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¡Pública!

Pienso que en este país no es así, y no es así porque tenemos una educación pública, porque cualquiera puede ser escritor o escritora porque eso también nos enseña la educación pública: que hay oportunidad para todos.

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¡Pública! | marta toledo

Escribo esta columna el 23 de abril por la mañana. Esta tarde será (habrá sido para cuando estén leyendo) la marcha en defensa de la universidad pública. Que es como decir “en defensa de la educación pública” porque de qué nos serviría una universidad pública si no está asegurado que antes podamos ir a la escuela primaria y a la secundaria también de manera pública, laica y gratuita. Y también es el Día del Libro, la invitación es a marchar con un libro en la mano o con un libro en alto.

¡A las motosierras, libros! 

Ambas cosas: la escuela pública y los libros (que cuando fui chica y criada en un hogar de clase obrera, eran en su mayoría de la biblioteca, también pública) me han traído hasta acá, a este diario en el que escribo cada quince días, pero también a los 51 años siendo la persona que soy y con la que me siento bastante conforme.

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Era de esas niñas que adoran ir a la escuela y que adoran leer libros. No puedo separar a una de los otros porque en la Escuela 84 había una biblioteca preciosa y ahí conocí la literatura: los libros que se leían de gusto y no porque después habría un examen.

La misma escuela y mi querida maestra, la Nelly Ferrer, también me hicieron creer (creer en serio) que cuando fuera grande podría ser periodista: ir a la secundaria pública, después a la universidad pública. No fui periodista porque en el medio cambié de idea. Fui a la facultad unos años y conocí a uno de mis dos maestros, Guillermo Alfieri: él, un periodista y docente de la universidad pública (disculpen si repito tantas veces la palabra, entenderán que no es por desprolija sino porque quiero oírla sonar a lo largo de todo este texto, porque me gusta, porque es hoy día una música más necesaria que nunca).

Alfieri, que además había estado preso en la dictadura, que había sido amigo de Daniel Moyano, fue quien me animó a ser escritora. No porque pensara que sería una mala periodista, sino porque comprendió que era lo que mi corazón quería. Cuando tuvimos esa charla en el café Los Alpes, en la esquina de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, él me alentó a estudiar literatura.

El profesorado, público y una de las instituciones terciarias más antiguas de la Argentina, quedaba a unas pocas cuadras y allí pasé varios de los más hermosos años de mi vida. Todo en la educación pública, todo con los libros. Desde hace una década viajo bastante a ferias y festivales en distintas partes del mundo. Siempre me asombra cuando converso con otros escritores y otras escritoras, sobre todo de Latinoamérica, porque en general son personas de clase media alta.

Pienso que en este país no es así, y no es así porque tenemos una educación pública, porque cualquiera puede ser escritor o escritora porque eso también nos enseña la educación pública: que hay oportunidad para todos. Que una chica criada con apenas lo justo puede ser escritora.

Pero también que una chica que a fines de los años sesenta se embaraza y deja la secundaria, puede volver a terminarla cuando tiene treinta y finalmente estudiar el magisterio que es lo que siempre quiso hacer y recibirse de maestra a los treinta y seis y ser docente, en la escuela pública, hasta su jubilación, como le pasó a mi mamá.