DE NUEVO EN ESCENA

El swap con China vuelve a abrir un frente: US$ 20 mil millones e inquieta al Gobierno

Mientras el ministro Caputo atiende urgencias inmediatas –presupuesto, reservas del Banco Central y el pago de US$ 4.300 millones en enero–, persiste un riesgo menos visible, pero de mayor magnitud: el swap con China. Renovado en junio de 2024, el acuerdo evitó un default por US$ 6 mil millones, pero el compromiso total asciende a unos US$ 20 mil millones. El primer gran vencimiento llegará en junio de 2026, sin dólares disponibles para afrontarlo. La alternativa vuelve a ser negociar una prórroga, reactivar obras como la represa Cóndor Cliff o buscar un cambio de acreedor con apoyo de los Estados Unidos.

La vigencia del acuerdo. Desde la revisión y el congelamiento inicial durante el gobierno de Mauricio Macri, pasando por el uso del swap como sostén cambiario bajo Alberto Fernández y Sergio Massa, hasta la renegociación encarada por Javier Milei, con el siempre presente Xi Xinping, el arreglo con China funcionó como red de contención ante la escasez de dólares. Foto: cedoc

El problema está ahí. Latente. Y otras urgencias temporales (aprobar el presupuesto, las reservas del Banco Central que no levantan, el pago de los U$S 4.300 millones del 9 de enero, y sigue la lista) hacen que aún no pueda haber entrado en la agenda. Pero es un peligro latente. Que, obviamente, tiene solución. Como casi todos los problemas económicos, financieros y geopolíticos. Se trata del otro swap. El que el país mantiene con China, y que por gentileza de Xi Jinping, fue renovado el 14 de junio del 2024, evitando el país entrar en default con el Estado oriental por unos U$S 6 mil millones. El 30 de ese mes y año vencía el préstamo que China había activado en junio del 2023, durante la gestión de Sergio Massa en el Ministerio de Economía; y, sabiendo en realidad que no lo iba a cobrar porque, simplemente, Argentina no tenía el dinero, China decidió absolver al país del pago y prorrogarlo por dos años. Hasta saber, quizá, que era lo que Javier Milei y su gobierno tenían en mente en la relación con el gigante oriental. Pasó el tiempo, se resolvieron varias incertidumbres bilaterales (y nacieron otras), y como una piedra que molesta en el camino y se la corre hacia adelante e, inevitablemente, se vuelve a encontrar, el problema regresa. En el mediano plazo. Argentina debería pagar el 14 de junio de 2026 los US$ 6 mil millones. Dinero que no tiene. O volver a negociar una prorroga por dos años más. O, si se cumpliera aquella promesa del titular del Tesoro Norteamericano, Scott Bessent, cambiar de acreedor y que el dinero que se le debe a China sea abonado en su totalidad con un aporte de la caja fuerte de los Estados Unidos. El problema es que los US$ 6 mil millones es solo la activación parcial del préstamo. El total del pasivo asciende a unos escalofriantes US$ 20 mil millones. Curiosamente el mismo monto que el dinero que algunos bancos de EE.UU. comandados por el J.P. Morgan estaban preparando para el país. Operación que no se suspendió. Se prorrogó. Como el swap con China.  

Habrá que reconocer a la distancia que aquel logro de junio de 2023 había sido responsabilidad de Diana Mondino, la primera canciller de Milei, y quien se puso el problema con Xi Jinping al hombro. Mondino visitó Beijing en abril de ese año. Hasta junio se mostraba un clima frío y pétreo desde la capital china. Pero, sorpresivamente, y al mismo tiempo en que se aprobaba Bases II, el régimen acreedor le dio a Milei la buena nueva de la postergación del vencimiento. Unas semanas después, se conocería el motivo de la bienaventuranza china. Argentina debía reactivar la obra pública más cara y políticamente pesada del país, heredada de los tiempos finales del kirchnerismo: la represa Cepernic-Kirchner, una megaobra adjudicada al final del gobierno de CFK al consorcio chino Gezouba, con los cordobeses de Electroingeniería de inevitables chaperones locales. El acuerdo total fue por unos US$ 11 mil millones, en liquidaciones sucesivas dependientes del avance de las obras. Para que el dinero fluyera sin problemas, el mecanismo de giro de divisas sería a través del swap. Se eligió ese mecanismo, sabiendo tanto en Buenos Aires como en Bejinig que, ya en esos años, en el Banco Central no había dólares. Las reservas rondaban los US$ 30 mil millones, y las posibilidades de la Argentina de recurrir a los mercados financieros internacionales a tasas razonables eran nulas. Para finales de 2015, se habían usado ya unos US$ 3 mil millones del acuerdo.

Vino entonces el cambio de gobierno, y la decisión de Mauricio Macri de revisar el contrato de Gezhouba para construir la represa aún llamada Cepernic-Kirchner. Cambiemos congeló la obra acusando sospechas de corrupción y de impacto ambiental negativo. Sin embargo, hacia julio de 2016, desde Beijing le recordaron a Buenos Aires que parte del dinero para la obra ya había sido gastado (y no precisamente para avanzar con la represa), con lo que de levantarse el proyecto, el dinero debía ser devuelto. Macri se reunió con Xi Jinping, se “renegociaron” por primera vez las condiciones del swap y la obra volvió a la vida con otro nombre. En adelante se llamaría Cóndor Cliff, la denominación original con la que se había proyectado en tiempos de gobiernos militares. Por la obra el swap se renovó por unos US$ 11 mil millones con una vigencia de tres años más, con lo que las reservas en yuanes llegaron a unos US$ 8 mil millones. Luego de la crisis de abril de 2018, que con el tiempo se extendería hasta el final de la gestión de Mauricio Macri en 2019, las obras volvieron a paralizarse y el dinero del swap destinado a la obra a utilizarse para política cambiaria, fundiendo ese dinero con los dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI). Con tranquilidad, desde China nadie protestó.

