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La doctrina del caos

Cristina Kirchner Foto: Telam

El congreso de terraplanistas en Cataluña parece lejos. Pero sigo con interés a este grupo heterogéneo de desencantados con el statu quo que hallan en la militancia hacia adentro un confort para la angustia del tiempo: los terraplanistas no pretenden rectificar el orden curvo de la Tierra sino reunirse en torno de una idea equis, respirar en las playas, señalar a la masonería, apuntar a las vacunas. Son punta de iceberg en conspiranoia y sus métodos (ni siquiera seudocientíficos) son los de más eficaz organización y captación de semejantes.

Anna Pacheco se infiltró para reseñar las conversaciones puertas afuera del concilio (dado que miles se quedaron sin entradas) y descubro en su crónica que esto no está pasando en una remota terra incognita.

La balada en agosto

La idea de apuntar contra el sistema (nos llaman adoctrinados a los terracurvistas) reagrupa las mismas fuerzas comunes que en otras áreas del conocimiento atribuyen la culpa del complot a judíos, masones, marxistas, trans o mujeres emancipadas. Es una licuadora de asuntos complejos para el lego que infantiliza argumentos. Todas estas variantes tienen algo en común: si bien todas apuntan contra el sistema, no hay quien no obtenga sus datos de las redes.

¿Es casual la infantilización judicial que atraganta la investigación del atentado a Cristina? Bandas de copitos de nieve, zoofilia, teléfonos restarteados: el cúmulo es descripto por los medios como una fábula de tierras chatas: así se oculta su fondo criminal. Lo ofrecen como una teoría más y no como un hecho. Son varios los que niegan que el atentado haya ocurrido y esto tal vez sea por (a) algo que ya pensaban de antemano o (b) algo que se informa mal, muy mal.