Aceleraciones y choques libertarios
Hasta llegó a soltar algún insulto. “Qué manera de complicarme estos pelotu…”. Patricia Bullrich bramaba el jueves al tener que postergar el tratamiento de la reforma laboral en el Senado, después de que horas antes, en Diputados, el oficialismo obtenía una aprobación pírrica del Presupuesto sin un capítulo clave para el Gobierno.
La diatriba de la flamante senadora, la nueva voz cantante oficialista en el cuerpo, apuntaba no solo a los opositores que intentan frenar el tratamiento de los cambios en el mercado del trabajo. También puso en la mira a los dialoguistas oscilantes y, sobre todo, a los propios que no lograron garantizar los respaldos en la Cámara baja.
La anécdota, a fin de cuentas, expresa una vez más las dificultades de la gestión de Javier Milei para obtener avales legislativos en los tiempos y formas que pretende. La frustración queda más expuesta cuando el oficialismo, tras la victoria electoral de octubre y la renovada conformación del Congreso, aceleró para dar la vuelta olímpica antes de jugar el partido.
Como para ratificar su molestia, este viernes 19 Bullrich evitó escalar la conflictividad con los aliados en el Senado y convalidó en comisión el Presupuesto alumbrado en Diputados, con la idea de que se trate y se convierta en ley el viernes 26, en medio de las fiestas.
Así, quedaría afuera de la norma presupuestaria el ya famoso Capítulo 11, por el que el Gobierno azuzó el fantasma de que pone en riesgo el equilibrio fiscal si se lo deja de lado.
Ese apartado extenso abarcaba muchas medidas. Entre ellas, la eliminación de la emergencia para financiar a las universidades y al sistema de discapacidad (que el Congreso le impuso este año al Gobierno, que las desconoció en su ejecución) y la redefinición del pago de la deuda que Nación tiene con CABA por la coparticipación. Nada de ello saldrá vía Presupuesto, pero el Poder Ejecutivo ya evalúa cómo hacerlo por otras vías.
Desde la Casa Rosada, ante la caída del capítulo 11, se había hecho trascender que Milei estudiaba la posibilidad de vetar la ley por ese faltante. La versión fue explicada como parte de una estrategia para presionar al área dialoguista del Senado, como para reponer el fragmento en cuestión. También, para que Bullrich hiciera todo y más en pos de ese objetivo.
La exministra de Seguridad prefirió evitar la quema de naves. “¿En Diputados se mandan la cagada y yo tengo que arreglarla?”, dicen que se quejó. Privilegió el apuro por sacar el Presupuesto y lo dejó sin el capítulo 11.
Bullrich ya llegaba al fin de la semana golpeada, por haber tenido que ceder a que la reforma laboral que ingresó por el Senado finalmente se trate a partir de febrero, en vez de antes de que finalice el año. Lo mismo con la nueva ley de glaciares.
Según sus allegados, debió levantar el pie del acelerador ante el traspié en Diputados con el capítulo 11 del Presupuesto, no por el acto de la CGT en Plaza de Mayo (masivo pero sin dejar de ser testimonial).
Y, por las dudas, Bullrich le hizo llegar un mensaje al ministro Luis “Toto” Caputo: “Dejemos esto como está, que si los gobernadores se envalentonan, nos sacan más cosas”.
En el bullrichismo y en otros sectores libertarios se plantean algunos pases de factura por la patinada en la cámara baja. Y responsabilizan de ello al ministro del Interior, Diego Santilli, y al presidente de la Cámara, Martín Menem. “Dijeron que teníamos el número para abrochar todo y no era cierto”, fue el reproche más leve.
Puertas adentro del planeta violeta se especula con que las renovadas intrigas pueden tener vinculación con la interna que nunca se apaga. De los presentes trapicheos legislativos fue apartado el asesor Santiago Caputo. ¿Busca venganza?
Tampoco participó Caputo en la negociación menos pensada para aquellos que abrazan el dogmático relato mileísta: el acuerdo con el kirchnerismo para dotar a la Auditoría General de la Nación (AGN) de los tres representantes de la Cámara de Diputados.
Una libertaria, un kirchnerista y una auditora cercana al gobernador salteño, Gustavo Sáenz, consiguieron sus designaciones a la AGN, para indignación del PRO y de Mauricio Macri, que tenían al exministro Jorge Triaca en las gateras para uno de esos puestos.
El enojo amarillo mutó a cólera cuando se enteraron de que el arreglo lo ejecutó directamente Martín Menem en diálogo con Máximo Kirchner. Cristian Ritondo, el jefe de la escuálida bancada PRO, amaga con recurrir a la Justicia. ¿Un momento de efervescencia o el prólogo de una ruptura?
Acaso esta minicrisis entre los aliados preanuncie el alerta por un potencial temor mayor: que LLA y el kirchnerismo encaren una conversación más amplia y más formal por cuestiones más sensibles.
Una de ellas sería la conformación de la Corte Suprema y el nombramiento de la cabeza de la Procuración General de la Nación, por ejemplo. Ambas fuerzas se necesitan para obtener las dos terceras partes del Senado que avalen esas promociones.
Siempre negados, ya hubo durante el primer bienio de Milei tanteos del secretario de Justicia, Sebastián Amerio, con el senador Eduardo “Wado” de Pedro y el ministro de Justicia de Axel Kicillof, el camporista Juan Martín Mena.
A Amerio, cercano al asesor Caputo y producto de su baja cotización, se le habría despojado de la influencia que supo adquirir otrora, incluso por encima de la que poseía el exrenunciante ministro del área, Mariano Cúneo Libarona. Retiró su dimisión y se mantiene en el cargo a pedido de la hermanísima Karina.
Justamente de la secretaria general de la Presidencia dependería este posible acercamiento con el kirchnerismo para destrabar el nudo judicial de las vacantes.
Además del “exitoso” ensayo llevado a cabo por Martín Menem con la AGN, su primo Eduardo “Lule” Menem y el apoderado nacional de LLA, Santiago Viola, tendrían el mandato karinista para encarar las conversaciones. ¿A qué costo?
Pese a las caídas autoinflingidas y a las torpezas evitables, los Milei avanzan.
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