Ya durante la gestión de Alberto Fernández, las obras quedaron pacientemente paralizadas culpando a la pandemia hasta comienzos de 2022, cuando desde China comenzaron las presiones. La primera decisión fue volver a llamar al proyecto como Kirchner-Cepernic. La segunda, ponerle un ritmo de ejecución de mil millones de dólares mensuales. Algo se hizo en la ex Cóndor Cliff hasta mediados de 2023, cuando el dinero proveniente del swap volvió a utilizarse más para política cambiaria y combate a las corridas contra el dólar oficial que para acelerar la represa. Llegó Javier Milei, y con él la paralización total de la obra pública, comenzando por el proyecto más “comunista” de todos. China, paciente, no hizo ningún reclamo oficial y público. En definitiva, una cultura paciente sabe esperar. Conociendo los vencimientos de junio, el gobierno de Xi Jinping dejó correr las declaraciones contra Beijing del libertario. Hasta que, tiempistas como nadie en el globo, llegó el momento de negociar. Finalmente Mondino firmó el acuerdo, el dinero que había que pagar fue perdonado hasta 2026 y la obra se reactivó tenuemente sesenta días después de haberse reglamentado la Ley Bases II, siguiendo el nuevo articulado del proyecto que fue aprobado en el Senado, que indicaba que toda obra que cuente con financiamiento internacional debe ser inmediatamente reactivada. Es el caso de la Kirchner-Cepernic (hoy nuevamente Cóndor Cliff, su nombre original), cuyos dólares de ejecución siguieron llegando pacientes y leves desde Beijing.

El swap con china fue el primer acuerdo de este tipo que firmó Argentina. Luego vendría en octubre de 2025 el que se cerró con EE.UU. En el primer caso, el aporte de capital lo hace el Banco Central de China, bajo la certeza de que los yuanes originales serán eventualmente utilizados. Mientras tanto, hasta que se ejecute el cambio, quedan como libre disponibilidad del depositante: el BCRA. La negociación primaria con China la realizó en 2009 el entonces presidente del Banco Central Martín Redrado, con la idea de siempre: reforzar, aunque sea de manera formal, las reservas de la entidad, para mejorar los  resguardos ante eventuales crisis internacionales y cuando las reservas alcanzaban el récord del 15% del PBI. En total, el acuerdo cerrado fue por unos US$ 10.200 millones a tres años, con la opción de extender el plazo. Redrado lo negoció con su par chino, Zhou Xiaochuan, para acordar un intercambio de monedas que ambos países pudieran pedir uno del otro y que luego deberían ser repagados. Los permisos de operatoria para el BCRA eran amplios. Se podían convertir los yuanes en dólares en los mercados internacionales, o directamente utilizarlos para el intercambio bilateral. O, en su defecto, mantenerlos como parte de las reservas nominados en la moneda norteamericana. Sin embargo, con el tiempo, el instrumento comenzó a desdibujarse. El segundo movimiento con China se activó en el tercer trimestre de 2014, durante la gestión de Axel Kicillof en Economía y de Juan Carlos Fábrega en el BCRA, por unos US$ 3.800 millones, transferidos en el último trimestre de ese año. La novedad de esa operación fue que se justificó bajo el comienzo de las obras para el levantamiento de la represa santacruceña Cepernic-Kirchner que la constructora china Gezouba había ganado en licitación en sociedad con la local cordobesa Electroingeniería. El acuerdo total fue por unos US$ 11 mil millones, en liquidaciones sucesivas dependientes del avance de las obras. Durante el primer semestre de 2015 se concretó un nuevo desembolso por unos US$ 3.700 millones, completando hasta ese momento un total de US$ 6.500 millones. El dinero proveniente de China había llegado en un momento justo para apoyar los últimos tramos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la falta de dólares y el ostracismo en los mercados internacionales ya era preocupante. Las reservas rondaban los US$ 30 mil millones, y las posibilidades de la Argentina de recurrir a los mercados financieros internacionales a tasas razonables eran nulas. El acuerdo de renovación llegó en un momento ideal para poder sostener las reservas y hacer frente a eventuales corridas antes del final del gobierno kirchnerista. Para finales de 2014, unos US$ 3 mil millones del acuerdo ya se habían utilizado. De hecho, unos US$ 2 mil millones provenientes de este financiamiento, se utilizaron para cancelar el pago final del Boden 2015. Vino entonces el cambio de gobierno, y la decisión de Mauricio Macri de revisar el contrato de Gezhouba para construir la represa aún llamada Cepernic-Kirchner. La primera y pública decisión del actual gobierno fue la de congelar la obra, bajo sospechas de corrupción y de impacto ambiental negativo. Sin embargo, hacia julio de 2016, desde Beijing le recordaron a Buenos Aires que parte del dinero para la obra ya había sido gastado (y no precisamente para avanzar con la represa), con lo que de levantarse el proyecto, el dinero debía ser devuelto. Fue así como se renegociaron las condiciones del swap, la obra volvió a la vida y el swap se reactivaría. Se renovó el mecanismo por unos US$ 11 mil millones con una vigencia de tres años más, con lo que las reservas en yuanes llegaron a unos US$ 8 mil millones. 

El resto de la historia es la conocida, con Massa y Milei en el camino.