Escándalo AFA

El ruido del fútbol desplaza la reforma y complica al Gobierno

El gresca gana centralidad mediática y política mientras la Casa Rosada intenta avanzar con la ley laboral y fiscal sin sobresaltos.

Tapia. Sigue estando en medio del bochorno, pero da pelea y mantiene su centralidad. Foto: cedoc

Solo la discusión legislativa por la amplia reforma laboral (y fiscal) puede superar al escándalo de la AFA. Único. Hasta ahora, el demoledor avance de los medios sobre el bochorno se limita a complicar a un ascendente financista bonaerense, distinguido por su pasión racinguista, Ariel Vallejo. Después de todo, “Racing es una pasión inexplicable”. También al atrevido tesorero de la institución que ama con su familia más a los caballos que a la pelota, Pablo Toviggino, y al titular de la marca, Claudio “Chiqui” Tapia, un emperador del fútbol mundial: además del novedoso servicio secanucas que no supo conocer Nerón, dispone de un cordón burocrático que –entre otras asistencias– se encarga de reclamar obsequios personales a los nuevos directivos de clubes que desean conocerlo. Regalos para un jefe de Estado.

Como corresponde, además del Chiqui, también hay un chiquitaje de ignotos e indigentes personajes llamados palos blancos o testaferros: aportaron nombres, apellidos y piel para firmar papeles como propietarios de una gigantesca variedad de sociedades, inmuebles, medios de comunicación y automóviles de millonaria colección, bienes que tal vez no pueden explicar y seguramente ni siquiera conozcan, y que se atribuyen a recientes magnates del fútbol local que no saben, en ocasiones, qué hacer con la plata. Bien o mal habida. Pero no hay que olvidar que existe simulación lícita para el Código, por ejemplo, permitida y legal para prestanombres, y que, en el caso del olvido de los aportes patronales, se roza más la infracción que el delito de apropiación indebida de esos pagos. Es de suponer que la compra grosera de automóviles también se acompañó con asesorías profesionales en materia de tributos.

De ahí que en la AFA se diga que hay muchas observaciones sobre la organización, mientras nadie se pregunta, en cambio, de dónde provienen los fondos de un empresario que, desde un origen humilde en Lanús, se encaramó desde los Estados Unidos –otra organización– hasta la última compra de Flybondi y OCA: Leonardo Scaturicce. Si el Gobierno me ataca, yo también lo ataco. Y, como se ve, la Argentina es una tierra de oportunidades para subirse a los pedestales del poder. Y del dinero.

La escalada política, judicial y mediática –atribuible a una pugna que Tapia mantiene con Clarín al no renovarle al grupo los derechos televisivos– podría avanzar sobre otras figuras vecinas. Anotar: el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, quien confesó su intención de postularse en 2027 y ya es tratado de narcotraficante; vincular, inclusive, a otro dirigente superior de su amistad, Sergio Massa; e incluso enfocar al norte del continente para salpicar a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. Por no mencionar al sobreviviente de la ruleta rusa de la FIFA, Gianni Infantino –quien atravesó situaciones parecidas y fue rescatado por Mauricio Macri en el plenario del G20, cuando lo sentó con los poderes del mundo en Buenos Aires durante su mandato– y, en particular, a una familia Messi casi encarnada con el Chiqui en emprendimientos prósperos del rubro.

Como se sabe, el crack argentino es un Rey Midas, un alquimista que logra oro con solo tocar cualquier materia. Por ejemplo, en la creación en todo el territorio norteamericano de unas tres mil escuelas de fútbol para niños y adolescentes, con la misma tecnología profesional de equipos como el Madrid o el Barcelona, con su propia bandera y el escudo de la AFA.

Basta multiplicar el número de asistentes por esas escuelas, y la posibilidad de que puedan extenderse a otras partes del mundo, para entender el volumen sideral del negocio –también presentado como una prestación para alejar a la juventud de otros vicios, según sus promotores– que dispondría de la cobertura de Lionel Messi, quien no por casualidad ha asistido a casi todos los partidos de la flamante copa que lleva su nombre, en la que compiten los principales equipos del mundo con chicos de hasta 16 años. Dicen que Trump prometió que los estados de su país se comprometerían con el proyecto y lo financiarían si fuera necesario, una idea atribuida al Chiqui Tapia, aunque muchos sostienen que responde a un dirigente que estuvo en su cercanía, Stofani, y que fue esposo de una reconocida diputada de la provincia de Buenos Aires, Santillán. Hasta se anticipan problemas por derechos de autor.

Cierto sostén político a esta iniciativa se advierte en que la AFA, un Estado dentro del Estado (al menos en la Argentina), hasta designó un embajador en Miami: Tomás Regalado, hijo de un exalcalde de esa ciudad, quien no solo promueve el plan que interesa a Trump, sino que también apareció en medios locales –entrevista con Eduardo Feinmann, por ejemplo– para divulgar las excelencias de la tarea que le han encomendado, y seguramente pagado, tanto el Chiqui Tapia como Toviggino, con el consentimiento de todos los presidentes de los clubes de la Argentina, sin diferenciar categorías.

Habrá gente más informada sobre este formidable curso futbolístico y dinerario que opaca, en principio, la preeminencia que el Gobierno desea otorgarle a la modernización laboral primero y, luego, al trámite del Presupuesto. Es una prioridad para llegar a fin de año sin demasiados sobresaltos. Con la reforma hay resistencias menores: es menos conflictiva por la poda a ciertas pretensiones de Federico Sturzenegger y su equipo de abogados empresarios, aunque la CGT cubre las formas con un acto de repudio el próximo jueves y los magistrados emiten comunicados, debido a que la futura ley modifica responsabilidades y dominios. Cada cual toca su campana.

Como la reforma también es fiscal, el exgobernador y candidato presidencial Juan Manzur les sugiere a los sindicalistas que reclamen su inconstitucionalidad, porque la posible norma ingresó por el Senado y no por Diputados. Sin embargo, el médico tucumano olvidó un detalle: el proyecto no agravia impositivamente a nadie ni contempla tocar la actualización de quebrantos, lo que sí hubiera requerido un ingreso diferente al Congreso. Está a punto de caramelo.