Defensor de los Lectores

Más de 200 periodistas murieron desde que empezó la guerra en Gaza

ANAS AL-SHARIF. Cronista de Al Jazeera víctima de un bombardeo en una carpa de Gaza. Foto: afp

Todo comenzó hace décadas, cuando el conflicto entre palestinos e israelíes se planteó en términos letales: aquellos, o mejor sus dirigentes, coincidieron con Estados afines en decretar la exterminación de Israel. Literalmente. Israel o sus dirigentes quisieron ignorar los derechos de los palestinos a su tierra ancestral y aplicaron recursos militares para sostener esos principios.

Así, hasta hace casi dos años: el 7 de octubre de 2023, un comando de la organización terrorista Hamas, controladora de la Franja de Gaza, atacó de manera feroz en territorio aledaño y produjo una masacre, asesinó, violó, humilló a quienes encontraba a su paso y llevó rehenes a su territorio. Israel respondió con una virulencia bélica que destruyó buena parte de pueblos y ciudades en Gaza, mató a terroristas y gentes del pueblo y produjo la actual situación: sin comida, ni agua, ni recursos, se mantienen los ataques que el gobierno de Benjamin Netanyahu realiza sobre todo aquello que le parece vinculado o sometido por Hamas.

También el periodismo independiente, en particular sobre quienes ejercen su oficio con una mirada crítica sobre lo que Israel hace en el territorio.

El pasado domingo, cinco periodistas de la cadena Al Jazeera –la mayor agencia noticiosa del mundo árabe, con sede en Qatar– y un reportero local independiente murieron por un ataque israelí cerca del hospital Al Shifa de Gaza. Según el relato de Amy Walker, de BBC News, “los corresponsales Anas al-Sharif y Mohammed Qreiqeh, además de los camarógrafos Ibrahim Zaher, Mohammed Noufal y Moamen Aliwa, se encontraban en una carpa para periodistas en la entrada principal del hospital cuando fue atacada”. El sexto periodista fue identificado como Mohammed al Khaldi, informó la agencia de noticias Reuters. En total fueron siete las personas fallecidas.

La respuesta de Israel a tal acusación fue publicada por The Jerusalem Post, calificando a Al-Sharif como terrorista de Hamas, según el anuncio del ejército. La caracterización no fue sostenida por documentación creíble, salvo los informes de inteligencia israelíes. El ejército israelí indicó que Al-Sharif era “el jefe de una célula terrorista de la organización terrorista Hamas y preparaba ataques con cohetes contra civiles y tropas” israelíes.

El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) había acusado al ejército israelí de llevar a cabo una “campaña de desprestigio” contra el periodista al retratarlo en publicaciones en línea como miembro de Hamas. “Los periodistas son civiles. Nunca deben ser objetivo en una guerra. Y hacerlo es un crimen de guerra”, enfatizó Jodie Ginsberg, directora ejecutiva del CPJ.

Thibaut Bruttin, director general de Reporteros sin Fronteras (RSF), organización internacional de defensa de la libertad de expresión en todo el mundo con sede en París, publicó: “RSF condena enérgicamente el asesinato de seis profesionales de los medios por parte del ejército israelí, llevado a cabo una vez más bajo el pretexto de acusaciones de terrorismo contra un periodista. Entre los muertos se encuentra uno de los periodistas más reconocidos de la Franja de Gaza, Anas al-Sharif. El ejército israelí ha matado a más de 200 periodistas desde el inicio de la guerra. Esta masacre y la estrategia de apagón informativo de Israel, diseñada para ocultar los crímenes cometidos por su ejército durante más de 21 meses en el enclave palestino sitiado y hambriento, deben detenerse de inmediato. La comunidad internacional ya no puede mirar hacia otro lado: debe reaccionar y poner fin a esta impunidad. RSF llama al Consejo de Seguridad de la ONU a reunirse de urgencia, con base en la Resolución 2222 de 2015 sobre la protección de periodistas en tiempos de conflicto armado para detener esta carnicería”.

Este acontecimiento y su derivación sobre la libertad de prensa no deben ocultar la realidad dramática que se está viviendo en Gaza, con sus consecuencias sobre la vida cotidiana de la población. El hambre y la imposibilidad de reconstruir lo que los bombardeos han destruido, sumadas a los frenos que el gobierno de Israel pone a la ayuda humanitaria de países y organizaciones, siguen siendo la razón por la cual el mundo entero –Argentina incluida– debe demandar con firmeza el fin de una situación insostenible.