relecturas

Ecdótica y eróticas

El logo de Editorial Perfil Foto: Cedoc Perfil

Como el lector recordará, el comienzo de la novela más famosa de Vladimir Nabokov dice así: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”. Un juego erótico-fonológico, un modo de nombrar al objeto del amor y a la vez anticipar el motivo de un relato. Hitchock se habría puesto el dedo sobre los labios, para silenciar al narrador de la novela. Pero una cosa es condensar y  otra muy distinta el modo en que una voz lo dice todo de antemano. De antemano sabemos que el enigma solo es el modo en que la fascinación del lenguaje se despliega.

Cuando, por pura casualidad, leí esa palabra, Ecdótica, algo, una pequeña felicidad, sonó en mí. Ec-dó-ti-ca. El suave cierre de la parte última de la lengua golpeando contra el paladar, el acentuado do cantábile y, en fin, dejemos descansar a Nabokov en paz. De joven yo recorría las mesas de saldo de la avenida Corrientes y sus adyacencias y no podía resistirme a la adquisición (a precios accesibles) de libros que llevaban títulos de significado desconocido. 

Hay un refrán famoso, muy sarmientino, que dice que el saber no ocupa lugar. Para mí, la frase debe reformularse así: “Lo que se ignora ocupa el lugar del misterio”. Ahora bien, acechar al misterio buscando su resolución es el método tradicional de los curiosos que encuentran satisfacción en la respuesta; para mí, lo arduo y a la vez excitante era apostar a esa acechanza con la expectativa de que el saber se pusiera en fuga. 

Así, compraba títulos al estilo de Monadología, Paralogismos de la razón pura y Materialismo y empiriocriticismo, libros de los que después, y con el mayor de los esfuerzos, no pasaba del prólogo del especialista divulgador, o, con suerte, me limitaba a curiosear en la biografía del autor. Y si por casualidad algo de la comprensión se me volvía asequible, dejaba pasar unos días para que el proceso del olvido hiciera su tarea. Lo único que supe siempre es que leer es releer.