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Defensor de los Lectores

Es bueno volver a algunos puntos en estos tiempos de la era digital

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Manual. La ética periodística en momentos signados por nuevos paradigmas. | cedoc

Vale la pena introducir en este espacio un tema ya abordado en mayo de 2019, que reedita su vigencia ante un presente y lo que vendrá como consecuencia de la irrupción y crecimiento de los medios periodísticos, portales, redes sociales y otras variantes que tienen su universo en internet.

Tanto inquieta esta cuestión a los estudiosos de la ética profesional, que el International Center for Journalists (ICFJ) ha editado un Manual sobre ética periodística en la era digital meses antes de la muerte de uno de sus autores, Javier Darío Restrepo, quien fuera responsable entonces de las cuestiones ontológicas en la Fundación Gabo Nuevo Periodismo Iberoamericano) y Luis Manuel Botello (vicepresidente adjunto del ICFJ), con la colaboración del gobierno de Suecia y de la Unesco.

“La revolución digital llegó sin que las reglas del juego en lo legal de ese nuevo ecosistema mediático estuvieran en su lugar –señala la introducción–. Eso ha creado una incertidumbre que pone en duda la sostenibilidad de los medios y la libertad de expresión. La llamada neutralidad de internet aún sigue siendo amenazada sin que aun los medios hayan desarrollado un modelo de negocios y sin que existan leyes adecuadas para los nuevos tiempos, leyes que eviten el monopolio de los medios y/o el internet como plataforma de comunicación”.

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Por cierto, esta nueva realidad impone nuevas estrategias, pero a la vez exige de quienes ejercemos este oficio un mayor rigor en el manejo de la información, un creciente freno a las relaciones con los factores de poder y un firme respeto por los intereses de quienes son, en definitiva, los destinatarios de nuestra tarea, es decir el público.

Dice el Manual: “El periodismo que emergerá a medida que avance este siglo XXI tendrá unas características que lo harán a la vez antiguo y nuevo. Del periodismo de siempre tendrá que conservar su apego a la verdad, acentuado en estos años por el impacto negativo de la posverdad, esa amenazante forma de ser y de pensar que nos quedó como herencia de unos vicios que cultivaron en el siglo XX los políticos y una población para la que el fin, fuera el del interés personal, o el de su vinculación política, económica o social, justificaba los medios”.

La cuestión de la posverdad y su influencia en la difusión de noticias falsas da origen a un desafío: afirmar los valores de la verdad como horizonte y no permitir que las apariencias y los argumentos que apuntan a lo emocional enturbien la tarea de informar seriamente. Lo explica mejor el Manual: “Esta época de la posverdad tiene elementos que la convierten en una de las peores amenazas al periodismo profesional de estos tiempos. El hecho de preferir una verdad alternativa a la basada en hechos, no solo erosiona la debilitada credibilidad de los medios, sino que también apela a las emociones de le gente que, cada vez, más prefiere solo escuchar a quienes piensan como ellos mismos dentro de las redes sociales, en donde crean su propia cámara de eco”.

Por cierto, en la Argentina esta amenaza afecta a la ciudadanía con creciente influencia. No es un fenómeno exclusivamente local pero importa –y mucho– que los lectores estén advertidos acerca de las medias verdades, las mentiras disfrazadas de verosimilitud y las noticias falsas viralizadas por las redes, otros mecanismos de internet y medios tradicionales entrampados en las mismas conductas. 

La neurona atenta, lectores de PERFIL