Su familia tiene raíces gallegas, algo que siempre recordó su padre, el ex presidente de la Nación, Raúl Alfonsín. Quizás por ello le insistieron tanto sus correligionarios con que visite sus pagos cuando se traslade a España durante la audiencia virtual ante la comisión de Acuerdos en el Senado. También le encomendaron varias tareas, como que asista a las provincias en disputas comerciales que tienen que ver, por ejemplo, con las llamadas denominaciones geográficas, nombres de productos que chocan con otros de aquel lado del Atlántico y, por ende, encuentran un obstáculo, como el vino La Rioja. En los próximo días, Ricardo Alfonsín viajará a Madrid para asumir sus funciones como embajador del gobierno de Alberto Fernández ante España y ya adelantó algunas tareas.
—¿Cómo vive este desafío de representar al país en un destino clave pero, a la vez, alejarse de su nación en un momento tan difícil?
—Con una gran responsabilidad, por un lado, un fuerte compromiso de gratitud por el Presidente por su gesto amplio y generoso de ofrecerle la embajada de España a un hombre que no integra ninguno de los partidos del Frente de Todos, y claro que voy a extrañar no estar aquí, en la Argentina, para participar del proceso que implica superar la pandemia y la crisis económica que generó.
—Usted destaca esa confianza en un extrapartidario para una misión clave que es puerta de la Argentina hacia Europa, ¿por qué cree que lo eligió a usted?
—Yo había conversado con el Presidente de la República cuando todavía no era candidato. Después, cuando fue candidato, también lo hice. Y cuando ganó las elecciones, en noviembre, tuvimos una reunión y me ofreció la embajada. Yo ni me lo imaginaba. Le respondí que no en ese momento. Le aseguré que quería colaborar con el gobierno porque la propuesta que él había hecho a los argentinos era más radical que la de Cambiemos y que llevarla adelante podía generar muchas resistencias.Sabía que a Alberto podía pasarle lo mismo que a mi padre, Rául Alfonsín, y que, cuando se dieran esas circunstancias, quería estar presente, donde él me dijera, defendiendo el mandato popular. No creía que sucedería tan rápido
"Le aseguré al Presidente que quería colaborar porque su propuesta a los argentinos era más radical que la de Cambiemos y podía generar resistencias"
—¿Cómo describiría la escalada de la oposición en tan pocas semanas?
—Hay algunos que piensan que los gobiernos solo son democráticos si hacen lo que quiere la oposición. Si no, son sectarios o autoritarios. Parece que en Argentina hay que perder las elecciones para que las ideas que uno cree que son las mejores, se apliquen. Porque ven mal que uno aplique las políticas anunciadas en campaña, sobre todo cuando, quienes perdieron las elecciones, son las fuerzas neoliberales y de derecha. La actitud hostil, electoralista y competitiva empezó mucho antes de estas semanas de protesta. Y si bien es cierto que hubo un impasse por la pandemia, apenas la gente se empezó a cansar y comenzó a preocuparse más por lo económico que lo sanitario, de nuevo volvieron los ataques muy virulentos, muy agresivos y el ejercicio irresponsable de la oposición. Se equivocan, porque la sociedad está cansada del oposicionismo. Y están manifestando una actitud propia de quienes esperan por ver los ánimos de la sociedad para decir cosas que sintonicen y capitalizar así políticamente el momento.
—¿Usted sugiere entonces que son argumentos de los cuales la propia oposición no está convencida?
—Son expresiones que se fundan más en la emoción que en la razón, y en la especulación electoral, pretendiendo construir una imagen en la sociedad acerca del Gobierno que nada tiene que ver con la realidad pero que les puede resultar funcional con quienes compran ese discurso. Saben perfectamente que no es cierto. “Abrieron las cárceles”, “infectadura”, “terrorismo sanitario”, “vamos hacia Venezuela”, y todo eso muy poco compatible con la lealtad republicana y democrática. Y me llama la atención que muchos dirigentes de mi partido, no todos, se hayan enganchado con esa manera de hacer política.Han perdido instinto político y capacidad para comprender lo que está pasando y las consecuencias que puede tener sembrar el desaliento y la sospecha. Puede perjudicar al gobierno pero también a la oposición y hasta generar las condiciones para la emergencia de liderazgos autoritarios, xenófobos, fanáticos y de ultraderecha como los que conocemos en otras partes del mundo, en países de larga trayectoria democrática, incluso en América latina... Tal vez si se lo preguntaran, se darían cuenta que le estamos errando el vizcachazo los radicales, que deberíamos estar en otro lugar, no el de los autoritarios en la Argentina.
—En España gobierna el PSOE junto a Unidas Podemos con mucha resistencia, incluso de ultraderecha con Vox...
—En todo el mundo existe esa radicalización de la oposición. En todas partes se está dando y es un dato que debe preocuparnos pero en la política interna de España no voy a meterme. Tengo amigos en el PSOE, en Podemos, en el Partido Popular, incluso en Izquierda Unida lo conocí alguna vez a (Julio) Anguita. No es que uno vaya a comer con ellos, porque vivimos a muchos kilómetros de distancia, pero son amigos de la política.
—Y ahora se está complicando un poco en España también con lo rebrotes de Covid-19 para hacer sociales...
