Despedimos el 2025… y recibimos el 2026 en modo lucha
En estos últimos días del año es lógico hacer un balance que actúa a modo de despedida. El 2025 fue muy difícil y nos trajo muchos sinsabores, hasta el final nos tiene en vilo. ¿Tenemos presupuesto para el 2026? ¿Tenemos nueva legislación que regule el trabajo? ¿Cuánto ganarán los jubilados que cobran la mínima y que son alrededor del 50% de todos ellos? ¿Las industrias nacionales se reabrirán y podrán sobrevivir al boom de las importaciones? ¿Podrán los investigadores argentinos continuar desarrollando sus proyectos o deberán desistir, porque ya es mucho poder seguirlos casi o sin financiación un año o dos, pero más? Y ¿las universidades públicas, podrán continuar o se paralizarán por falta de recursos para pagar el mínimo a sus docentes? ¿Se implementará la ley de discapacidad o continuará sin siquiera estar reglamentada? Estos son algunos de los interrogantes que permanentemente muchos argentinos nos hacemos y la respuesta hoy es: “que la inocencia te valga”. Porque sabemos que el gobierno nacional sacrifica todo, incluso la ciudadanía más vulnerable por mantener el equilibrio fiscal, entonces no podemos ilusionarnos y esperar que se superen estas realidades con las que termina el 2025. Siempre el año que despedimos parece el peor, pero creo que el 2025 superó todas nuestras expectativas. Como es sabido, siempre puede haber cosas peores y tal vez así sea en el 2026. La nueva estructura en el Congreso, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado puede permitir al Gobierno impulsar y lograr nuevas leyes que cambien el modelo de país y que será muy difícil de rearmar cuando termine el mandato. Este es un gobierno que no pierde tiempo en discutir, consensuar y lograr mayorías sustentables. Los dos primeros años fundamentó esta actitud en el descalabro que recibió, pero ahora lo que hay es resultado de su gestión. No puede seguir echando la culpa a quienes le precedieron. Si bien ahora el gobierno nacional tiene mejor representación en ambas Cámaras, también es cierto que no le alcanza y necesita sumar otros. Pero como vimos en estas dos últimas semanas su forma de negociación es muy poco exitosa, demasiado errática y con algunas incoherencias que generan el rechazo de sus propios aliados. La integración de la Auditoría General de la Nación fue una muestra de inconducta política inaceptable, pero que muestra claramente cómo el Gobierno no se conduce como dice, valida lo que hace y es lo que realmente cree, aunque diga otra cosa. No es casual que reconoce como el mejor gobierno desde la recuperación de la democracia al de Carlos Menem y se rodea de sus familiares directos.
Analicemos algunos resultados de cómo termina el 2025. El aumento de los servicios que superan ampliamente la inflación genera un deterioro de la capacidad de compra de los salarios muy importante. El salario mínimo en noviembre ‘23 cubría el 78% de la canasta básica, en noviembre ‘25 cubre apenas el 37,4%. Los jubilados que cobran la mínima pasaron de cubrir el 50% de la canasta básica en noviembre ‘23, a cubrir solo el 26,6% en noviembre ‘25. Según la Defensoría del Pueblo de CABA, una pareja de jubilados necesita seis haberes mínimos para su supervivencia. La canasta básica de servicios en estos dos años alcanzó un aumento del 561% para los hogares según el último informe del Instituto interdisciplinario de Economía Política de la UBA y el Conicet (La Nación 23/12/25), esto impacta negativamente en la capacidad de consumo de la población. Respecto al consumo no solo disminuyó, sino que aumentó considerablemente el número de quienes se endeudan para cubrir la canasta básica. En el caso de las personas con discapacidad los problemas y el deterioro por la caída de las prestaciones ante el congelamiento de los honorarios, planteó que hoy el 88% de las familias con una persona discapacitada están endeudadas. A su vez la industria cayó un 9,5% según un estudio del Instituto Argentina Grande, y la Confederación Argentina de la Mediana Empresa –CAME– señaló que las ventas minoristas han caído un 21,9% interanual. Esto y el cierre de pequeñas y medianas empresas implican un aumento del desempleo, sin embargo, el Indec registra que el mismo disminuyó, pero claro ahora el empleo es en el sector informal sin seguridad social, entonces si bien no aumentó el desempleo, decayó la calidad del empleo, fue evidente su precarización. El caso de la pobreza es más complejo porque los números indican que disminuyó, pero es cuestionado su método de cálculo. Si bien estos son solo algunos datos, evidencian la situación a dos años del gobierno nacional.
Nos planteamos entonces cómo vemos o esperamos sea el 2026. Si bien el Gobierno insiste en que será un año muy bueno económicamente. La pregunta es a quiénes beneficiará el anunciado beneficio, no serán los jubilados, especialmente los que cobran la mínima, que seguirán recibiendo el bono sin ajuste. Las familias con una persona discapacitada o enfermo crónico, no serán beneficiadas por la mentada mejoría de la economía. Tampoco se crearán nuevos empleos porque las nuevas inversiones se centrarán en actividades como la minería que requieren no tanta mano de obra, aunque sí muy especializada. A su vez tampoco parece que la mejoría económica se reflejaraá en la mejora de la educación, un tema muy preocupante ya que el deterioro de la educación, no solo la pública sino la privada también está produciendo un empobrecimiento del país que no tiene retorno. A esto se le agrega la disminución del financiamiento de la investigación y la reducción de los cargos para nuevos investigadores, el deterioro de sus salarios y la falta de incentivos claves. Esto tampoco es fácil de recuperar, porque los investigadores ya formados emigran y los en formación si pueden también. Por ahora el 2026 no parece ser mejor, pero seamos positivos y luchemos para que sea mejor. ¡Preparémonos para continuar luchando por más derechos para todos y todas! Hasta el año que viene.
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