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Mayores de 70: sus usos del tiempo

La decisión del Gobierno porteño que hoy entró en vigencia, ha despertado críticas y rechazos. Cinco destacadas personalidades de la cultura en la Ciudad, cuentan cómo transitan la cuarentena. Galería de fotos

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La normativa para mayores de 70 años impulsada por el Gobierno de la Ciudad despertó críticas. | Shutterstock

La decisión del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de pedir a los ciudadanos mayores de 70 años que antes de salir a la calle se comunicaran con el número 147 para solicitar un permiso especial despertó críticas entre aquellos a los que los funcionarios querían proteger del contagio de coronavirus. Acusaciones de fascismo, Estado de sitio selectivo y discriminación llovieron sobre el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta y su ministro de Salud, Fernán Quirós. No es la primera resolución que intenta avanzar sobre las libertadas individuales en aras del bien común desde que se desató la pandemia.

“En realidad, la decisión que toma la política del compulsivo cuidado a las personas mayores de 70 años encerrándolos es absolutamente congruente con el deshumanizante sistema socioeconómico que construimos día a día -señala el médico psiquiatra Marcelo Espada-. Es un sistema que al valorar y promover burocráticas formas de funcionamiento y producción, desprecia, desconoce y obstaculiza las genuinas relaciones entre nosotros y de nosotros con la naturaleza”. Para Espada, este mecanismo social “desarrolla una máquina o industria que produce ‘viejos’ cada vez de menor edad”. Este deterioro involutivo refuerza prejuicios y creencias. “Lo disruptivo ahora es que personas de determinada edad están cuestionando estas decisiones políticas –agrega-. Eso es esperanzador, siempre y cuando, y más allá de hacerme eco de las reflexiones de quien se siente marginado por su edad, aprovechemos las inteligencias que, desde sus atributos creativos, lograron atravesar esta maquinaria destructiva”.

Horacio Rodríguez Larreta: "Mi obsesión es el cuidado de los adultos mayores"

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Escritores, investigadores y artistas mayores de 70, porteños o residentes en la ciudad de Buenos Aires, compartieron sus “usos del tiempo” durante la cuarentena y el aislamiento social preventivo y obligatorio. Lecturas, trabajos en proceso y nuevas rutinas enriquecen las vidas de los jóvenes de siempre.

José Emilio Burucúa, investigador, docente y ensayista: lecturas con la mujer amada

La pandemia y la cuarentena han paralizado las rutinas de mi vida anterior. No del todo, por suerte. Todavía conservo cierta fuerza que me aparta de Internet y de los medios de comunicación, sólo una horita cada día. Lo terrible es que aún ese intervalo carece de sentido y de placer verdadero. ¿Por qué mentir? Pero, bueno, la horita. Se desenvuelve en un intercambio con mi mujer quien, Deo gratias, me asiste en esta depresión. “Buru, ¿qué libros trajiste de Francia, que me los leo? Aquellos que ya hayas leído”. Cuando mi mujer se sumerge en un libro, es imposible no enterarse o dejar de leer los pasajes que le llaman la atención, si uno no lo leyó previamente, o bien no releerlo con nuevas miradas, bajo cielos distintos, si es uno la persona que lo recomienda. Esta vez, empezamos el juego con dos novelas: HHhH, premio Goncourt ganado por Laurent Binet, con una historia apasionante del atentado que se cobró la vida del monstruo de Reinhard Heydrich en Praga en 1942, donde el autor entreteje la narración de los hechos, los retratos de los personajes a la manera de un Guicciardini, los comentarios de fuentes y documentos, las experiencias personales de la investigación y la escritura. Y Doctor Rata, obra de William Kotzwinkler que me regaló Héctor Roque Pitt, traducida del inglés al francés, libro raro, fábula algo perversa en la que hablan los animales, según lo exige el género, que es perversa por cuanto el bruto principal es un ratón, cómplice de los seres humanos en los laboratorios donde se experimenta y se hace la vivisección de sus semejantes o de otras especies. El alargamiento de la cuarentena obligó a Aurora a regresar a un texto que se le había hecho insoportable, Vida y destino, por Vasilii Grossman, pues yo insistía e insistía. Volví a recorrerlas con ella y sigo pensando lo mismo. Me refiero a la carta que Anna Semenova, la madre judía de Viktor Strum, escribe a su hijo momentos antes de ser llevada a la muerte en julio de 1941 por los nazis que ocuparon su ciudad y su casa en el oeste de Rusia. Tenía casi 70 años cuando las conocí (confío en que Larreta me autorice a decirlo) y juro por lo más sagrado que jamás hube leído nada parecido: “Viktor, mi querido... Es la última línea de la última carta que te escribe tu madre. Vive, vive para siempre”. Otro libro, comprado en una librería de Nantes que se llama Viento del Oeste, me atrajo de inmediato, porque también pertenece a la literatura rusa de los disidentes heroicos: una selección de poemas de Anna Akhmatova, traducidos y comentados por Jean-Louis Backés. Me topé allí, al llegar al “Poema sin héroe”, con la frase latina que Anna escribió sobre un armario de su casa de Leningrado, a orillas del Fontanka: Deus conservat omnia. Deduzco que estos dolores de la pandemia y la reconciliación futura que protagonizarán sus sobrevivientes también habrán de conservarse en el latido incognoscible de la divinidad. Escritura, cero.

