Elegidos

La beca judicial

De pie. “No hay que recortar en el Garrahan, pero sí en el Poder Judicial”. Foto: AFP

En ningún lugar como en el Poder Judicial está enquistada una burocracia ineficaz y nepotista. Sturzenegger no se equivoca. Todos, más allá de su signo partidario, meten a sus hijos, amigos, amantes, sean o incluso no sean abogados. Es el colmo. Highton de Nolasco, Rossati (hijo), Capuchetti (Macri designó a su hija), Stornelli (su hijo), Guarinoni (hijo), pero también Gils Carbó, a quien tenemos en más estima que a los primeros, han colocado muy bien a sus hijos. Mientras tanto, muchos que han estudiado Derecho sin padrinazgo no logran penetrar la telaraña corrupta del Poder Judicial. Aunque sean mejores.

El Poder Judicial tiene un grave defecto que señaló bien Roberto Gargarella (otro que no logró nunca entrar al Poder Judicial pese a tener mejor formación que la amplia mayoría de los que están adentro): no tiene origen democrático. Mal o bien, los funcionarios del Poder Ejecutivo son elegidos. Nos pueden gustar o no, pero tienen legitimidad, se van o renuevan. Deben exponerse a la ciudadanía. 

Lo mismo con los legisladores: más allá de la degradación institucional que vivimos (mujeres sin formación riéndose de los médicos del Garahan), a los judiciales no los elige nadie. Y meten a sus familiares en todos los fueros. Por eso el Poder Judicial termina siendo una burocracia cerrada, costosa e ineficaz que se dedica solamente a custodiar sus privilegios. No pago de impuestos, feria judicial, sueldos que no tiene nadie. Y lo peor: hacen todo esto en nombre de la “justicia”. Es una vergüenza. No es mala la idea de un censo parental. Sturzenegger tiene razón. La motosierra hay que pasarla por todo el Poder Judicial argentino, que no tiene ninguna legitimidad. La reforma judicial parece ser una bandera que trasciende la coyuntura. Estamos casi todos de acuerdo. Los únicos que la rechazan son los que están adentro, que no han resuelto ninguna causa de peso en décadas, no han sacado a nadie de la pobreza, porque la pobreza no es “cuestión de la justicia”, al parecer. Como el cuento de Kafka: guardianes en la puerta para que los campesinos no entren al Palacio que ellos custodian. Sturzenegger emula a Marat. Alguien lo asesoró bien. No hay que recortar el Garrahan ni el Conciet, pero sí hay que recortar mucho en el Poder Judicial.

Adentro están los hijos o amigos de... Por eso se habla de la “familia judicial”. Los cargos se “heredan”. Pero necesitamos un mejor Poder Judicial. No una “familia”. (Para no hablar del oprobio de Lago Escondido o de la causa Maradona, la destituida jueza Makintach también era hija de otro juez de San Isidro, mismo caso) Necesitamos ingresos transparentes y serios. No a dedo. No por portación de apellido. Necesitamos reformar el Poder Judicial. No podemos tener jueces millonarios en países pobres que se la pasan viajando por el mundo y subiendo sus fotos en instagram cuando los pobres duermen con sus hijos en las escaleras del subte. Se burlan de la gente. 

El Poder Judicial, en los albores del liberalismo, empleaba la argucia de la objeción contra-mayoritaria para explicar su carácter más conservador, con la excusa de “contrapesar” los otros dos poderes, que responden a la mayoría (electoral). Pero ese argumento, que tuvo su sentido hace dos siglos, parece haber quedado desactualizado, con magistrados que lo emplean en la actualidad, pero no para proteger minorías vulnerables, sino para impedir que las mayorías desclasadas (a través de gobiernos progresistas y populares) puedan conquistar más derechos. Es decir, los jueces emplean la objeción contra-mayoritaria no para resguardar minorías vulnerables, sino minorías privilegiadas. Tamaña contradicción. Esta es otra razón, más técnica, más de fondo, por la cual necesitamos con urgencia una reforma. Nos merecemos mejores fiscales, mejores jueces. Un mejor Poder Judicial. Un procurador general no interino. Muchas cosas faltan.

*Abogado. Especialista en derecho constitucional.