Construcción del enemigo y otredad negativa
Milei, el “Nunca más” y la escena que erosiona los consensos básicos en busca de tachar al kirchnerismo.
En La construcción de un enemigo, el gran Umberto Eco cuestiona, con agudo e inteligente sarcasmo, la necesidad de la cultura occidental de recrear adversarios, reales o imaginarios, para otorgarle un sentido épico a la existencia propia. En ese interesante ensayo, que fue publicado en 2012 en base a la recopilación de artículos y conferencias producidos durante su profusa carrera, el autor de El nombre de la rosa sostiene que en determinado momento, los grupos humanos necesitan configurar un “otro” para consolidar un “nosotros” que permita amalgamar la cohesión interna y reafirmar la idiosincrasia.
“Tener un enemigo es importante, no solo para definir nuestra propia identidad sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro propio sistema de valores –ironizó Eco–. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo. Los enemigos son distintos a nosotros y siguen reglas que no son las nuestras. Tener un enemigo nos ayuda a tener un horizonte”.
Es necesario regresar a Eco por estas difíciles horas en Argentina, cuando la construcción del enemigo se convierte en estrategia electoral. Es que el inicio de la campaña libertaria desnudó esta semana la nueva apuesta de Javier Milei: si la promesa de que “el ajuste lo paga la casta” quedó agotada en la comprobación de los hechos, y si no hay logros de gestión suficientes, porque la inflación está contenida, pero el consumo está ahogado, entonces es hora de recurrir a un nuevo relato. Es la hora de “Kirchnerismo. Nunca más”.
Desde que en 1984 se publicó el Nunca más, tras el informe emitido por la Conadep, que documentó la existencia de decenas de miles de desaparecidos entre 1976 y 1983, y luego de que en 1985, el fiscal Julio Strassera cerró con esa frase su alegato para condenar el terrorismo de Estado en el Juicio a las Juntas Militares, esas dos palabras representaron la convicción de la sociedad argentina de vivir en democracia. Nunca más a una dictadura.
El mensaje Nunca más fue propuesto por Marshall Meyer, un rabino conservador estadounidense y reconocido activista internacional de los derechos humanos, en homenaje al lema utilizado por los judíos sobrevivientes del Gueto de Varsovia para repudiar las atrocidades del nazismo. Desde entonces, el consenso en torno al Nunca más se constituyó en la síntesis sobre la que se basa la democracia argentina.
Es hora de recurrir a un nuevo relato: “Kirchnerismo. Nunca más”.
Es por esa razón que la apropiación de esa frase por parte de un sector político para utilizarla contra otro sector político, no debe ser leída tan sólo en clave electoral. Todo lo contrario: es, lisa y llanamente, el deseo manifiesto y expresado desde el poder representativo e institucional del Estado, de romper con el acuerdo republicano sobre el que se erige Argentina.
“Nunca más es el consenso de que hay experiencias dañinas que como sociedad no queremos nunca jamás repetir. El kirchnerismo es una de ellas”, dijo el jueves Milei en el primer acto de campaña, junto a los candidatos que disputarán la elección bonaerense. “Lo que quieren hacer los kirchneristas cuando proscriben el uso del ‘Nunca más’ es justificar la tragedia que ha sido su gobierno apelando a otra tragedia nacional”, agregó el Presidente, mientras el público coreaba “Nunca más”. Entonces Milei respondió desde el escenario: “No digan Nunca más, que las almas nobles se ofenden”.
La Fundación Strassera, por caso, expresó su “más firme y categórico repudio” a la utilización política del Nunca más. “La banalización de la frase quita sentido al consenso que hizo posible la instalación de la democracia en la Argentina y, como alegó Strassera, no le pertenece sino a todo el pueblo argentino –sostuvo la organización–. Convertir esta consigna en una pancarta de ocasión o un eslógan de campaña resulta inadmisible”. La Libertad Avanza, no obstante, busca ahora constituirse en base a ese nuevo orden: en oposición a ese “otro” kirchnerista, que debe ser desacreditado del orden público.
Daniel Feierstein denomina este fenómeno como “otredad negativa”, porque se reafirma a partir de la deshumanización del “otro”. El autor sostiene que la aparición de una “otredad negativa” se inicia por medio del proceso de construcción simbólica de un enemigo, que atenta contra las bases mismas de la sociedad. En Seis estudios sobre genocidio, Feierstein advierte que se trata de un paradigma por medio del cual el poder retoma características existentes en el imaginario colectivo, para reconstruir nuevos símbolos y mitos que permitan reforzar los prejuicios latentes con el fin de esbozar un sujeto social que es negativamente diferente.
Experto en el análisis del fascismo clásico y del neofascismo moderno, Feierstein sostiene que todo genocidio se origina a partir de esa “otredad negativa”. Porque intenta delimitar dos campos: los iguales, sujetos cotidianos y mayoritarios, que son cualitativamente distintos de los otros, aquellos que no quieren ser como todos y por lo tanto, no deben ser. Son los “otros”, que no deben existir.
Se trata, que no queden dudas, de un esquema de ideas moralmente inconcebible en el marco de una democracia.
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