La libertad de expresión esta jaqueada por quienes la usan para decir cualquier cosa, amparándose en la impunidad de sentirse intocables .
La cloaca de opinión que fomenta Twitter ya atravesó todos los rincones comunicacionales y si antes algunos se ruborizaban por los dichos de Jacobo Winograd o de Silvia Süller en los bizarros programas de espectáculos, hoy cualquier patán agarra un micrófono o escribe 250 caracteres para insultar y agraviar.
La gravedad de los dichos con que Alfa, el “personaje” de Gran Hermano salió a acusar de corrupto al presidente Alberto Fernández, es inversamente proporcional a la decisión que tomó el Gobierno de salir responderle. "No se puede decir cualquier cosa, con el Presidente decidimos intervenir", afirmó Gabriela Cerruti.
Está tan bastardeada la comunicación política, que un insignificante personaje televisivo se transforma de repente en un rival al que hay que contestarle.
Vidal, Santilli y Cerruti se cruzaron por Gran Hermano: se sumaron Jorge Rial y Gregorio Dalbón
Que la portavoz presidencial dedique tiempo para responder resulta sorprendente al darle identidad a alguien que no la tiene . “Es pecar de ingenuidad pensar que a la política no le importa estos lugares. Esto viene de hace mucho tiempo, en los 90 se empezaron a cruzar el mundo del espectáculo con la política, con programas masivos como los de Tinelli. Por eso sabemos que impacta en la sociedad y genera sentido, no es para nada ingenuo”, señaló Cerruti en el programa Modo Fontevecchia.
Sin embargo ¿es posible que cualquiera pueda decir cualquier cosa sin salir afectado o al menos sancionado? No. Mientras algunos enarbolan las banderas del “odio” para reglamentar redes sociales y medios y otros defienden a rajatabla la libertad de expresión en el medio hay mucho loco suelto diciendo disparates. ¿Podrá la Justicia establecer los límites para marcar la cancha o quedará sorda, ciega y muda presa de los intereses políticos que presionan para que nada cambie?