—Sí, ahora está complicado, pero bueno, hacer la cuarentena allá o hacerla acá es más o menos lo mismo (ríe). Las cuarentenas se impusieron en todo el mundo, para aquellos que hablan de dictadura. ¿Todo el mundo se convirtió en una dictadura? Incluso hubo países que declararon el toque de queda para limitar la movilidad.
—¿Federico Polak viajará con usted como enlace con el mundo de los negocios?
—Federico es un amigo de la familia, además de haber sido el último vocero de mi padre. Pero también actuó como interventor del Banco de Río Negro, síndico del Central, interventor del PAMI, de Boca Juniors, un profesor de derecho empresario y comercial y un hombre con una transparencia a toda prueba, de manera que, para poder contar con ayuda técnica y el apoyo de alguien que me merece la más absoluta confianza, yo les pedí que le permitan acompañarme. Federico viene del desarrollismo, ni siquiera es afiliado radical. Vamos a dar el alma para hacer la mejor embajada argentina. No son tiempos sencillos porque todos los países del mundo están con crisis económicas muy severas, incluso peor que la nuestra. Y no están compradores sino vendedores y no quieren invertir afuera sino que inviertan en su territorio. De manera que vamos a tener que trabajar mucho para conciliar los intereses de los dos países. Pero España para nosotros es clave, es la puerta de acceso a la Unión Europea y hasta el canciller europeo es español, Josep Borrell, y argentino, porque su padre nació acá.
"Si Alberto Fernández no hubiera propuesto lo que propuso o mi partido hubiera hecho cambios, yo no hubiera aceptado, no hubiera sido necesario."
—¿Van a trabajar sobre la idea de que la Unión Europea, con España como puente, cambie la postura en torno a Malvinas tras el divorcio con el Reino Unido?
—Claro y, en principio, el Brexit nos facilita el trabajo. Incluso la UE planteó que las cuestiones relativas a los territorios en disputa, y España tiene Gibraltar, lo resolviera el Reino Unido en forma bilateral. Por otra parte, España siempre nos acompañó en las Naciones Unidas, en la Asamblea, así como en la Cumbre Iberoamericana. Hoy el tema está en el comité de descolonización y España no lo integra.
—En la comisión de Acuerdos del Senado, invitó a las provincias a que lo contacten. ¿Su idea es federalizar la diplomacia?
—En realidad, es mi obligación y la de cualquier embajador. Estando ante ellos, me puse a disposición y la de todos los intendentes y gobernadores a través suyo. Pero en la Cancillería hay una secretaría específica que vincula a gobernaciones y municipios con las embajadas, de manera que vamos a tener un vínculo muy frecuente por ese canal. Por supuesto, si me llaman, los atenderé y espero poder ayudarlos.
—El senador Julio Martínez le comentó acerca del problema con el vino La Rioja por su denominación de origen geográfica que la bloquea España...
—Sí, pero eso tiene que ver, más que nada, con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. El ámbito de discusión sería ese y la Cancillería aunque veremos si podemos contar con algunos consentimientos de parte de España para que se nos reconozcan a nosotros también el derecho a usar denominaciones de origen del país.
—¿Por qué cambió de parecer luego de rechazar dos veces la embajada?
—Al Presidente le dije que no en noviembre y cuando me insistió en diciembre a través de una tercera persona. Hasta que me llamó desde Alemania, por teléfono, yo estaba comiendo en un bar de la Capital Federal, suena el teléfono y era el Presidente: 'Ricardo, ¿repensaste la idea? Mañana voy a Madrid y tengo que llevar el nombre'. Bueno, hablé con unos radicales para anticiparles que iba a aceptar y sí, a lo que había dicho que no en noviembre y en diciembre, en febrero le dije que sí. ¿Por qué? Porque se dio antes de tiempo lo que yo creía que iba a pasar: el partido, en lugar de rectificar su rumbo tras perder las elecciones, se puso más a la derecha y se colocó en el lugar de la resistencia a las política que, desde mi punto de vista y el de la Unión Cívica Radical, son las necesarias. Así que acepté porque creí que era mi deber.
——¿Quedó algún resentimiento con los radicales que lo cuestionaron?
—Yo no tengo resentimiento con nadie. Algunos pueden tener resentimiento conmigo porque he sido muy honesto conmigo mismo y crítico con las cosas que avaló el partido desde 2015. Allá ellos, yo no me manejo así en política. Por otro lado, hubo muchos radicales que me dijeron que hice bien, muchos más de los que me criticaron. Y además, nunca entré por Cambiemos, porque algunos me reprocharon eso y no es verdad. Entré en 2013 por el Frente Amplio UNEN y en 2017 se me venció el mandato. Y ese año desde el PRO me ofrecieron ser candidato por la Provincia de Buenos Aires y yo les dije que no. Y a continuación me ofrecieron una embajada en la región, no me dijeron cuál, y yo les dije que no. Y en 2019 volvieron a ofrecerme en la Capital Federal y también dije que no. De modo que los que piensan que mi aceptación está motivada por cargos, la verdad es que mi posición, desde 2015, no corresponde con la de alguien que está preocupado por los cargos. Y si Alberto Fernández no hubiera propuesto lo que propuso o mi partido hubiera hecho cambios, yo no hubiera aceptado, no hubiera sido necesario.