En un principio, los científicos avalaron a la OMS. Confirmaron que para lograr la llamada inmunidad colectiva—el punto en el que el coronavirus SARS-Cov2 ya no pueda propagarse porque no habrá suficientes humanos vulnerables—el 70 por ciento de una población determinada debiera ser inmune, ya sea gracias a la vacunación o porque sobreviva a la infección.
Sin embargo, no toda la comunidad científica estuvo de acuerdo con ese pronóstico. Algunos se atrevieron a bajar ese porcentaje a 50%. Es decir, cuando en una comunidad se contagie la mitad de la población, la curva comenzará a descender porque se alcanzó la bendita comunidad colectiva.
Un equipo de la Universidad de Strathclyde en Gran Bretaña, estimó que Bélgica, Inglaterra, Portugal y España tienen umbrales de inmunidad de rebaño mucho más bajos, de un promedio de 20%. Y el optimismo aumentaba.
Sin embargo, nadie se atreve a decir si ya hay alguna ciudad en donde la mitad de la población será la garantía sanitaria de la mitad restante.
En agosto, citando a Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, el periódico The New York Times, y muchos otros replicantes, publicaron con optimismo que en algunas zonas de Nueva York, Londres y Bombay el virus ya sería inofensivo. Si así fuera, ¿por qué se teme tanto la segunda ola?
La inmunidad de rebaño se determina con un “R₀”, un cálculo de reproducción que indica a cuántas personas puede un infectado propagar el virus que porta.
Cabe aclarar que no todos los virus respiratorios son igualmente contagiosos. El actual el SARS-CoV-2, coloquialmente llamado coronavirus, tiene un R₀ de 2,2, según se concluyó luego del primer estudio realizado a 425 pacientes contagiados en Wuhan en enero de 2020, cuando todo comenzó. Para los inmunólogos, esto significa que su contagiosidad es moderada y bastante parecida a la gripe.
Otras patologías como el sarampión y la tosferina tienen un R₀ de alrededor de 15; los de polio y viruela, entre 5 y 7.
Aunque al principio no se lo consideró así, ya se sabe que una persona no es igualmente sensible al virus que otra. El covid podría circular sin pena ni gloria entre los jóvenes de un grupo urbano con mucha movilidad, pero cuando se mete entre los ancianos de otro grupo con escaso contacto exterior, podría ser letal para todos.
Estas variables de edad, densidad y geografías le ponen tantos “peros” al porcentaje de la OMS que casi lo inutilizan. En la Universidad de Estocolmo, un equipo determinó el índice de la comunidad de rebaño en 43%. Es decir, cuando ese porcentaje de población ya se haya enfermado y recuperado, todos estarán a salvo.
Ese número tampoco podría considerarse un festejo, porque es el velo con el que también se tapa el rostro de miles de fallecidos que murieron para arañar ese porcentaje.
Mientras en promedio los números siguen aumentando día a día, la gente, en el llano y lejos de las estadísticas, vive un curioso exceso de confianza. Parecen incluso haber perdido su carácter pontificio los consejos iniciales (agua, jabón, alcohol, tapabocas, distancia, etc). Sobre todo, cuando se difundieron datos sorprendentes.
En Bombay, por ejemplo, examinaron a los residentes de Dharavi, el mayor barrio marginal de la India, en donde un millón de personas viven hacinadas en un kilómetro cuadrado y con todo tipo de necesidades. Luego de un trabajo de varios días, se concluyó que en promedio 55% de los habitantes ya tenían anticuerpos contra el coronavirus, en comparación con el 15% de los detectados en otras zonas de Bombay. ¿Podría eso convalidar que los pobres están más cerca de la inmunidad de rebaño? Decirlo sería un disparate y eso significa que la ecuación oficial recorre una línea paralela que hasta ahora no logró cruzarse con la realidad.
Nadie está a salvo de futuras olas y brotes de la enfermedad, ni siquiera quienes ya la padecieron.
El covid-19 sigue circulando por todas partes, incluso en las ciudades y distritos que ya lo habían despedido. Tampoco está claro cuánto muta ni de cuánto tiempo de gracia dispone un recuperado. La inmunidad de rebaño sigue siendo una cifra que rechaza la universalidad. Es un enigma de difícil respuesta, que deja sin palabras incluso a los más enigma que deja sin palabras incluso a los más encumbrados epidemiólogos de las universidades de Yale, Oxford, Estocolmo, etc.
Para predecir el comportamiento del coronavirus y derrotarlo se necesitarían ajedrecistas que estudien cada tablero local con sus variables etarias, sociales, de déficit inmunológico, de exposición, de actividades cotidianas, de efectos secundarios e incluso de porcentaje de éxito en la vacunación. Y probablemente todo eso no pueda reducirse a un porcentaje universal porque las sociedades y los grupos humanos no tienen conductas homogéneas; están llenas de detalles.
En cuanto a la llegada de una vacuna, que hasta ahora se vive como un final feliz, casos anteriores (sarampión, neumococo, etc) demuestran que, si en general con la vacunación se protege a la mitad de la población sensible, la campaña se considera exitosa. Pero aún quedará otra mitad esperando que la inmunidad llegue en el siguiente tren.
Con un cálculo de reproducción de 2,2, una persona con coronavirus contagiará a dos entre diez personas aproximadamente. Siguiendo esa proporción, el virus se propagará a un ritmo acelerado hasta que se llegue a la inmunidad de rebaño, sea de 70%, de 50% o lo que se determine. Sin embargo, aún cuando se arribe a esa instancia, el virus no habrá muerto, seguirá circulando aunque a ritmo más lento.
“Del mismo modo que un automóvil no se detiene en el momento en que el conductor levanta el pie del acelerador, el virus no desaparece en el momento en que se alcanza la inmunidad de grupo. Aunque la cantidad de contagios comience a disminuir, es probable que otra parte de la población se contagie mientras la enfermedad va desapareciendo en otro lugar”, grafica sabiamente el Profesor español Manuel Peinado Lorca, académico de la Universidad de Alcalá.
Para que una enfermedad infecciosa sea derrotada, como sucedió en otras oportunidades, parece necesario lograr la inmunidad de grupo a gran escala. En una pandemia, no sirve hablar de pequeñas inmunidades logradas en lugares donde hubo muchos contagios.
MM / DS