El analista DE LA SEMANA

La crisis no es económica sino de confianza

Congreso. El “virtual colapso” del sistema político será fruto de su avaricia. Foto: NA.

La falta de credibilidad de la clase política y los dirigentes de la sociedad es el principal problema de Argentina. Sin muchas vueltas y en todos los aspectos de su desarrollo social. Los resultados de las construcciones y proyectos de la sociedad en su conjunto tienen pocos lugares donde mostrar políticas exitosas de largo plazo.

La imagen y la confianza de los ciudadanos en políticos, religiosos, jueces, sindicalistas, medios y fuerzas de seguridad. Periodistas y conductores, analistas y encuestadores, líderes sociales, todos están bajo una lupa que pareciera acercarle el rayo del sol que perfora los tejidos sociales en vez de ampliarlos.

El desarrollo y la organización social de la argentina tienen un solo resultado. Negativo. Por más que uno busque los brotes verdes, o las políticas que vengan a cortar con el neoliberalismo, o hacerlo todos juntos… todos los slogans terminan en una cifra escalofriante. La de la pobreza de nuestros compatriotas.

Las expectativas de las personas van en muchos sentidos en contramano de las decisiones de política. Los argentinos quieren ahorrar en dólares y está prohibido comprar dólares, las restricciones laborales son cada vez más complejas con lo cual las pymes sin empleados son un fenómeno cada vez más común.  Los salarios de una argentina que tiene una formación promedio alta, cada vez son más de un país con millones de habitantes con mano de obra barata.

Las decisiones de los políticos, generan mayor crispación e incertidumbre en los procesos electorales ya reformados recientemente con las PASO, y anteriormente con la reforma constitucional de 1994, que nos puso a los argentinos en “estado de alerta y elección”.

Por lo tanto, la crisis argentina no es económica, sino una tremenda crisis de confianza hacia el sistema de relaciones entre los argentinos que llevan a vivir a la sociedad en un constante sálvese quien pueda inhumano. Muchos argentinos prefieren guardar sus dólares en el colchón, porque no saben qué les va a deparar el futuro.

Sin embargo, estas decisiones micro están obligadamente atadas a los descalabros políticos, judiciales y económicos que vivimos diariamente. Las grietas sociales, las desconfianzas vecinales y por sobre todas las cosas, el no encontrar en las comunidades de cercanía los mecanismos donde progresar, encontrar el bienestar y el bien de su familia.

Los salarios argentinos
son cada vez más
similares a los
de países con mano
de obra barata

Es la tentación de unos y otros responder con nombres y responsables, pero lo cierto es que para la sociedad nacional el concepto de nueva normalidad es extraño en dos sentidos; primero por ser nueva, y después porque en Argentina es muy difícil identificar que es la normalidad.

Desempleo creciente, inseguridad, diez años de depresión económica, partidos políticos en crisis, el mundo sumido en una pandemia que hace difíciles las soluciones de conjunto, encierran a la clase dirigente argentina en que la solución a nuestros problemas van a tener que surgir de nuestra propia energía y audacia. ¿Problema u oportunidad? La historia contestará a esa pregunta.

Federal. Si tomamos la cuestión del federalismo, las cosas parecen empeorar. Mayores distancias que las físicas entre los ciudadanos de las provincias entre sí, y dirigentes provinciales exclamando intenciones de separatismos vacuos. Esto junto con la imposibilidad de circular libremente por el país lleva al federalismo a estar en uno de sus peores momentos históricos.

Los ciudadanos argentinos viven una incertidumbre que en 2020 supero las capacidades vegetativas del sistema de contención que de crisis en crisis se habían creado, para que los más desposeídos de la sociedad pudieran pretender un futuro más cierto. El retorno del discurso clasista y las divisiones por temas de profunda raigambre en la tradición argentina y de nuestra constitución, harán que el colapso futuro de nuestro sistema sea político.

Sería imprudente de nuestra parte dejar al devenir de la historia la solución de nuestros problemas más relevantes. Pobreza, empleo digno, amistad social y buenas relaciones internacionales deberían encontrar escalones básicos de encuentro.

El virtual colapso del sistema político como lo conocemos puede ser fruto de su propia avaricia. Todas las instituciones de la sociedad deberían  encontrar los espacios comunes de construcción social para reconstruir aquello que se perdió y hacer permanecer aquello que todavía sigue siendo virtuoso en nuestro proceso histórico. Perder otra oportunidad de lograrlo es una nueva ocasión de fracaso colectivo.