristina es el individuo clave de la política nacional, y los individuos clave ‘emergen como consecuencia de numerosas interacciones agonistas’ ”, explica Russo.
“En tiempos donde muchos creen que todo se construye y deconstruye a gusto y piacere –agrega- yo defino categorías que son imprescindibles para comprender el comportamiento animal humano. Si la ex presidenta está en ese lugar, es producto de constantes luchas por el poder. Es el animal político alfa de este país, le guste a quien le guste o le disguste a quien le disguste”, remata.
Para explicar que en la manada a veces se presenta un monarca que reclama para sí el poder supremo, el del rey de la selva, el autor de Animales políticos toma prestado el vocablo “hegemon” del campo de las relaciones internacionales.
Y lo ejemplifica con Donald Trump que demostró un comportamiento no verbal de simio hegemon cuando, en julio de 2018, al visitar a la Reina Isabel II, ignoró el protocolo real británico y caminó delante de los guardias británicos, pasándoles revista y tapando a la monarca, invisibilizándola. Su biogramática decía “no hay simio en la Tierra superior a mí; no soy un plebeyo y a nadie le debo cortesía”.
Simios de pelo largo
Gilgamesh, Sansón, Alejandro Magno, el Che Guevara, Carlos Saúl Menem sabían muy bien cuánto cotizaba su cabellera desmelenada en su éxito político. Perder el pelo no sólo significaba perder las mañas sino también la virilidad, al menos en el inconsciente colectivo de la manada. Por eso, el macho alfa del fascismo italiano, Benito Mussolini, solía aparecer con sombreros que disimularan su incipiente calvicie. Un fenómeno que el analista político denomima “complejo de Sansón”.
“Uno de los grandes divulgadores de la comunicación no verbal, Peter Collett, sostiene que una de las características que ayuda a crear una impresión de vigor juvenil en un político es una buena mata de pelo. La palabra césar, con los derivados káiser y zar, significaba velludo o de pelo largo, como algo que era propio de los grandes líderes”, resume el entrevistado.
El caso de Javier Milei, que consiguió 13,6% del caudal de votos en el debut de su lanzamiento a la política porteña seguramente lo confirma. Más aún si se recuerda uno de sus últimos rugidos en la selva: “no vine a guiar corderos, vine a despertar leones".
Escotes y bijouterie
En esa misma dirección apunta el uso de uniformes, charreteras, sacos con hombreras y accesorios militares en bodas reales, desfiles y actos de gobierno.
Las hembras alfa, por cierto, también echaron mano a estos recursos. Lo supo enseguida Lady Di, cuando en la primera gala con sugerente escote, le ordenaron volver a los voladitos, el primer precepto que desobedeció al abandonar el árbol.
Muy diferente fue la actitud de la líder de la manada alemana, Angela Merkel, cuando en 2008 asistió a la inauguración de la nueva ópera de Oslo con un escote que sólo habíamos conocido en Anita Ekberg o Isabel Sarli. Fue la comidilla de la prensa alemana, pero el vocero de la primer ministro se limitó a señalar: “la canciller federal continuará eligiendo según su gusto personal, a su antojo, el vestuario de noche para futuros actos de gala”. Y quedó claro quién mandaba.
“Los códigos del vestuario y el arreglo personal que inciden en la apariencia de los políticos tienen que evaluarse con arreglo a la coyuntura –explica Russo-. Lilita Carrió en el fatídico 2001 tenía una figura endomorfa (lo que vulgarmente se dice gorda), sin bronceado alguno ni bijouterie. También lucía una cruz gigante, que hoy ya no usa pero que se transformó en prédica verbal, con alusiones constantes a las Sagradas Escrituras. Lo no verbal puede dar paso a lo verbal, dependiendo de los objetivos políticos y el clima cultural de la época”.
“La apariencia es la síntesis de la antropología física (la antropometría, características del cuerpo) y la diacrítica (lo que se le agrega a lo naturalmente dado: ropa, lentes, reloj, cruces, pines, etc.). Esa síntesis varía de acuerdo al ambiente y a la congruencia o incongruencia de estatus de los líderes”, resume.
Bajar del árbol
Sin embargo, otro rasgo de superioridad es la voluntaria disminución del estatus de macho alfa que le corresponde por naturaleza al líder de la manada. Así lo hizo Mark Rutte, el tres veces primer ministro de los Países Bajos que impuso ir a trabajar en bicicleta en la clase política del país de los canales. Un gesto que los primates del pueblo aplaudieron porque vieron en su líder virtudes éticas de austeridad que lo enaltecían.
Algo similar hizo el presidente Alberto Fernández cuando eligió ir manejando su propio Toyota Corolla a la ceremonia de asunción en diciembre de 2019. Desde luego, lo escoltó una caravana de seguridad por tierra, “pero si se compara esta imagen con los Cadillac descapotables con chofer y los fracs de antaño, la toma de poder de los simios alfa argentinos ha cambiado mucho”.
Los simios alfa del siglo XXI ya no suben al árbol sino bajan de él. Los actos multitudinarios de sus campañas políticas o incluso durante sus gestiones, los muestran parados en escenarios a la misma altura que sus oyentes y rodeados por una multitud demasiado próxima: son “casi” uno más. Esa imagen de poder en 360º es tanto o más potente que la retórica de un líder del siglo XX detrás de un micrófono o incluso superior a la del líder mudo, como Hipólito Yrigoyen.
Animales sueltos corrobora algunos mitos (“la primera impresión es la que vale”), refuta otros (““teoría de las emociones básicas” o BET, del Dr. Paul Ekman) e incluso invade otros territorios zoológicos de la política, como el marketing canino. Ameno, preciso y de edición reducida, se podrá comprar en breve ($ 1.500), por el Instagram del libro o del propio autor.