Fernando Noy, actor y escritor: novelas, poesía y risas

Desde que comenzara esta terrible etapa al fin logré ordenar papeles, agendas viejas o cuadernos que creía perdidos. Pude concluir un nuevo libro de poemas y darle un nombre. Bautizar algo en medio de una hora tan funesta para mí ha funcionado como el mejor antídoto. Leo en apenas un día, con lágrimas en los ojos, a Joan Didion: El año del pensamiento mágico. Me deslumbro de los momentos y fascinantes amoríos que Lucia Berlin recrea con increíble magnetismo dentro de Una noche en el paraíso. Me encanta Fermín Eloy Acosta y su premiada primera novela Bajo lluvia, relámpago o trueno. En la montaña de libros de poesía regalados que finalmente logro leer, tiemblo al descubrir voces como las de Juana Luján o Laura García del Castaño, ambas también cordobesas como la incomparable Camila Sosa Villada. Me fascino ante María Elena Romero, correntina, y otra poderosa poeta mapuche: Roxana Miranda Rupailaf, vecina de Chile como Pedro Lemebel, siempre a mano. Es una interminable cadena de placeres en apariencia solitarios que no me mantiene atado, muy al contrario. Si necesitara reír, busco por YouTube a Antonio Gasalla con Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese para terminar a las carcajadas. Ya casi con setenta años imagino una marcha de venerables ancianes por la ciudad desértica reclamando el derecho esencial de saberse libres. Tengo amigues cerca de los noventa que, como yo, nos sentimos privilegiados por el tiempo. Rezo sin cesar. Hablo siglos por teléfono. Como tantos, no veo la hora de reencontrarme con un mundo al fin salvado de esta hora tan crucial. Mientras, al compás del nuevo disco de Daniel Melingo, bailo descalzo sobre una alfombra rociada de lavandina, ebrio de esperanza para que surja el fénix. ¡Así sea!

Jorge Aulicino, poeta y periodista: traducciones y un diario online

En realidad para mí cambió poco, excepto el café, que lo extraño. Solo o con amigos. Pero entiendo que es una terrible presión psicológica saberse encerrado por decisión de otros, no por voluntad ermitaña. Estoy revisando una edición de poemas completos que por ahora queda suspendida, traduzco poetas italianos, escribo y leo. Mi rutina cambió poco. Antes me iba de vez en cuando al campo, a la casa de un amigo, en un pueblo. Ahora no puedo. Además del peligro del virus, soy sospechoso, por viejo. Otra cosa: escribo un diario nada personal en Facebook.

María Moreno, escritora y directora del Museo del Libro y de la Lengua: Netflix, clonazepam y reescrituras

