El relato sin control
El presidente Emmanuel Macron se encuentra consternado. Su vida personal, en uno de los aspectos más íntimos, es objeto de difamaciones.
Hace unas semanas, en esta misma columna, comentaba la exposición constante a la que nos sometemos, con voluntad o sin ella, en la esfera digital a propósito de la difusión de las imágenes de una pareja de amantes en un concierto de Coldplay. Más allá de esa circunstancia, el filósofo Michaël Foessel teorizaba ya desde los tiempos de Nicolas Sarkozy en el uso de la narrativa sentimental como un correlato del poder que ampliara el espectro para soltar parte de la presión acumulada por la agenda gubernamental.
Cuando Emmanuel Macron llegó al Eliseo lo hizo acompañado por un relato que cobró tanta fuerza como su singularidad, centrada en un funcionario de la banca sin organización política que alcanzaba la presidencia francesa. El vínculo afectivo con su mujer, veinte años mayor, a quien conoció en el instituto, siendo su profesora de literatura y de teatro, bajo cuya dirección interpretó el rol protagónico de Jacques y su maestro de Milan Kundera, se convirtió en una historia que toda Francia consumió y ayudó a digerir el encumbramiento de un advenedizo. No alcanzaba con haber frenado el ascenso de Marine Le Pen ante los progresistas ni su pedigrí como ejecutivo de la banca Rothschild para los conservadores: ser protagonista de una epopeya sentimental junto a una mujer que en su adolescencia lo doblaba en edad y a quienes los unió una relación intelectual, algo tan francés como el Pomerol y el spleen, que completó el marco narrativo.
Fábulas íntimas aparte, Foessel viene a decir que la exposición de la intimidad contradice la idea de la república, porque lo privado no es un hecho natural sino la consecuencia de una construcción social y política que se pone en acto a través de la democracia.
Cuando circulaban las imágenes del entonces presidente François Hollande bajándose de una Vespa para entrar furtivamente a la casa de su amante, la actriz Julie Gayet, no estábamos ante una manifestación de libre expresión: era un ultraje a la intimidad de un ciudadano. Claro, que si es el equipo de comunicación presidencial quien produce el contenido, la situación cambia. Sin atender a este tipo de distorsiones Macron se queja.
El presidente y su esposa acaban de demandar a una influencer estadunidense por difundir a través de un podcast serial a partir de un libro, Becoming Brigitte, la teoría de que Brigitte Macron, nacida varón, ha hecho la transición hacia una mujer. El autor del libro es el periodista francés Xavier Poussard quien fue editor de una publicación de extrema derecha llamada Faits et Documents, antisemita, negacionista del Holocausto, contraria a los católicos progresistas y homófoba. La influencer es Candace Owens, una activista que participó en la campaña de Donald Trump, tiene relación con Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen y militante de un partido más extremo que el suyo, y también con Nigel Farage, líder del partido ultra inglés Reform UK.
El libro de Poussard, Becoming Brigitte, es un compendio de informaciones falsas que van desde la denuncia de un lobby Lgtbi+ agazapado en el gobierno de Macron, hasta pruebas con software de reconocimiento facial para demostrar que Brigitte es en realidad su hermano Jean-Michel.
Michelle Obama; Begoña Gómez, esposa del presidente español Pedro Sánchez y Jacinda Ardern, exprimera ministra de Nueva Zelanda, han pasado por el mismo trance. Pero el quiebre no solo se expresa con la falsedad de la noticia y el ultraje a la intimidad, sino que va más allá: opera en la estigmatización de la esfera trans. No es solo Brigitte Macron, víctima de una falsedad; es la señalización de una comunidad. Con esto volvemos al punto de vista de Michel Foessel cuando indica que en realidad, la diana no es otra que la democracia.
*Escritor y periodista.
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