Debilidades y fortalezas

Brasil y sus signos de recuperación

Potencia. Es el productor y exportador líder en soja y carne vacuna. Foto: cedoc

Brasil está en una fase de recuperación moderada y las estimaciones de crecimiento del PBI rondan entre 3% y 4% para 2021. En un contexto de serios conflictos políticos, ya se fueron varios ministros del gabinete de Bolsonaro y peligra la alianza con el sector militar, que se resiste a la politización. El amesetamiento de la actividad es importante, si se considera que en tiempos de Lula la cifra de expansión del PBI fue de 5%.

Nuestro vecino posee aún algunos indicadores favorables. El riesgo país es relativamente bajo. Brasil suele endeudarse a menos del 5%, lo cual contribuye a la formación de un círculo virtuoso. También es destinatario de un considerable flujo de capitales, aunque por momentos se conviertan en una presión apreciatoria peligrosa. Es relevante la inversión extranjera directa, el real se ha devaluado, y eso incide en el comercio exterior favorablemente.

En cuanto a su proyección internacional, recordemos que Brasil se consolidó como la sexta economía más grande del mundo desde 2011, desplazando de ese lugar nada menos que a Gran Bretaña. La producción de commodities orientada a Asia Pacífico ha sido un vector indiscutible de crecimiento. Es el productor y exportador líder en soja y carne vacuna.

Los puntos débiles de Brasil están en la todavía precaria situación social. Si bien el avance en este aspecto ha sido importante, aún falta mucho por mejorar: 20 millones salieron de la pobreza y 35 millones accedieron a la clase media en los años de Lula, con un promedio de 18 mil millones de dólares por año invertidos en la lucha contra el hambre. No obstante, los avances realizados en los últimos años no terminaron de nivelar los indicadores brasileños con la región. Entre las deudas más palpables, destacan la enseñanza pública, el déficit de infraestructura, la postergada reforma fiscal y la recurrente corrupción. A modo de ejemplo, el 70% de las carreteras federales están en mal estado y 40 millones de personas carecen de acceso al agua potable.

En las cuestiones puramente macroeconómicas, existe presión política sobre el Comité de Política Monetaria (Copom) y la autonomía del Banco Central es relativa. El problema central reside, como es bien sabido en nuestro país, en el tipo de cambio: los industriales demandan una paridad alta, que les suministre competitividad, mientras que la presión inflacionaria influye en sentido contrario.

Otro frente de conflicto proviene de su elevada inserción internacional, que expone al país a los vaivenes de la economía global en una coyuntura de crisis. No obstante, el gobierno de Dilma implementó un agresivo paquete de medidas para contrarrestar estos efectos, que contempla una reducción de impuestos y un esfuerzo por comprimir los costos de producción, vía reducción del impuesto a los salarios en los 15 rubros más afectados (textil, plástico, calzado, eléctrico, autopartes, entre otros). Además, se facilitará el crédito para sostener a la industria, ya desafiada por la baja competitividad en relación con la apreciación del real. El BNDES otorgará una línea de crédito por 25 mil millones de dólares a tasas atractivas para proyectos de innovación. Finalmente, se estaría ampliando el programa de financiamiento a exportaciones.

El ministro Paulo Guedes impulsa las ideas liberales y de reformas estructurales, pero tiene una base política de sustentación frágil, ya que la popularidad del presidente ha caído fuerte por su estilo y por el mal manejo del covid. Los sondeos ante una elección con Lula se inclinan hacia que, en esta polarización del electorado, triunfe el viejo dirigente sindical.

En definitiva, aunque la coyuntura no sea tan favorable, Brasil está buscando estar más sólido y cada vez más integrado al capitalismo competitivo mundial.

*Director Área Economía IAE Business School, Universidad Austral.