En principio lo que hago es responder a preguntas como ésta. ¿Son conscientes los escritores del mundo que con sus diarios de la peste que están saturando un mercado editorial cuyas próximas condiciones desconocemos además de que, cuando esto pase, al menos en las condiciones actuales, nadie va a querer leer sobre el tema? No aprovecho nada, y el imperativo de producir me parece una denegación de la angustia. Creo que nadie es un otro absoluto en una situación límite. Tiende a imponerse, luego del estupor, la propia neurosis. Por supuesto, no me refiero ni al sistema concentracionario que es el paradigma del Estado de excepción. Así que procrastino como siempre: entrego las columnas prometidas a último momento, busco infatigablemente información que luego terminaré no usando, compro por Internet libros que no tenían la frase que esperaba. Clonazepam y Netflix. A las cansadas termino mi autobiografía de lecturas que se llama Contramarcha, reescribo El petiso orejudo, por rachas de impulsos, como siempre. Y organizo la sección Mientras tanto del Museo del Libro y de la Lengua con un equipo formidable. De mis amigos expresos políticos aprendo a hacer gimnasia de celda, de mis amigos de AA a pensar en términos de 24 horas. Si imaginaban que estaba releyendo En busca del tiempo perdido, olvídense.

Josefina Delgado, ensayista y docente: relecturas y salidas cortas con barbijo

En estos días en los que permanezco en casa evitando salidas innecesarias, he tratado de tener una rutina diaria que principalmente se basa en la lectura y en la escritura. ¿Quién no tiene en su biblioteca libros que no ha llegado a leer por falta de tiempo o por necesidad de otras lecturas imperiosas? ¿Y ese deseo a menudo postergado de releer libros que nos han pegado fuerte? También está en mi caso el placer de poder mirar el entorno de mi casa: la mesa donde trabajo, cerca de un balcón soleado, mis bibliotecas rodeándome, mi cuarto con su manta naranja y negra con los símbolos de los años 60, el signo de la paz. Y una sensación de casa vivida… Pero interrumpo, por ejemplo, esa relectura postergada de las memorias de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, y de Adiós, poeta, de su amigo y colaborador Jorge Edwards, y bajo a una esquinita donde da de pleno el sol: lo necesito. Con barbijo, por supuesto. Y son diez minutos que me hacen renacer.

Personalidades de la cultura reclaman en una carta pública

Luego de la decisión del jefe de Gobierno, que horas después de anunciada fue matizada (la palabra “prohibición” se eliminó de los comunicados oficiales), un grupo de personalidades de la cultura envió una carta a Horacio Rodríguez Larreta. Firmada por Oscar Barney Finn, Hugo Beccacece, Edgardo Cozarinsky, Josefina Delgado, Fernando Dozo, Enrique Espina Rawson, Alicia Ferreirós, Carlos Gutiérrez, Luz Henriquez, Juan Carlos Hiquis, Graciela Melgarejo, María Luisa Lerer, Cristina Mucci, Silvia Plager, María Sáenz Quesada, Juan José Sebreli, Celso Silvestrini, Marcela Solá y Mauricio Wainrot, la carta pública denuncia como discriminatoria la medida impuesta por el jefe de Gobierno y el ministro de Salud de la ciudad. Cabe recordar que la medida también recibió el apoyo del presidente de la Nación mediante una frase encabezada por un adverbio de negación. “No lo tomen como una ataque a la libertad –dijo Alberto Fernández-. Los estamos cuidando”.

“Los abajo firmantes, a quienes abarca el aislamiento de los mayores de 70 años a partir del lunes 20 de abril, nos dirigimos a usted para manifestarle nuestro profundo repudio a dicha medida, por entender que es discriminatoria.

La manera de proteger a nuestra comunidad no pasa por elegir un grupo que, si bien se ve en situación de riesgo, no es el único (gente que está en tratamiento anti cáncer, que padece asma, epoc, diabetes, enfermedades que no reconocen edad) y por lo tanto se convierte, bajo la excusa de una seudoprotección, en objeto de discriminación y mal trato.

Los adultos mayores de 70 años sabremos cuidarnos, y lo hemos hecho desde hace más de treinta días. Aquellos que necesiten de la ayuda del estado, sin duda sabrán cómo pedirla. Seguiremos las instrucciones ya difundidas: compra en negocios de cercanías, farmacias, bancos, y además aportaremos nuestra experiencia de vida para atenuar los efectos de esta crisis mundial.

Primo Levi, Jorge Semprún, Bruno Bettelheim, son solamente algunos de los que padecieron persecuciones y pudieron dar cuenta de sus sufrimientos y contribuir al esclarecimiento de ignominiosos crímenes. No queremos revivir ni repetir estas circunstancias, en un país que desde 1983 ha recuperado la democracia y quiere mantenerla. Solicitamos la anulación de esta medida y la recuperación de nuestros derechos de ciudadanos”.