Para nosotros es "jogging”, pero para el lenguaje de la moda, “Chandal” o para ser más precisos, el conjunto de pantalón y buzo fabricado en algodón y/o poliéster que saltó del mundo del deporte a la vida cotidiana; y del locker del club a nuestro placard.
O mejor dicho, al placard de todos. Es que el jogging ya no distingue edades, sexos, segmento laboral ni clases sociales: es casi un patrimonio de la humanidad y desde 2009 tiene su propio día universal, el 21 de enero, para que el mundo entero lo recuerde y lo use donde más le plazca.
En definitiva, es su adaptabilidad lo que lo convirtió en una prenda de vestir tan indispensable. Tal es así que, junto con barbijos y mascarillas fue la prenda de vestir más popular durante la pandemia. Cuando el coronavirus encerró a la humanidad, para la mayor parte de la población mundial se impusieron el teletrabajo y el jogging a la par que carteras, tacos y maquillaje se echaron una larga siesta.
A nadie defrauda el jogging: políticos en paseo de domingo, celebrities que intentan pasar desapercibidas, los turistas que prefieren viajar cómodos y las amas de casa cuando hacen las compras.
Hace décadas que los estudiantes diseñan sus propios modelos como marca de identidad que indica el cascarón del que están a punto de salir. Hace décadas que también lo eligen los deportistas de alto rendimiento, tanto para no perder calor antes de entrar en escena como después, a la hora de las explicaciones en conferencias de prensa.
Del ajo al jogging
Nadie sospecharía que una prenda tan democrática vino al mundo entre los vendedores de ajo del mercado Les Halles en París, el mayor puesto de frutas y verduras que tuvo la capital de Francia, ya en 1135.
El inmenso predio de Les Halles sólo llegó a ser una decena de pabellones (en 1935 ya sumaban doce) con columnas de hierro sosteniendo los techos y paredes de cristal en la segunda mitad del siglo XIX.
Como sucede hoy, cada vendedor gritaba a voz en cuello lo que ofrecía y, a comienzos del siglo XX, los vendedores de ajo, los marchand d’ail, vociferaban el propio. Como tanto les gusta a los franceses, en poco tiempo, acortaron la frase: "chand’ail".
Y en la memoria de todos, el vocablo “Chandal” era el vendedor que se protegía del frío de las primeras horas de la mañana con un tosco abrigo tejido como jersey de canalé. Por metonimia (desplazamiento lingüístico) la prenda terminó identificando a la persona.
En el año 1880, en la ciudad de Amiens –exactamente donde por entonces vivía Julio Verne- el comerciante Gamard comenzó a fabricar su versión del Chandal, la misma prenda de jersey, pero en una versión más fina, cara y atractiva para los ricos del Quartier St.-Leu, que hoy está plagado de tiendas y cafeterías, entre jardines y canales estrechos.
En poco tiempo, el Chandal de Gamard llegó a los claustros académicos de esta ciudad con catedral gótica y cultura medieval. Y fue sobre el torso de los presumidos estudiantes de La École de santé, que por entonces sólo era un laboratorio de historia natural y de formación botánica funcionando en el Hôtel-Dieu.
Desde esta ciudad del norte de Francia, el chandal llegó al ámbito universitario, incluso del otro lado del Canal de La Mancha, en el Reino Unido, y se convirtió en una prenda popular y a la vez ideal para identificar cada campus. Cómoda, flexible y abrigada, era cuestión de unos pocos años más para que desembarcara en el mundo del deporte.
Entretanto, los soldados franceses llevaron el chandal a las sufridas trincheras de la Primera Guerra Mundial.
De la trinchera al fascismo de Mussolini
La historia del Chandal encontró otra autopista más veloz rumbo al mundo de la moda: la del arte futurista italiano. Fue de la mano del florentino Thayaht, seudónimo (palíndromo, en realidad, porque es una palabra espejo) del artista Ernesto Michahelles quien, en 1919 desembarcó en Francia para estudiar pintura en la Académie Ranson de París.
En un abrir y cerrar de ojos, sus diseños futuristas volcados a las telas le valieron un contrato en la casa de moda de Madelaine Vionnet. Fue allí, y con la colaboración de su hermano RAM (Ruggero Alfredo Michahelles) que, en 1920 diseñó una nueva prenda, “Tuta”, algo homogéneo y que llegue a todos.
Cómo sucedió con chandal, el vocablo “Tuta” provino de la deformación del francés “tout-de-même” (“todo lo mismo”). La Tuta era un prêt-à-porter para todos los días, de bajo costo y para los trabajadores. Fue un overall, una pieza única, cuadrada, con bolsillos y una línea central de botones recorriendo todo el torso, hasta la cintura. Las mujeres podían sumarle un cinturón para resaltar su silueta, pero la prenda era esencialmente nacional y popular, la misma para todos, barata y fácil de hacer.
Todo iba sobre rieles, y la publicación del patrón de la Tuta en el periódico “La Nazione”, confirmó la difusión y popularidad que Thayaht había soñado.
Thayaht fue realmente un creador. El nombre Tuta también apuntaba a la letra “T” que formaba el torso, apoyado sobre el resto de la prenda que parecía una “A”, por el diseño de piernas. Es decir: "tu T-A".
A pesar del deseo de Thayaht de que todos y todas usaran su tuta en cualquier momento del día, el fascismo y las circunstancias confinaron su prenda a la fajina laboral, sobre todo entre los metalúrgicos, para quienes luego surgió una versión en azul (la que conocemos hoy), la Tuta blú, o el Chandal azul, como se prefiera llamarlo.
Tal vez no le importó demasiado, porque Thayaht era fascista. Filippo Tommaso Marinetti, el creador del futurismo, lo conectó con Benito Mussolini, para que él mismo le entregara el retrato que le había hecho. A partir de entonces, el Duce lo apoyó en todo; le pidió incluso el diseño del gorro fascista.
Fue un precursor en todo sentido (diseñó tejidos, joyas alta costura, participó en exposiciones de la moda, etc). El diseño simple y geométrico de la Tuta terminó siendo el patrón del “T shirt”, la remera , otro gran invento que algo debería reconocerle al florentino.
De la tuta al jogging
Thayaht estaba convencido de que la creación de nuevas telas y diseños conducirían a un mundo nuevo. Por eso, tomó con mucha naturalidad que la famosa empresa francesa del gallito deportivo lanzara al mercado, apenas un año después de la publicación gráfica de los patrones y diseños de la Tuta, una nueva “creación”: los pantalones y el buzo de Chandal.
La nueva versión del chandal, que se lanzó a la venta mercado desde la firma que había creado Émile Camuset en 1882, no era sino el mono de la Tuta ya dividido en dos piezas, pero con telas más livianas, mayor elegancia, cierre en reemplazo de los botones y, más luego, con puños elásticos en las mangas.
El concepto rector era idéntico: prenda amplia y cómoda para toda ocasión, incluso –en principio- para la práctica deportiva del ciclismo, el fútbol y el rugby. Y luego se sumó el running.
En la década del 80, las tribus urbanas del break-dance y el hip-hop lo sumaron no sólo a sus prácticas musico-deportivas sino hicieron al fin realidad el sueño de Thayaht: adoptaron el jogging como prenda de ocio para todo el día.
Desde el año 2009, el jogging o “pantalón de Chandal”, tiene un Día Internacional que le rinde homenaje, el 21 de enero.