Defensor de los Lectores

Estar enamorado no es solo sentimiento entre sábanas

Mengolini. Por una palabra, tsunami de insultos, denuestos y todo el repertorio mileísta. Foto: cedoc

Alertaba en una columna anterior sobre el peligro de naturalizar, de aceptar como normal que una persona –sea albañil, empleado bancario, empresario, docente, periodista o presidente de la Nación– vomite cada día insoportables insultos, denuestos,  ataques verbales contra cualquiera que ose pensar distinto o criticar alguna de sus acciones.

No es normal, no se debe naturalizar, es necesario accionar contra esa conducta con los medios disponibles y sin recurrir a los mismos recursos. Vale más comentarla con ironía, decía en estos días un escritor. Ironía, humor, sarcasmo. Es el camino, pavimentado en lo posible con aclaraciones y desmentidas.

El furibundo discurso habitual del Presidente derivó en estos días en acciones concretas sobre algunos de sus críticos. Hasta el punto de llevarlos a tribunales por entender que han mancillado su buen nombre y honor. Típico recurso de quien carece de argumentos para hacer del debate un ejercicio civilizado. Quiero detenerme en uno de los casos porque el juicio del Presidente y los verborrágicos (con adjetivos similares a los que emplea el señor Milei) comentarios de sus fanáticos seguidores, pusieron a la periodista Julia Mengolini en una situación más que difícil. Debo confesar que no me gusta la manera en la que ejerce esta profesión la señora Mengolini. 

Dijo que el señor Milei está enamorado de su hermana. Sólo eso. El mencionado y sus esbirros tomaron la palabra enamorado para atacarla con munición gruesa. Y adjudicaron al término una connotación sexual que, a mi juicio, no tenía. 

¿Qué es el enamoramiento? ¿Tiene necesariamente un componente de atracción sexual que, en caso de dos hermanos, podría resultar al menos cuestionable? 

Para la psicología y el estudio de las relaciones interpersonales, se trata de “un estado emocional caracterizado por una fuerte atracción hacia otra persona, que genera alegría, entusiasmo y un profundo deseo de cercanía”. No es exactamente eso lo que define la relación entre los hermanos Milei? “Este sentimiento influye tanto en lo emocional como en lo físico, y afecta la manera de pensar, sentir y actuar.Desde el punto de vista biológico, el enamoramiento activa el sistema de recompensa del cerebro y provoca la liberación de dopamina, que genera placer y motivación. En él, también interviene el hipotálamo, que regula respuestas fisiológicas relacionadas con el  deseo y la atracción”.

Debo señalar que esta definición cabe en las relaciones con hijos, nietos, hermanos, padres, afectos en definitiva. Y también en parejas, pero con una potencia superior a la del atractivo sexual. ¿Quiso decir esto la señora Mengolini? Cuando habló de enamoramiento, ¿incluyó la atracción sexual? Si se toman sus palabras de manera literal, no surge ellas tal conclusión.

Es conveniente, estimo, continuar el análisis de este caso desde otro ángulo. 

El señor Milei y su hermana, la señorita Milei, se profesan un indudable amor fraterno, tan potente que condicionan sus conductas políticas y personales. 

Para el Presidente, su hermana es “el jefe”, es decir, la verdadera dueña de las decisiones. Su palabra es ley y sus acciones no se cuestionan. A nadie más que ella reconoce como fuente de sabiduría y capacidad operativa, en sus decisiones recuesta buena parte de las políticas que lleva adelante. Ambos son partes indisolubles de un doble comando. 

Nadie –o casi, porque fundamentalistas hay en todas partes– cree que entre los hermanos haya algo más que eso, un profundo amor fraternal. Tampoco Mengolini caracterizó como algo más la relación de Milei y su hermana. Sólo utilizó una palabra que los pacatos, los prediluvianos, entienden como sexo explícito llevado al lenguaje.

Y en esto estamos hoy, mientras llegar a fin de mes es una aventura con escasas posibilidades de éxito.